Imprimir|Regresar a la nota
Domingo, 26 de agosto de 2007
logo radar
Música > Lily Allen en Buenos Aires

Ele Way

Problemática, irreverente, bocona, procaz, lírica y testimonial, la inglesa Lily Allen apareció como un síntoma del nuevo escenario musical cuando colgó su música en internet y se convirtió en un fenómeno que las discográficas no pudieron obviar. Ahora, con su primer disco editado y convertida en la voz del momento de la generación MySpace, llega a la Argentina.

Por Natalí Schejtman
/fotos/radar/20070826/notas_r/ele.jpg

Un buen día una londinense de 21 años tuvo la gran idea de subir sus canciones a su página en MySpace. En realidad, tenía ya firmado un modesto contrato con un sello gracias a los contactos de su padre actor, pero en la discográfica la tenían algo cajoneada. Para qué: como una especie de moraleja de los tiempos que corren, vuelan y les sacan la lengua a los soportes materiales y a la burocracia de la industria musical, unos 40 mil amiguitos virtuales de Lily Allen se bajaron en pocos días los temas colgados en su espacio, contagiaron a más y más oyentes y ovacionaron en comunidad ampliada a la princecita bochinchera nacida del mundo virtual, mientras ella veía, jactanciosa como es, de qué manera esos gritos silenciosos hacían despertar de su letargo a la compañía, que ahora se relamía colocándole a Lily la corona de las tres P: Perfecto Producto Pop.

Seductora, saltarina y agrandada, la señorita Allen vino a sumarle hip hop floral, reggae femenino y voz soleada a la profusa escena de pop británico sub-25, y conquistó los rankings con su primer disco Alright, Still, un abanico de sonidos refrescantes y satinados, lleno de observaciones de cronista movediza, venganzas patoteras de pibita que masca chicle con la boca abierta e historias de amor no correspondido de adolescente muy experimentada y procaz pero romántica al modo de los cantantes latinos. Su currícula de lengua indomable --se pelea con toda la escena, la echaron de un colegio tras encontrarla practicándole sexo oral a un compañero--, infancia agitada --paso por otros 12 colegios, consumió y vendió mucho éxtasis siendo casi una nena y los relatos de sus noches se ven doble-- y familia contactada --Joe Strummer era gran amigo de su padre--, cuenta con una cucarda de alta cotización: por motivos ambiguos que incluyen una detención en Los Angeles por agredir a un fotógrafo, le fue revocada su visa de trabajo en Estados Unidos y hubo mucha tensión sobre si iba a tener que cancelar o no la gira, aunque su gente salió a decir que nada había sido tan grave. Lily suele contar todo online, y así como un día preocupó a los fans cuando dijo que quería ser tan flaca como Amy Winehouse --raro en ella, siempre al ataque de las imposiciones estéticas-- y que había estado averiguando por el bypass gástrico, también se refirió al tema de la visa y aprovechó para insultar a George Bush.

Su veta de flaneur tiene algo de herencia de Mike Skinner, también conocido como The Streets, rapero reverenciado de la isla que supo pintar a los geezers (vagos) de su generación yendo de la cama a la Playstation. En el disco de Lily, la ciudad ocupa lugar de manera sutil ("Truth" es un reproche a un chico con fondo de balas y sirenas) y directa: en "LDN", ella recorre las calles a ritmo tropical y mira como transeúnte naïf dos tipos de ciudad: la London despejada, donde una pareja se mira enamorada y un joven quiere ayudar a una anciana con sus bolsas del supermercado y la nublada, donde la pareja resulta ser una puta y su proxeneta y el joven golpea a la vieja para robarle sus joyas y billetera. Pero donde Lily es única --aunque se huela una profunda admiración por la Blondie de los ochenta-- es en sus berrinches de chica veneno: "Smile" cuenta cómo ella sonríe, gracias a "una ayudita de mis amigos", cuando ve llorando a su ex, que la dejó y se está revolcando con otra (el video especifica: piñas por encargo, destrucción de departamento y laxantes en su taza de café). En "Not Big" destroza a otro viejo novio que se creía el chico 10, y le advierte: "Vamos a ver cómo te sentís cuando me levante a tus amigos". Lo mismo cuando deschava a su pobre hermano Alfie, en la canción circense que lleva su nombre: "Mi hermanito está en su cuarto fumando hierba / No entiendo cómo alguien puede ver tanta TV / Todo lo que haces es quedarte con tus juegos de computadora", le dice con compasión, entre muchas otras cosas.

Como ex chica problema con vida intensa, Lily tiene algo de veinteañera ya climatérica en cuestiones de sexo y amor. Pero por suerte la frescura de su personaje y sobre todo del irresistible Alright, Still, convierten ese absurdo estar de vuelta en una impostación tan agraciada como la de la nena que se usa el maquillaje de su mamá, una madre que tal vez ahora que la nena está encarrilada en esto de la música, empiece a preocuparse por su hermanito Alfie...

Lily Allen se presenta el 31 de agosto en el Luna Park.

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.