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Domingo, 15 de octubre de 2006
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Literatura y mercado

Hallazgos : La increíble literatura del mercado de Onitsha

Durante décadas, en la ciudad nigeriana de Onitsha, se dio un fenómeno único de la literatura: el mercado de ese gran centro comercial y educativo de Africa Occidental vio proliferar una literatura popular —con imprentas, editoriales, librerías y autores— que abastecía con millones de ejemplares a un pueblo educado que atravesaba su proceso de descolonización. Hoy, aquel paraíso ha sido arrasado por la guerra y el hambre. A modo de consuelo, una biblioteca universitaria publicó online parte de aquel tesoro.

Por Mariana Enriquez
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“¡Onitsha! Siempre había querido verla. Existen nombres mágicos que hacen aflorar asociaciones atractivas y multicolores: Timbuctú, Lalibela, Casablanca... También pertenece a ellos el nombre de Onitsha. Es una pequeña ciudad de Nigeria oriental que alberga el mercado más grande de Africa, tal vez incluso del mundo. Me ha fascinado siempre porque es el único caso de mercado que conozco que haya creado y desarrollado su propia literatura: la Onitsha Market Literature (Literatura del Mercado de Onitsha). En la ciudad viven y trabajan decenas de escritores nigerianos cuyas obras son editadas por docenas de editoriales del lugar, que tienen en el mercado sus propias imprentas y librerías... La literatura tiene que cumplir una función, consideran los autores de Onitsha, y en su mercado encuentran un enorme auditorio que busca experiencia y sabiduría. Quien no tiene dinero para comprarse el folleto o simplemente no sabe leer, puede escuchar su mensaje por un céntimo, porque ése es el precio de la entrada a las veladas con el autor, que a menudo se celebran a la sombra de los tenderetes con naranjas o con batatas y cebollas.” Así contaba Ryszard Kapuscinski, en Ebano, su libro de crónicas africanas, la estructura y vitalidad de la literatura popular de Onitsha, Nigeria, a mediados de los años ’60. La vívida y casi alegre estampa no guarda relación alguna con la realidad actual: aunque el mercado todavía existe, la literatura que producía no sobrevivió a las guerras civiles nigerianas, y la ciudad es una de las más peligrosas y pobres de Africa Occidental, lo que realmente es decir mucho.

Pero Onitsha tuvo su edad de oro cuando, en 1947, se convirtió en la primera ciudad de Nigeria –y pionera en la región– en publicar libros de forma masiva. Y no sólo eso. Situada a orillas del río Niger, en la zona del pueblo Igbo –etnia que siempre sobresalió en las empresas y el comercio– la ciudad era el gran centro comercial y educativo de Africa Occidental. Su prestigio descansaba en el mercado, pero también en la clase educada –producto del colonialismo– que llegaba a la ciudad para trabajar o educarse en las prestigiosas escuelas: el Christ The King College, el Metropolitan College o la Washington Grammar School, entre otras instituciones, como el famoso “Varsity del río Niger”, el St. Charles Teachers’ Training College. Salvo la Biblia, los textos escolares y algún libro importado de Gran Bretaña, la clase educada que vivía en Onitsha no tenía qué leer. Y así se originó la literatura local, un fenómeno único, casi sin par en el mundo.

Panfletos de una transición

Los primeros autores de la Literatura del Mercado de Onitsha fueron los miembros de la elite de la ciudad. Algunos de ellos, como Cyprian Ekwinski (uno de los pioneros, farmacéutico), Chinua Achebe y Mariame Bâ, lograron trascender y convertirse en escritores “legítimos” y de proyección internacional, más allá de sus inicios como autores de panfletos y folletines. La clase educada de Onitsha pensaba fundamentalmente en los lectores; y en los años ’60, con el país recién independizado, comprendieron la importancia de la lectura para la creciente población letrada, y su necesidad de herramientas para entender los cambios, las tensiones del paso de la colonia a la independencia y la modernización. Escribían en un inglés muy sencillo para los taxistas, mecánicos, maestros de escuela y comerciantes; y pronto las publicaciones se hicieron tan populares que lograron distribuirse en toda el Africa Occidental de habla inglesa. Cuando se habla de fenómeno masivo, hay que entenderlo de forma literal: de cada libro de literatura de Onitsha se imprimían al menos dos millones de ejemplares; iban a parar a agentes y de ahí a vendedores de libros (la mayoría callejeros). Los contenidos y temas de la literatura de Onitsha eran muy variados: folletines de amor, poemas y sainetes (que más tarde eran representadas por las numerosas minicompañías de teatro que actuaban allí mismo), comedias de bulevar, vodeviles y farsas populares. También abundaban las historias didácticas y las guías prácticas. De todo tipo. Consejos de supervivencia como el libro No confíes en nadie porque el ser humano es tramposo y difícil o fábulas morales como Sobre el esposo y la esposa que se odian o libros de aventuras como Ninguna condición es permanente, que detalla las tribulaciones que el protagonista debe atravesar para conseguir éxito en el ajetreado ambiente urbano de la Nigeria moderna. Se ignoran cuántos títulos fueron publicados. La literatura de Onitsha y el mercado fueron destruidos durante la guerra biafrana, entre 1967 y 1970: las provincias del sudeste de Nigeria intentaron separarse e independizarse como la autoproclamada República de Biafra. La guerra civil subsiguiente causó tres millones de muertos, una tristemente célebre hambruna y acusaciones de genocidio hacia el pueblo ibo. Un dato puede dar idea del desastre humano: en 1971, y a raíz de esta guerra, se creó la ONG Médicos sin Fronteras.

El rescate

Más allá del puñado de escritores surgidos de Onitsha que lograron inscribirse en el cuerpo de la literatura africana, los autores del mercado fueron olvidados por completo tras los desastres de la guerra. Si bien el mercado volvió a levantarse, la ciudad jamás se recuperó: hoy está superpoblada y controlada por líderes de pandillas, mafiosos varios y señores de la guerra que se disputan un territorio casi sin transporte urbano y con rutas en estado calamitoso. Desde los años ’70 que no se recopila la literatura de Onitsha en un volumen, pocas universidades (y casi todas norteamericanas) conservan colecciones y los textos casi pertenecían a la leyenda, buscados y deseados por antropólogos e historiadores. Pero ahora la Biblioteca de la Universidad de Kansas digitalizó y publicó por primera vez, y para el público más amplio posible, la totalidad de su archivo de literatura de Onitsha, con los panfletos y libros escaneados, listos para ser impresos, en formato PDF, con tapas e ilustraciones originales –y con permiso para ser bajados–. (La dirección es http://onitsha.diglib.ku.edu/index.htm.) Allí hay manuales sobre cómo escribir una buena carta para pedir la mano de una chica (“Nunca hay que ostentar si se tiene dinero o propiedades; eso debe investigarlo la pretendida”), obras de teatro románticas ilustradas con personajes blancos (herencia colonial) pero pensadas para actores negros y hasta codificaciones extensas de usos y costumbres del pueblo ibo. El redescubrimiento y la aparición virtual de la hasta ahora desaparecida (o elusiva) literatura de Onitsha no sólo proviene de los claustros: en la intensa ciudad que la vio nacer, existe una incipiente industria de cine de bajo presupuesto –Nigeria se caracteriza por su precaria pero voluminosa producción cinematográfica– cuyos guiones se basan en aquellos panfletos, especialmente en los pulp o policiales, que de alguna manera anticipaban estos nuevos años violentos.

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