Sábado, 20 de julio de 2002
Los s铆mbolos patrios
Polémicas En
el Colegio Nacional de San Isidro, uno de los alumnos que debería ocupar
su lugar como escolta de bandera declinó el honor. Argumenta motivos
ideológicos. Sin embargo, la directora se niega a aceptarlos y convocó
un Consejo de Profesores. La familia del chico asegura que, llegado el caso, llevará
el tema a la Justicia. Pero por ahora, el escolta deberá pararse al lado
de la bandera.
Por Daniel Link
Una ma帽ana destemplada de principios de julio, Elvira Latr贸nico, rectora del Colegio Nacional de San Isidro, llam贸 a preceptor铆a para pedir el listado de promedios de los alumnos de quinto a帽o del turno ma帽ana, ordenados decrecientemente. Ten铆a que reclutar, entre los mejores promedios, a la escolta de la bandera para el acto del 9 de Julio pasado. El tercer promedio de la promoci贸n era Francisco Tufr贸 de 5潞 2陋, que en sus ratos libres graba covers con la banda punk Squarepants en la que canta (hermano, para m谩s datos, del escritor Mart铆n Tufr贸, Sextaesencia).
No habr谩 nunca manera de saber qu茅 tempestades atravesaban los pensamientos de Latr贸nico (ella misma poeta, adem谩s de docente). Verificado el promedio de Francisco Tufr贸, la rectora cit贸 al alumno para transmitirle el magno requerimiento (a la vez, una recompensa). El joven le respondi贸 que 鈥減or mis ideales, preferir铆a no acompa帽ar la bandera鈥. 鈥溌縑os ten茅s alg煤n motivo religioso por el cual no pod茅s llevar la bandera?鈥, le pregunt贸 Latr贸nico, herida por el latigazo del alumno mientras recordaba (pero ya era tarde) que Tufr贸, pese a los muchos reproches y advertencias que por eso se le hicieron, nunca cantaba el Himno argentino en los actos escolares. Lo m谩ximo que las autoridades del colegio hab铆an conseguido era que el joven escuchara en silencio esas estrofas en las que no cree y a las que, por convicci贸n personal, se niega a prestar su voz o su cuerpo. Pero el alumno punk no se resist铆a a escoltar la bandera por razones religiosas. 鈥淥 sea 鈥搑eflexionaba m谩s tarde鈥, que en el colegio se aceptan los motivos religiosos, pero no los ideol贸gicos. Si yo fuera testigo de Jehov谩 estar铆a cubierto, pero si quiero sostener una idea propia, entonces no.鈥
La rectora no tuvo m谩s remedio que 鈥渃onsiderar la negativa del alumno como falta grave鈥 y comunicar a los padres de Francisco sus 鈥渞epetidas faltas de conducta鈥. La respuesta de los padres fue justa y severa: aunque no adscribieran a la posici贸n de su hijo, no pod铆an sino respaldar su juicio. Latr贸nico convoc贸, entonces, a un Consejo de Profesores, el organismo que se encarga de sancionar las faltas al C贸digo de Convivencia que rige en el colegio, para que decidiera la pena para el negador de los s铆mbolos patrios.
El Centro de Estudiantes del colegio mont贸 en c贸lera y multiplic贸 las asambleas para denunciar los atropellos a los que se los someten. Tufr贸 decidi贸 no participar en esas asambleas porque siente que la dirigencia estudiantil 鈥渆st谩 conmigo porque les conviene鈥 y no quiere, con l贸gica de hierro, que su caso se use como bandera 鈥減ara lograr los objetivos del Centro contra el Rectorado鈥.
Si hubiera sido sancionado (鈥減ueden hacer cualquier cosa: suspenderme, cambiarme de curso, echarme, etc.鈥, pensaba el alumno el martes pasado), la familia de Tufr贸 estaba dispuesta a apelar la medida ante la Justicia, alegando 鈥渆l derecho humano de libertad de conciencia鈥.
Por supuesto, nada de eso sucedi贸. El solemne Consejo reunido el mi茅rcoles 10 se limit贸 a sugerir (驴pedir, ordenar?) al d铆scolo tercer promedio que respetara los s铆mbolos patrios. 驴Qu茅 otra cosa pod铆a hacer cualquier consejo, cualquier corte, ante alguien que dice, como Bartleby, que prefiere no hacerlo? Una cosa es enfrentarse con un sedicioso que quema la bandera, otra cosa es enfrentarse con un cultivado usuario de GNU/Linux, lector de Toni Negri y de Naomi Klein que le da la espalda.
Ignoro qu茅 ense帽anzas pol铆ticas, econ贸micas y morales podr铆an deducirse de la conducta de Francisco Tufr贸, pero entiendo que hay algo en su actitud que lo convierten en un h茅roe de nuestro tiempo. Hamlet se debat铆a tontamente entre ser o no ser. Bartleby, m谩s modestamente (y de manera m谩s radical), se limitaba a contestar siempre lo mismo: 鈥淧referir铆a no hacerlo鈥. Lo misma actitud tuvieron los ahorristas que prefirieron no seguir guardando sus ahorros en los bancos. O quienes prefirieron no seguir consumiendo (en Nicaragua, en la Argentina, en Alemania o losEstados Unidos). O quienes preferir谩n no votar nunca m谩s en elecci贸n alguna.
La debilidad actual del capitalismo es que ha basado su supervivencia no en una econom铆a de la necesidad (aunque los argentinos no podamos hoy tener ni siquiera eso) sino en una econom铆a del deseo. Bastar铆a que las muchedumbres acomodadas del mundo dejaran de tener deseos (de consumir moda, de ir al cine, de comer afuera, de cambiar sus autos, de viajar o de comprar computadoras) para arruinar definitivamente las fantas铆as de derecha de la globalizaci贸n. Y ante ese compartido rumor (鈥減referir铆a no hacerlo鈥) no habr铆a punici贸n posible. Ahora se entiende cabalmente el misterioso final del cuento de Melville: 鈥溌h Bartleby, oh humanidad!鈥.
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