Alguien escribió que "las visiones de un hombre en movimiento son difÃciles de precisar". Sin embargo, Bob Dylan pocas veces fue más preciso y movedizo que en Don't Look Back: documental on the road de D. A. Pennebaker filmado en 1965 a lo largo de una gira inglesa, estrenado en 1967, y considerado con justicia una de las mejores y más influyentes y reveladoras rock-movies jamás filmadas.
Y lo es desde su segundo cero.
Ahà está el "héroe" de la pelÃcula que no es necesariamente "el bueno" pero que seguramente es "el mejor": Bob Dylan dejando caer carteles con palabras sueltas arrancadas a la letra de "Subterranean Homesick Blues". Su estreno eléctrico aunque no su primera incursión (porque Dylan empezó eléctrico en su juventud de Duluth y ya habÃa grabado enchufado en descartes de The Freewheelin'..., de 1963) presentando lo que se supone el primer rap de la historia en el primer videoclip de la historia y, por supuesto, haciendo historia.
A propósito de ese gran comienzo, Pennebaker recordarÃa: "Salimos a la calle una mañana y lo filmamos. Primero habÃamos filmado una toma alternativa en el jardÃn detrás del hotel. Pero vino un policÃa y detuvo la filmación. Por lo que nos fuimos a ese callejón. Jamás se supuso que eso serÃa parte de la pelÃcula y no fue sino casi hasta el final, en la sala de montaje, que se me ocurrió que serÃa una buena forma de empezar: alguien dejando caer carteles, como si fueran los créditos de apertura. Ni siquiera sé cómo se prestó a hacerlo. Creo que fue su manager, Albert Grossman, quien pensó que podrÃa ser útil como pieza promocional o algo asÃ". Y el poeta Allen Ginsberg –quien aparece al fondo de ese callejón de "Subterranean Homesick Blues"– conoció a Dylan por esos dÃas y, décadas más tarde, afirmó que verlo entonces era como estar junto a "un artista solo idéntico a su propia respiración. Alguien como una columna de aire". Alguien que empezaba y terminaba en sà mismo y que se disponÃa a escenificar la primera de sus grandes transformaciones.
Entonces, Dylan ya no era el campesino importado al Greenwich Village, se habÃa bajado del pedestal de Héroe de Protesta (contemplar el breve insert en Don't Look Back donde aparece cantando "Only a Pawn in Their Game" en un pequeño mitin en Mississippi), y ya estaba en las disquerÃas Another Side of Bob Dylan (1964): piedra fundamental del género songwriter sensible con mal de amores y epifanÃas metafÃsicas que serÃa el faro para los barcos próximos a atracar de gente como Leonard Cohen, Cat Stevens, James Taylor y Joni Mitchell.
Bringing It All Back Home –de 1965, primera entrega de lo que serÃa una trilogÃa trascendental a completarse con Highway 61 Revisited (también de 1965) y Blonde on Blonde (1966)– estaba organizado en plan Yin y Yang: lado eléctrico y lado casi acústico. Y Bringing It All Back Home es el álbum del que Dylan toca más canciones en directo hoy por hoy, pero entonces Dylan rechaza el automático rótulo de "folk rock" optando por "vision music" o "música matemática". Y Dylan sale a tocar esas ecuaciones con los ojos muy abiertos. TodavÃa a solas, pero bien acompañado por amigos y por una cámara con carta blanca. Y de eso trata Don't Look Back.

Entonces, luego de ver la pelÃcula montada, Dylan dijo, crÃpticamente, que "es la pelÃcula de otro". Más explÃcito, en una entrevista de 1969, Dylan parecÃa bastante incómodo por los resultados: "Me quedé duro cuando vi el resultado. Y es que yo no me di cuenta entonces de que la cámara estaba todo el tiempo encima mÃo. Y que la pelÃcula serÃa montada a partir del punto de vista del director... Es una pelÃcula deshonesta. Es propaganda. No creo que refleje cabalmente lo que fueron mis años de formación. Y no gané ni un centavo por ella. Creo que me gustarÃa más si me hubieran pagado algo". Una cosa quedaba clara y sigue estando clara: si de algo era culpable Don't Look Back era de mostrar demasiado. Don't Look Back es una pelÃcula con ojos sin párpados.
Con motivo de esta reedición en DVD, Pennebaker recordó que "el resultado primero le incomodó mucho a Dylan; pero enseguida resolvió tomárselo como si fuera él interpretando a un personaje, como si fuera una forma verÃdica de teatro. Asà que no intervino ni condicionó absolutamente nada porque, pensó, ése no era él". Dylan refinarÃa esta estrategia hasta la exageración no sólo en futuras incursiones en la pantalla ya sea como Alias (el bandido impasible obsesionado con las latas de frijoles en Pat Garrett y Billy The Kid), Renaldo (el amoroso gitano vagabundo en su Renaldo y Clara), Billy Parker (el rocker recluso que gusta de cantarles a sus gallinas en Hearts of Fire) o Jack Fate (ese Dylan de una dimensión alternativa de nuestro mundo en Masked and Anonymous) sino, también, a la hora de enmascarar las idas y vueltas de su propia vida y cambiante persona artÃstica en entrevistas.
¿Y de qué actúa Dylan aquÃ? Primero, hay que aclarar que Dylan no se trata de un personaje especialmente agradable aunque sà muy simpático por todas las razones incorrectas. Y que buena parte del "encanto" del asunto pasa por contemplar cómo Dylan –siempre respaldado por su escudero todo-terreno Bobby Neuwirth– se porta mal. AsÃ, en Don't Look Back –seguido por una tan nerviosa como firme cámara en mano, entre un show y otro, en el más glorioso de los blancos y negros– asistimos, testigos privilegiados, a duelos verbales con fans y periodistas (impagable la escena con el "science student" a quien Dylan demuele sin prisa ni pausa), a absurdos encuentros con damas de sociedad, a peleas en cuartos de hotel (inolvidable ese momento casi Method Acting de "¿Quién arrojó el vaso por la ventana?"), contemplamos al feroz manager Albert "Dear Landlord" Grossman negociando billetes, nos asombra la humildad minimalista de lo que era salir de gira entonces y, ay, se nos invita a presenciar el fin del romance con Joan Baez y la destrucción en público de Donovan.
Pocas veces se han filmado situaciones tan crueles.
Ahà está la humillada Reina del Folk entonando la hermosa "Percy's Song" compuesta por su amado –más o menos consciente de que su hora ha llegado– en una habitación de hotel en Londres, a un Dylan que la ignora por completo mientras escribe y compone a máquina. Ahà está esa mujer traicionada por su "niño-amante" intentando desesperadamente y en vano ser groovy y divertida en un contexto en el que no encaja y donde –dirÃa años más tarde– "todo se iba poniendo más raro y oscuro". Ahà está la pobre saliendo por una puerta para ya no volver y en una reciente entrevista con el mensuario Mojo, Baez recordó que para entonces su relación era insostenible y que sus conversaciones eran de este estilo: Baez: "Bob, mira el atardecer", Dylan: "Ya lo vi ayer". Apenas una gira después y un año más tarde, una periodista inglés del New Musical Express le preguntarÃa a Dylan por Joan Baez. Y Dylan le contestarÃa a quemarropa: "Joan Baez fue un accidente" y uno y otra no se reconciliarÃan hasta la gira de presentación de Desire en 1975-1976.
Y ahà está Donovan, el flamante "Dylan inglés", cantándole a su héroe ese calco/plagio que es "To Sing For You" mientras Dylan que lo contempla incrédulo y sonriente para después matarlo a quemarropa recitándole a los ojos "It's All Over Now, Baby Blue", canción cuya letra poco menos que le recomienda que mejor se vaya buscando otro trabajo.
En una reciente entrevista con la revista Uncut, Donovan manifestó una vez más no haberse sentido aludido entonces: "El único conflicto en esa habitación era entre Bob y un borracho que andaba por ahÃ, no entre Bob y yo. Lo único que se ve allà es a dos poetas folk intercambiando canciones. Yo no era una amenaza para Dylan y Dylan no era una amenaza para mÃ. Al menos asà es como yo lo veo". Pennebaker, en cambio, tuvo otra versión y apreciación del asunto y –en una entrevista con John Bauldie– recordó un momento aún peor en que Donovan le muestra una de sus canciones nuevas a Dylan, titulada "My Darling Tangerine Eyes" y que es exactamente igual a "Mr. Tambourine Man". Dylan aguanta la risa por un par de estrofas pero acaba lanzando una carcajada y exclamando: "Tengo que admitir que no he escrito todas las canciones que se me atribuyen... pero estoy seguro de que esta sà es una de las que escribÃ".
La escena en cuestión –piadosamente– no está en la pelÃcula. Hubo mucho material sobrante y buena parte del mismo fue rescatado por Pennebaker para la flamante Bob Dylan 65 Revisited. Incluida en la edición internacional junto un facsÃmil del libro oficial de Don't Look Back (hoy pieza de colección) y a un juguetón flip-book que permite mirar el clip de "Subterranean Homesick Blues" con tracción a pulgar, Bob Dylan 65 Revisited muestra a un Dylan más amable pero no por eso manso, aunque especialmente enternecedora es la escena en que recibe y conversa con chicas fans en su camerino o muy divertido cuando sale de compras por respetables sastrerÃas british en busca de camisas y corbatas que ya prenuncian la colorida psicodelia que se viene encima.
La visión y las visiones de Don't Look Back pueden complementarse –aunque no sea imprescindible pero sà siempre nutritivo– con la figurita difÃcil Eat the Document (1971, comenzada por Pennebaker pero luego "secuestrada" para su montaje por Howard Alk y Dylan (se consigue un buen dvd pirata que incluye los más de veinte minutos de Dylan compartiendo taxi con John Lennon –ambos bastante pasados de revoluciones– en la que el cantautor le prohÃbe al beatle que se burle de Johnny Cash); con la desprolija Bob Dylan World Tour 1966: The Home Movies (2002, compaginación de rollos de Super-8 filmados por el baterista Mickey Jones); y con la recién aparecida recopilación de actuaciones de Dylan 63-65 en el festival de Newport (Other Side of the Mirror: Live at Newport Folk Festival) donde, se sabe, el prócer Pete Seeger enfurecido por la súbita traición eléctrica de su protegido intentó cortar los cables de los amplificadores a golpe de hacha o algo asÃ.
Y después, por supuesto, volver a ver Don't Look Back y descubrir detalles secundarios, múltiples matices, la emoción de esos planos en los que Dylan sale por un costado del escenario –como un cowboy/matador– a un escenario vacÃo para enseguida llenarlo de versos con esa voz angulosa y única.
Muchos egos posteriores, no hace falta dar nombres, han intentado imitar esta pelÃcula –ninguno de ellos dotados del genio y del ingenio– sin conseguirlo o, peor, obteniendo involuntariamente un resultado involuntariamente demasiado parecido a This Is Spinal Tap.
Muchos años después, Dylan ha sabido conservar ese aire de tahúr misterioso –ahà están sus intervenciones como "narrador" del No Direction Home de Martin Scorsese–. AhÃ, en ese rostro curtido, reaparece por momentos este rostro ya experto. Un rostro que no se queda quieto, que no deja de moverse y que, aunque salga movido en las fotos, tiene perfectamente claro lo que quiere mostrar y lo mucho que muestra sin por eso entregarse nunca y yendo a desembocar en esos minutos de fuego cristalizándose en la interpretación de "It's Allright, Ma (I'm Only Bleeding)". "Gran concierto, viejo", dirÃa entonces Lennon. Dylan gruñó: "No les gustó 'It's All Right, Ma...'". Lennon consoló: "Es el precio que pagas por estar adelantado a tu tiempo". Dylan gruñó otra vez: "Tal vez. Pero estoy adelantado nada más que veinte minutos".
La cifra es más que discutible y, hoy, discos como Modern Times prueban que Dylan ya no necesita reloj ni se preocupa por qué hora es. Dylan se toma y se bebe su propio tiempo y es el más moderno de los clásicos o el más clásico de los modernos. Dylan tiene todo lo que necesita, es un artista, no mira atrás con la confianza de quien se sabe en todas partes sin verse obligado a elegir destino y es en esta pelÃcula, me parece, donde por primera vez se aprecia –y quizás aprecia él– la dulce condena de no poder dejar de girar. El judÃo errante y todo eso.
I'm Not Here es el tÃtulo de una extraña y muy talentosa biopic de Bob Dylan dirigida por Todd Haynes que se estrenará próximamente. En ella, varios actores y actrices (Cate Blanchett, Richard Gere, Heat Leadger) deshacen a Dylan desde diferentes ópticas y lugares y épocas. En Don't Look Back, en cambio, se asiste al apasionante ejercicio de contemplar cómo un artista se hace a sà mismo. El Dr. Frankenstein y la Criatura en un solo cuerpo y en una pelÃcula que también podrÃa llamarse Aquà estoy.
Y aquà sigue.
Adelantando.
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