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Domingo, 29 de julio de 2007
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Casos > ¿El fin de los motivos en el crimen?

Pelos y señales

Algo cambió en el policial: Marlowe y Spade resolvían los asesinatos reconstruyendo los motivos, las mentiras y los misterios de oscuros personajes y rubias debilidades alrededor del occiso. Con los años, en las series de televisión el detective contaba con la ayudita de un perito que siempre estaba en la escena del crimen y prometía tener pronto los resultados de algún análisis. Pero hoy el protagonista ya no es el detective, sino ese científico forense que resuelve crímenes y reconstruye escenas sin salir del laboratorio. ¿Es el fin de la psicología en el relato policial? ¿Vuelve Lombroso en versión ADN? ¿Es un efecto de los medios o ya a nadie le importa por qué matan a alguien si se encuentra un culpable?

Por María Moreno
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No sé si comparto la hipótesis. Me faltó investigación, vicio que recomiendo vivamente a menos que se sospeche que se es cornudo. Me dicen que en el relato de crímenes –al menos el de los medios– el eje se ha desplazado de la especulación sobre las causas a la determinación de quién es el asesino y que hay un hit forense: el de la prueba de ADN. Y yo, que a veces me comporto como Damonte Taborda en ocasión de su entrada al diario Crítica –Botana le pidió que escribiera sobre Dios y él le preguntó: “¿A favor o en contra?”– me sumo a vagas observaciones.

Hay sin duda un desplazamiento del relato psicológico con sus coordenadas edípicas y, cuando aún no se sabe quién es el asesino, su lista de injurias procesables o del sociológico-reaccionario –“busquen un negro”– a la papa de la pericia cuyos resultados casi coinciden con la sentencia: el ADN es Unabomber, Robledo Puch, Gilles de Res. Cuando el positivismo argentino sólo contaba con una lupa y un centímetro y bajo las ensoñaciones del Dr. Lombroso leía al criminal, antes de que éste siquiera levantara su bufoso, en las formas de las orejas y en las medidas del cráneo, ahora se pretende leerlo en cada célula de su cuerpo. La narrativa de Lombroso era barroca: la criminalidad era una forma de epilepsia donde la irrigación cerebral estaba extendida a toda la corteza; al observar cráneos de epilépticos dijo encontrar en la cresta occipital media una estructura semejante a la de las aves rapaces, los rasgos identificatorios eran tanto somáticos –orejas separadas, nariz grande, orejas en pantalla– como de códigos marginales –el tatuaje, pararse en una esquina, comer semillas de girasol, hacer cerámicas con inscripciones tumberas–. Ese discurso científico que hoy escuchamos como una rama de la literatura esperpéntica era defendida como a-literario y no ideológico, aun entre sus herederos de la prensa policial: Enrique Sdrech escribía “objetivamente”: “en la mano derecha de la occisa mayor había cabellos de la occisa menor”. Y como ayer los rasgos lombrosianos, hoy la prueba de ADN se exhibe como garantía de neutralidad, fin de la especulación que siempre arrastraría elementos subjetivos y punto final. Sin embargo sabemos que no siempre es la ignorancia lo que suele hacer que se tome mal una muestra, que se interrumpa un proceso en el laboratorio, que se dañe un cultivo. Y que no es lo mismo una prueba de ADN en manos de las Abuelas de Plaza de Mayo que en las del Dr. Menguele. Y una prueba de ADN a través de la que se identifica un cuerpo para, por ejemplo, el Equipo Argentino de Antropología Forense, no es el punto final sino todo lo contrario. Una nota en un periódico, un testimonio, un archivo, se le asocian para cuestionar una verdad meramente de laboratorio: ¿Hubo un traslado en El Vesubio? ¿Cuántos meses después de la fecha que la madre repite y repite? ¿Estaba X entre los trasladados? ¿Figura su nombre en la noticia del enfrentamiento? ¿En dónde? ¿Zona sur? Entonces puede ser unos de los exhumados en el cementerio de Y. Hay el 99% de que N. N. sea X .¿Operó tal fuerza? ¿Fue en el mismo operativo en donde también trasladaron a Z y a T? ¿Fue M el responsable?... Contra la idea de que la ciencia anularía intereses en pugna, ofreciendo una prueba incontestable, no puede decir “yo, argentino”.

Algunos de los programas en los que se resuelven casos más a fuerza de ciencia y laboratorio que de policía y deducción, son:

Cold Case
lunes a las 22 y domingo a las 23, por Warner Channel
Detectives médicos
lunes a viernes a las 18.30, por Universal Channel
Jordan, médico forense
martes a las 21 y domingo a las 14, por Universal Channel
CSI (la original)
lunes a viernes a las 19, por Sony
CSI Miami/ CSI New York
lunes a viernes a las
9 y a las 19, por AXN

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