Foto: Nora LezanoPara ubicarme en el tiempo suelo tomar como referencia, entonces, los mundiales de f煤tbol. Mi primer viaje a Europa coincidi贸 con el Mundial de Alemania, donde triunf贸 el equipo local. Por lo tanto fue en 1974. Cuando transitaba mi corto paso por la secundaria, se jugaba el Mundial de Suecia. Entonces, era 1958. La guerra de Malvinas toc贸 a su fin cuando yo estaba en Espa帽a para el Mundial del 鈥82. Y 茅se fue el a帽o, es f谩cil recordarlo, en que conoc铆 a Serrat.
Hab铆a sido una jornada amarga para los argentinos. Est谩bamos en una pizzer铆a de compatriotas en Barcelona y, pocas horas antes, la Argentina hab铆a perdido 1 a 0 contra B茅lgica en el partido inaugural, en el Camp Nou. Dentro de la desaz贸n, alguien nos avis贸 al Crist y a m铆, que el Flaco Menotti estaba con un grupo de amigos en el 鈥348鈥. Y que entre ese grupo de amigos se encontraba Serrat. El Flaco me lo present贸. Fue apenas un saludo corto, un apret贸n de manos y unas palabras de circunstancia dentro del ambiente de desencanto que se viv铆a.
Al a帽o siguiente, Joan vino a cantar a Rosario y volvimos a encontrarnos. En la Argentina, 茅l ten铆a el mismo representante que Les Luthiers y yo hab铆a empezado a colaborar con el grupo. Fue el f煤tbol el que volvi贸 a reunirnos. Nos juntamos en mi casa a ver un partido por televisi贸n entre Independiente y Estudiantes por la Copa Libertadores.
A帽os despu茅s, Joan cantaba en el estadio de Newell鈥檚, algo inusual porque generalmente lo hab铆a hecho en el de Rosario Central, el Gigante de Arroyito. Yo me hab铆a acercado a los vestuarios 鈥攑ese a que el lugar me resultaba (como dir铆a P茅rez Reverte) territorio comanche鈥 para estar con Joan antes del recital. Aparecieron algunos jugadores de 脩uls y le regalaron a Joan una camiseta y una pelota firmada por todo el plantel. Por supuesto, se arm贸, con algunos de los m煤sicos, un peloteo torpe y desma帽ado. En un momento Joan tom贸 la pelota y me dijo: 鈥淨u茅 lindo debe ser salir a la cancha, con el equipo de uno, a jugar un partido de Primera鈥. Lo dijo 茅l que, minutos despu茅s, saldr铆a a la cancha para recibir, solo, la ovaci贸n de unas 20 mil personas.
No puedo precisar en cu谩l de las pocas casas en donde viv铆 fue que escuch茅, por radio y por primera vez, una canci贸n de Serrat. De lo que s铆 estoy seguro es que yo estaba en mi mesa de dibujo. Es una Dupuy que tengo desde los 15 a帽os y ha constituido siempre una suerte de casa chica dentro de la casa. Joan cantaba 鈥淭u nombre me sabe a hierba鈥. Dej茅 de dibujar para escucharlo. No soy un mel贸mano ni un especialista en m煤sica, pero aquello me sonaba muy diferente a todo lo espa帽ol que hab铆a escuchado antes, a trav茅s de Lolita Torres, Sarita Montiel o Pedrito Rico. Incluso esa tarde le coment茅 a mi amigo hist贸rico, Fernando: 鈥淗oy escuch茅 a un espa帽ol que me pareci贸 buen铆simo鈥.
Hoy por hoy, cada vez que se anuncia que Joan viene a cantar a Rosario, desde meses antes, me convierto en una especie de representante de Dios sobre la Tierra. En un fen贸meno de enamoramiento que atrapa por igual a hombres y mujeres, recibo innumerables llamadas de fan谩ticas y fan谩ticos solicitando mi intermediaci贸n para ver a Serrat, invitarlo a comer, entregarle cartas, poemas, peticiones, libros y promesas de amor.
Es raro estar con Joan en los camarines antes de un recital compartiendo una intimidad de bromas y ramploner铆as propia de amigotes (Joan es, fundamentalmente, un amiguero) y poco tiempo despu茅s asistir a lo que significa su aparici贸n ante el p煤blico desde las plateas de un teatro siempre, siempre, totalmente colmado. En esos casos prefiero darme vuelta y observar el auditorio, los pisos altos, en lugar de atender el escenario. Y me sigue conmoviendo el fervor, la entrega, la devoci贸n y la locura lisa y llana que se aprecia en un p煤blico que lo ovaciona y lo saluda de pie.
驴A qu茅 obedece esta sempiterna fidelidad de la gente hacia Serrat?, suelo preguntarme. Arriesgo unas pocas conclusiones bastante obvias. El fen贸meno no se debe a que 茅l sea un visitante consecuente desde hace muchos a帽os. Los resfr铆os vuelven puntualmente todos los inviernos y no son bienvenidos. Pienso que se trata, por sobre todas las cosas, de un ejercicio de cari帽o. Sabemos, sin duda, que Joan est谩 de nuestro lado, del lado de la gente, exceptuando, por supuesto, a aquellos que irrefutablemente no se lo merecen. Porque entre ellos y nosotros, se sabe, hay algo personal. Queremos a Serrat porque intuimos que Serrat nos quiere. Y porque, en persona, es absolutamente coherente con lo que escribe y canta. 鈥溌緾贸mo es Serrat?鈥, suelen preguntarme. 鈥淐omo lo pintan sus canciones鈥, contesto.
Este texto es parte del pr贸logo del libro Serrat, canci贸n a canci贸n, del periodista Luis Garc铆a Gil, que la editorial Alpha distribuye por estos d铆as en Buenos Aires.
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