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Domingo, 30 de abril de 2006
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Libros > La polémica sobre Malvinas que sólo se da por escrito

La guerra de Malvinas no ha sucedido

Desde el mismo momento en que comenzó, la guerra de Malvinas se convirtió en tema de libros escritos al calor del conflicto. Con el correr de los años, esa literatura sobre la guerra creció bajo las formas más diversas: novelas, ensayos, testimonios, textos militares, investigaciones históricas y denuncias políticas. Sin embargo, lo hizo a la sombra de un ensordecedor silencio social. La reedición del polémico Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia, de León Rozitchner, y la publicación del exhaustivo Las guerras por Malvinas, de Federico G. Lorenz, intentan, una vez más, echar luz sobre el manto de neblina que parece envolver al debate por Malvinas.

Por Claudio Zeiger
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Volver a los libros sobre Malvinas –volver a Malvinas– es pasar una y otra vez por la sinuosa superficie de un enigma irresuelto. Y no porque todavía quede mucho por descifrar acerca de la trama secreta de la guerra sino porque otra vez quedamos tristes y azorados frente al enigma que anida en nosotros mismos de, en el fondo, no saber qué decir, no saber qué pensar, no poder sacar una conclusión más o menos concluyente, más o menos honesta con nosotros mismos. Como si la verdadera pregunta sin respuesta fuera esa formulada con clarividencia en el cantito nacido a finales de la dictadura: ¿qué pasó con las Malvinas? Por eso, seguramente, la solución más a mano seguirá siendo el perezoso y monótono recurso de tildar a la ocupación y la guerra de algo “absurdo” o “delirante”, y seguir de largo hasta un nuevo abril. Mientras tanto el silencio, el largo silencio social como si efectivamente las islas, la dictadura que la generó, los soldados, los muertos y los sobrevivientes, se hubiesen quedado para siempre tras su manto de neblina.

“Hace diez años, al comenzar esta investigación recibí, al comentar a mis compañeros y docentes del profesorado mi intención de ‘trabajar sobre Malvinas’, cuestionamientos como éste: ‘¿No estarás a favor de los militares, vos?’.”
Federico G. Lorenz

Desde luego, este silencio colectivo tan espeso como silencioso y largo, esta negativa férrea a considerar a la guerra como un hecho en sí, contrasta con la profusión de suplementos especiales para el mes de abril y la bibliografía disponible, que no sólo se va engrosando con el correr de los años sino que se ha ido diversificando en literatura, historia, testimonios y otros géneros (y donde no ocupa un lugar menor la parte militar: quizá la bibliografía sobre Malvinas sea uno de los escasísimos ámbitos donde confluyen civiles y militares).

Malvinas como enigma no resuelto, trauma no superado, pero sobre todo tema pendiente y controversial, olvidado y resistido. Esta es la percepción compartida (aunque con diferencias de punto de vista, se verá) por autores de libros nuevos y viejos sobre Malvinas, que a decir verdad pueden empezar a arrojar, desde su intervención en la arena pública, algo de luz a quienes quieran correr la aventura de descifrar ese enigma en sí mismos. Publicado en 1985, escrito poco antes de la guerra y durante la guerra, en Caracas, como respuesta a la declaración del Grupo de Discusión Socialista (emitido en el exilio mexicano en mayo de 1982) y de flamante reedición, Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia (Losada) trae un prólogo actual donde su autor, el filósofo León Rozitchner, lo plantea como un debate pendiente en los términos en que había sido planteado y que quedó como un trozo de historia congelado.

Hay varios debates que todavía quedan pendientes en la Argentina sobre hechos cruciales de su historia reciente. La aventura de la guerra de Malvinas permanece aún sin poder plantearse críticamente, es un fragmento de historia congelada no ya por la derrota de las Fuerzas Armadas que se habían apoderado del poder, y de la cual ya ni se habla o sólo se la rememora con letras coloradas en el almanaque de las fechas patrias. Es mucho peor todavía: “permanece congelado por los políticos o intelectuales ‘progresistas’ o de izquierda que le dieron, y justificaron teórica y políticamente, su apoyo contrariando la mínima cordura”.

Por su parte, en Las guerras por Malvinas (Edhasa), uno de los nuevos libros acerca del tema, el historiador Federico G. Lorenz plantea que “la guerra de Malvinas sigue siendo hoy un tema profundamente controversial. Incomodidades, resquemores o directamente prejuicios a partir de ideas superficiales acerca de ‘lo militar’ y ‘lo nacional’, cuando no directamente dificultades generacionales u originadas en la propia experiencia, alimentan el problema que genera Malvinas para algunos actores intelectuales, sobre todo dentro del campo vagamente llamado ‘progresista’”. Como se empieza a ver, el problema vendría a estar instalado en el terreno del progresismo o la izquierda (siempre entre comillas ambos términos).

Pero sin dudas hay algo más general, más abarcador, quizá más profundo en todos nosotros. Una incomodidad que Lorenz ilustra en su prólogo con una anécdota: “Hace diez años, al comenzar esta investigación recibí, al comentar a mis compañeros y docentes del profesorado mi intención de “trabajar sobre Malvinas’, cuestionamientos como éste: ‘¿No estarás a favor de los militares, vos?’ Pero a la vez éstos eran proporcionales a la suspicacia con la que fui recibido por algunos ex combatientes, o funcionarios militares: ‘Estamos cansados de que nos desprestigien’”.

Quizá se pueda inscribir en este orden de dificultades la reciente reedición de Los pichiciegos de Fogwill (en editorial Interzona) en cuya contratapa el autor no sólo reafirma lo que dijo desde el vamos –que esta novela no fue escrita contra la guerra– sino que ahora da un paso más al señalar que en verdad escribió la novela, podría decirse, de espaldas a la guerra: “Al escribirla estaba lejos del autor cualquier preocupación sobre el acontecimiento. Como decía por entonces –digo–, estaba escribiendo sólo acerca de mí, de la revolución, la contrarrevolución, el amor, el comercio, la democracia que sobrevendría”. El carácter profético que vino a adosarse a Los pichiciegos desde su segunda reedición a mediados de los ’90 como prefigurador del menemismo borra el “acontecimiento” de la guerra de uno de los libros que más allá de las interpretaciones a las que se lo someta, se pensaba emblemático del “canon Malvinas”.

Sea como fuere, venga por donde venga, el asunto es que Malvinas se cae del mapa. Como si la guerra de Malvinas en cierta forma no hubiera sucedido en un plano real sino en un tinglado de delirio y absurdo, escapando a las posibilidades de la razón. Pero ¿es posible llegar a una verdad sobre Malvinas? ¿Es posible pensar Malvinas?

Antes y después de la derrota

Y también lo sabemos: sí tuvo lugar la guerra, sí sucedió. Y sucedió como una inevitabilidad de la historia. Malvinas puso en marcha una máquina arrolladora: máquina de guerra y máquina política al mismo tiempo que se terminó llevando puesta a la dictadura después de haber caído en el triunfalismo y el patrioterismo (que es gran responsable de la incomodidad que genera Malvinas) y que activó de manera formidable la política que, entrada en democracia, rápidamente empezó a olvidarse de los ex combatientes. Sobre esa máquina imparable en el momento en que arranca, habla Rozitchner. Es impactante la nota al pie que se lee en la página 44 de su libro. “Esta respuesta fue escrita en esa fecha (el 20 de mayo de 1982) como si el resultado fuese ya dado: tal era la convicción de la derrota percibida y comprendida desde el exterior.”

Si bien el núcleo del ensayo de Rozitchner es la respuesta puntual, frase a frase, de la declaración del Grupo de Discusión Socialista, interesa especialmente la retórica elegida por el autor: una fuerte subjetividad que lo lleva a afirmar: “declaro humildemente: he deseado el fracaso de la guerra emprendida por los militares en las Malvinas”; “Lo confieso: yo deseé la derrota de la Argentina en el mundial de fútbol”; “Mi deseo me condena a caer fuera de la realidad deseando y sintiendo y pensando contra ella y en oposición a ella: traicionando desde mi pequeña y mezquina corporeidad que no sabe sino desear el mal”.

En fin, si éstos fueron los términos de la polémica por entonces (que viene hasta nosotros como un trozo congelado e intacto de la historia), hoy puede agregarse que el ensayo de Rozitchner se ha reconvertido en un testimonio (sin dejar de ser un ensayo, claro está) que ingresa al debate sobre el giro subjetivo: la fortísima subjetividad de apátrida asumido, de traidor y aguafiestas de Rozitchner, a partir de la cual polemiza contra lo que considera la sinrazón de la izquierda, está en los antípodas de los “riesgos” de irreflexividad, colorido insustancial y deformación emotiva de los recuerdos que se pueden achacar a la memoria de los que estuvieron o vivieron y fueron atravesados por la experiencia, pero que no han adquirido ciertos manejos metodológicos y retóricos como para hacer las tesis de sus propias vidas.

Malvinas para pensar

“La intención de este texto es justamente la posibilidad de ir y venir entre uno y otro espacio: la reivindicación de la experiencia individual como una forma de devolver complejidad a las explicaciones históricas, pero sin que esto nos lleve a perder de vista sus circunstancias.”

Así, Lorenz entiende el trabajo que efectivamente llevó a cabo en Las guerras por Malvinas, trabajo que no puede más que elogiarse sin reservas. Su modo desprejuiciado y abierto de tomar en cuenta los testimonios de los diferentes implicados y de analizarlos en contexto histórico, su forma de incorporar de una vez por todas la literatura de Malvinas como fuente importante (ejemplo, Las islas de Gamerro, y una especial mención a un texto olvidado entre los críticos como Arde aún sobre los años de Fernando López), el rescate de algunos aspectos que parecen menores frente a la magnitud de la guerra pero que recrean vívidamente (por ejemplo, la situación de los padres de los desaparecidos en Malvinas) y sobre todo el intento –que en este libro se diseña, pero que además podría servir de base para la futura tanda de libros del “canon Malvinas”– de plantear, de si es posible plantear, la especificidad de Malvinas.

“De algún modo, el impacto traumático de la dictadura ha generado una dificultad para pensar algunos procesos por fuera de esa matriz. Si bien es cierto que la guerra se produjo durante la dictadura y fue ésta la que la produjo, este hecho insoslayable en el análisis no debe borrar la especificidad del conflicto, sobre todo por la cantidad de elementos complejos que confluyeron en la conformación de las diversas experiencias y narrativas acerca de la guerra que hemos descripto. Malvinas, y con ella sus protagonistas, pierden especificidad en el contexto más amplio de las violaciones a los derechos humanos, que construyó una víctima genérica en los años ochenta. No resulta extraño, entonces, que el discurso patriótico, patrimonio de las Fuerzas Armadas por acción u omisión de los demás actores sociales, continúe siendo eficaz, aunque haya sido pisoteado por los acontecimientos de 1982. Sucede que para los sobrevivientes, para los familiares de los muertos –y para muchos argentinos– es el único que sigue hablando de una marca a fuego en sus historias: la guerra.”

Nacido en 1970, Lorenz vendría a pertenecer a una generación pos Malvinas pero con memoria emotiva como para tener un punto de vista subjetivo del cual partir, para confrontar, ya como investigador, con otras voces y otras versiones. Esta cuestión generacional e identitaria sigue siendo crucial en el caso de las Malvinas, ya que muchos aspectos de su imaginario emparientan a la guerra con la juventud, y no por nada indagar qué hizo y qué hace la sociedad argentina con sus jóvenes es uno de los aspectos más y mejor investigados en Las guerras por Malvinas.

Entre la subjetividad y la seriedad a la hora de pensar Malvinas, aquel texto urgente de Rozitchner que partía de impugnar a quienes apoyaron críticamente la ocupación y esta investigación que acepta lo sucedido como el punto de partida que no se puede torcer, coinciden en llamar la atención sobre el divorcio entre progresismo y Malvinas, si bien proponen diferentes caminos para la interpretación. Son, podría decirse, bienvenidas invitaciones a la incomodidad.

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