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Domingo, 10 de diciembre de 2006
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Música > Eli-u canta en Buenos Aires

La princesita

Cuando murió, hace dos años, Gustavo “El Príncipe” Pena dejó una historia aún sin contar, un culto musical camino al mito y un centenar de canciones sin editar. Ahora, su hija Eli-u las rescata de grabaciones caseras y cassettes casi perdidos y las devuelve al escenario para que la muerte de su padre no mate sus canciones.

Por Martín Pérez
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En el verano del año en el que murió su padre, Eli-u y su compañero Bruno Masci se fueron de vacaciones a Cabo Polonio. Se habían pasado todo el año sumergidos en los archivos musicales de El Príncipe, descubriendo canciones perdidas en cassettes olvidados, y necesitaban el descanso. Apenas llegaron a lo de un amigo, mientras éste cocinaba para los tres, le hicieron escuchar algunos de esos temas rescatados. “Fue una especie de concierto”, explica Eli-u, que recuerda que deben haberle tocado con Bruno –integrante del grupo uruguayo El Club de Tobi– unos ocho temas. “Qué bueno... ¿van a tocar en algún lado, no?”, dijo su amigo cuando la comida estuvo lista y el minirrecital llegó a su fin. Eli-u y Bruno se miraron: ni se les había cruzado por la cabeza. Antes de que hubiesen terminado de comer, ya les habían arreglado para tocar ahí, en Polonio. Ahí fue donde comenzó la historia que llega hasta hoy, con la hija de El Príncipe cantando las canciones perdidas de su padre, acompañada por su pareja Bruno –sin él, asegura, nunca se hubiese atrevido– y un grupo que se completa con Paolo Buscaglia en percusión y Cototo en bajo. Son Eli-u y el Tri-ugu. “No es un seudónimo, yo me llamo así: Eli-u Pena. Con el guión en el medio. Y en solidaridad con el nombre, digamos, el grupo se llama así”, explica Eli-u, y sonríe. Lo hace porque logró resumir el laberinto de la explicación de su nombre en pocas palabras, seguramente. Y porque sabe que ese nombre le hace honor a las canciones de su padre, Gustavo Pena, más conocido como El Príncipe, que desde su súbita muerte dos años atrás se transformó en un nuevo mito póstumo de la música popular uruguaya.

APROVECHAR EL TIEMPO

Cuando escucha decir que la de su padre fue una muerte temprana, Eli-u se enoja. Para ella, su padre se murió cuando debía morirse. “Era diabético y no se cuidaba, así que estaba siempre en la cuerda floja”, dice sin ninguna dureza, sólo con la seguridad que le da el haber estado atenta a la salud de su viejo desde un año antes de su muerte, cuando tuvo un problema de salud muy serio, y del que, asegura, nunca se terminó de curar. “Así que no es que su muerte fuese inminente, pero yo me daba cuenta”, explica. “Porque desde ese momento no dejó de componer y componer.” Como si hubiese querido aprovechar el tiempo que le quedaba para cumplir con lo que llamaba su tarea: hacer música. Mito de boca en boca en Montevideo, El Príncipe fue un músico secreto que se empezó a hacer escuchar allá por los años ’80, cuando todo era rock y él formaba parte de dos o tres grupos simultáneamente: hacía jazz rock con El Buraco Incivilizado, power trío con Laranararaca y una extraña fusión con El Autobombo, un cuarteto de guitarra, trombón, violín y contrabajo. Su carrera siguió casi en secreto y sin testimonio discográfico alguno, pero sus canciones y su presencia cada vez más etérea habían logrado llamar la atención de la tan heroica escena musical uruguaya. Pero junto con la edición su demorado álbum debut, el re-gistro de un show acústico bautizado El Recital, llegó la noticia de su muerte. “Siempre pasa lo mismo en Uruguay”, se quejó entonces Rubén Rada, uno de los tantos fanáticos de El Príncipe. “¿De qué le sirve a Gustavo que se hable de su música ahora que está muerto? Hacerlo ahora es tan injusto como estéril.”

ANGEL DE LA CIUDAD

Como si fuesen ingenuas, pero no. Así son las canciones de El Príncipe. Sus mejores temas, como el ya clásico “Angel de la ciudad”, “Pensamiento de caracol” o “Nada” son canciones etéreas y urbanas, emocionantes canciones infantiles para adultos. Eli-u las canta mejor que nadie, mejor incluso que sus discos, en los que no se alcanza a percibir la magia de la interpretación, todo eso que hizo que El Príncipe se fuese convirtiendo de a poco en un cantante de culto en Montevideo. “Para iniciarse en la música de mi padre, hay que empezar por El Recital”, avisa Eli-u, refiriéndose a ese disco grabado en 2002 en la sala Zitarrosa, con la compañía de El Club de Tobi y en cuyo repertorio –además de los temas propios– se incluyen canciones de Color Humano, Bob Marley, Zitarrosa y Fito Páez, entre otros. Desde entonces, han salido un par de discos más de El Príncipe, como La fuente de la juventud (grabado en 1991) y también Amor en el zaguán junto a Nico Davis, editado en Argentina por el sello Los Años Luz. Pero desde mediados de este año, en que debutó en Buenos Aires con el Tri-ugu, la mejor forma de conocer la música de El Príncipe es a través de los shows de Eli-u. “No soy muy ambiciosa en esto de la música”, asegura esta pequeña cantante que nunca soñó con serlo, pero que siempre llevó la música en las venas. “Me acabo de recibir de psicóloga, y cuando me den mi carnet comenzaré a vivir de eso. Las canciones de mi padre las canto porque me gusta hacerlo con mis amigos, y porque me parece importante que haya más gente que conozca su música. No sé, yo pondría a más gente a escuchar a Spinetta, por ejemplo. Y a mí la música de mi viejo me hace bien.”

Eli-u y el Tri-ugu tocan esta noche en Espacio Ecléctico, Humberto Primo 730. A las 22. Entrada: $ 15 (incluye consumición).

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