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Domingo, 25 de agosto de 2002
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Video

Roma rojo shocking

Se hizo justicia: lanzaron la versión (casi) completa de
Rojo profundo, la obra maestra de Darío Argento que los fanáticos se
habían acostumbrado a ver mutilada.

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Por Mariano Kairuz

”De niño me daba miedo ir al baño, porque había que atravesar un pasillo oscuro. Mi madre siempre se quejaba de que yo dejaba las luces prendidas. Yo la odiaba por eso, y a veces pienso que si en mis películas tiendo a matar más mujeres es porque la veía como a una especie de monstruo.” Convencido de que la niñez es el momento propicio para producir daños psicológicos profundos en una persona, Darío Argento narró este detalle autobiográfico a un medio norteamericano a propósito del lanzamiento de su última película, Non ho sonno (“No tengo sueño”, o Sleepless), pero la anécdota guarda más de un punto de contacto con una de las obras maestras del maestro del giallo: Rojo profundo.
Cuando los fanáticos de Argento –esos que habrán fatigado la copia de Profondo Rosso que exhibe cada tanto la Filmoteca Buenos Aires–no han recuperado aún el aliento después de ver la intensa Non ho sonno en la última edición del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires, buenas y sangrientas novedades asoman en el horizonte. A 27 años de su estreno y 2 de la muerte de su guionista, Bernardo Zaponni, la flamante reedición en video de Rojo profundo es una oportunidad inusual para acercarse al cuerpo (casi) completo de un film que solía verse mutilado. Para tranquilidad de cualquiera que haya visto un par de títulos del director –en especial Suspiria o Creepers–, la nueva copia no reduce en absoluto la impresión surrealista y la textura de pesadilla ya estaban presentes en la versión disponible hasta el momento. Porque ni la casi media hora de metraje restituido, ni el formato de pantalla más apropiado, ni los diálogos en el italiano original (en vez del insoportable doblaje al inglés) empujan la narración hacia la estructura de un policial detectivesco convencional. Es cierto que alguna escena inicial, ahora reinjertada, deja un poco más claro de dónde sale el protagonista, un virtuoso pianista de jazz (David Hemmings después del Blow Up de Antonioni), pero nunca explicita sus motivaciones: más allá del sangriento asesinato que presencia por azar una noche en Roma, nunca sabremos por qué Marcus decide sumergirse de lleno en una investigación complicada, riesgosa y plagada de intuiciones sobrenaturales. Y también se puede apreciar mejor algunos detalles visuales, entre ellos, la imagen perturbadora, casi subliminal, que se oculta en la memoria del investigador y terminará resolviendo no el misterio –insoluble por su carácter sobrenatural–, sino, al menos, laincógnita de su autor. Una vez más, la atmósfera y la música estridente de The Goblins (en su primera colaboración con el director) se apoderan de la narración, imponiéndose sobre todo intento de desarrollo racional. Como su compatriota Lucio Fulci, Argento se propuso hacer un film que fuera como una pesadilla. Con éste y con el siguiente –Suspiria– lo consiguió. “El cine de terror no consiste en mostrar la realidad. Mis películas no son reflejos de la vida real sino de algo del alma, un miedo ancestral, ese temor olvidado que yo trato de recordar por el público. Estos films son similares a una pesadilla. Es otra dimensión: la dimensión del cine.” Así habla Argento a los 62 años, siempre renuente a develar los mecanismos que operan en su extraño cine. “Trabajo de una manera surrealista, como en un trance. A veces me despierto y comienzo a escribir cuando todavía estoy casi dormido. Cuando termino una película, siempre me sorprendo por las cosas que veo. Es como una escritura automática, como si otra persona me sugiriera ideas. Soy como un esquizofrénico. Es como si tuviera una segunda alma.”

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