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Domingo, 30 de diciembre de 2007
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Entrevistas > Con Fernando Trueba en Cuba

Bebo para recordar

Desde que filmó Calle 54 y produjo Lágrimas negras, el éxito descomunal de Bebo Valdés y Diego El Cigala, la relación de Fernando Trueba con la música es casi tan cercana como la que mantiene con el cine. Por eso, tras visitar la legendaria Escuela Internacional de San Antonio de los Baños en septiembre, volvió a Cuba para trabajar en una película que reúne música y cine: Chico & Rita, una película de animación que prepara junto al gran dibujante español Mariscal y en la que homenajea las vidas de los músicos trashumantes de su adorado jazz latino. De paso presentó en el Festival de Cine el formidable documental Old Man Bebo, dirigido por Carlos Carcas, sobre su admirado Bebo Valdés.

Por Martín Pérez
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1- Carlos Carcas, cámara en las películas de Trueba y director de Old Man Bebo, y Fernando Trueba, codirector junto a Mariscal de Chico & Rita.
2,3- Bebo Valdés, ayer y hoy, protagonista de Old Man Bebo.
Desde San Antonio de los Baños

“Autenticidad, rigor: qué difícil es.” La frase está firmada por Costa-Gavras, y es una de las tantas pintadas que se leen sobre las paredes de lo que se ha dado a llamar el graffiti room de la Escuela Internacional de Cine y TV, un establecimiento que funciona en las afueras de San Antonio de los Baños, localidad ubicada a medio centenar de kilómetros de La Habana, en Cuba. Desde que el cineasta argentino Fernando Birri la inauguró hace ya más de dos décadas, por la escuela han pasado varias generaciones de cineastas consagrados internacionalmente, como los españoles Benito Zambrano y Jaime Rosales, por ejemplo. A ella acude anualmente Gabriel García Márquez a dictar su curso Así se escribe un cuento, que este año realizó –quienes lo vieron, lo encontraron bastante delicado de salud– con la asistencia del escritor y director David Trueba. Como el cine, salvo durante su rodaje o cuando la obra está finalmente terminada, es un arte poco propicio para el disfrute del que está detrás de la escena, y más aún apenas de paso, ese dichoso cuarto de las pintadas es lo que más llama la atención de cualquier visitante circunstancial de la Escuela. Una veintena de pintadas que ocupan las paredes de lo que parece ser un salón de estar. Por allí se puede descubrir la firma del actor Danny Glover, el argentino Carlos Sorín y el italiano Ettore Scola, entre tantos otros. Las pintadas son de todo tipo. Las hay casi de compromiso, como ese “Amo lo que hacen” firmado por Steven Spielberg. Pero abundan las soñadoras, entre las que destaca una que asegura que “El arte nunca duerme”, por Francis Ford Coppola, que es completada por un “... pero sueña con los ojos abiertos” a cargo del siempre presente Birri.

Como las paredes originalmente dedicadas a las pintadas tienen pocos espacios libres, en el pasillo adyacente que conduce a la mediateca se cuela una que asegura: “La vida es una peli mal montada (y con un final de mierda)”. Quien la firma es el español Fernando Trueba, y lo hace con el dibujo de unos ojos bizcos que reproducen su mirada, delineados con aerosol al lado del marco de una puerta. Invitado a visitar la escuela para dar un curso en septiembre de este año, Trueba está de regreso, rodando en San Antonio de los Baños nada menos que su próxima película: Chico & Rita. Aunque, si todo sale según lo planeado, en realidad la próxima será El baile de la victoria, la novela de Antonio Skármeta que comenzará a rodar en mayo, con Ricardo Darín y Diego Luna. Porque Chico & Rita es un proyecto de dibujo animado, dirigido junto al artista catalán Mariscal, y lo que Trueba está rodando son imágenes que servirán para comenzar un proceso de animación que culminará con el estreno de la película, planeado recién para el año 2010. Por eso es que su reducido equipo filma en el pequeño estudio de televisión de la Escuela, con sus paredes signadas por toda clase de marcas que servirán para dejar constancia del movimiento de las cámaras. Allí, con un grupo de actores cubanos, durante casi un mes, Trueba ha recorrido plano por plano el guión que cuenta la historia musical de Chico y su amada Rita, ambientada en La Habana y Nueva York, a fines de los ‘40. “Cuando los animadores me sugirieron hacer esto, pensé que no era necesario”, confiesa Trueba. “Pero insistieron mucho y, como cuando estuve acá lo pasé tan bien, decidí volver, enrolando en mi equipo a algunos de los que fueron mis alumnos. Ahora que casi terminamos me doy cuenta de la razón que tenían los animadores al insistir. Estamos filmando sin decorados, sin luces y sin vestuario, pero ahora puedo ver la película con emoción y sentimiento.”

Además de estar encerrado casi diez horas diarias repasando plano por plano el storyboard de la película, una suerte de enorme Biblia que preside el rodaje, Trueba está en plena grabación de la banda sonora, que será prácticamente un protagonista más de la película. Y, para completar el sentido del viaje, ofició de gran anfitrión en la presentación, dentro del 29º Festival de Cine de La Habana, de un documental sobre un músico fundamental en la última década de su cine, el octogenario Bebo Valdés. Producido por Trueba y dirigido por Carlos Carcas –cámara en los últimos trabajos musicales de Fernando, incluyendo Chico & Rita, por supuesto–, Old Man Bebo emocionó a un cine repleto de músicos cubanos (entre los que no faltaron Chucho Valdés y Omara Portuondo) con la historia de un pianista que dirigió las mejores orquestas de la época de oro de las big bands en La Habana, escapó de la revolución a pesar de no enbanderarse políticamente, y pasó los últimos 40 años de su vida tocando el piano anónimamente en hoteles de Estocolmo, donde formó una nueva familia y se olvidó (y fue olvidado) del gran mundo de la música. Hasta que fue redescubierto primero por Paquito D’Rivera y luego por Trueba y Javier Limón, y terminó ganando 6 premios Grammy en los últimos 7 años, por discos como Lágrimas negras, junto a Diego El Cigala. Su historia –incluyendo el emocionante reencuentro con su hijo Chucho, que filmó Trueba en su documental Calle 54– resume la trama de desencuentros personales que funciona como escenografía de la Revolución Cubana. Algo que el público cubano comprendió muy bien, como lo probaron los ojos llorosos de los espectadores luego de las dos horas del emocionante metraje dirigido por Carcas, con Trueba oficiando de narrador de lujo.

“Conocí a Bebo allá por los años ‘80”, confiesa Fernando Trueba. “Tenía algunos de sus antiguos discos, pero le presté atención de verdad recién con Bebo Rides Again, el álbum que produjo Paquito y que lo sacó del olvido. Ahí fue cuando me empezó a intrigar su figura. Y empecé a oír de otra manera aquellos viejos discos, que antes no terminaba de entender y ahora me encantan.” Reconocido fanático del jazz latino, que Trueba confiese que en un principio no le prestaba atención a la música de Bebo habla a las claras de lo escondida que estuvo su figura desde que el pianista tomó la decisión de olvidar su pasado musical. Principal responsable de su presente musicalmente activo y exitoso, Trueba se acercó a Bebo cuando rodó esa carta de amor al género que fue Calle 54, donde realizó pequeños documentales sobre la actualidad de cada una de las estrellas de jazz latino retratados en la película. Para filmar a Bebo viajó a Estocolmo, y luego decidió reunirlo con su hijo Chucho, en un dueto con los pianos enfrentados que es de lo mejor de la película. Para Calle 54 Bebo también se encontró después de cuatro décadas con su amigo de la infancia, el legendario contrabajista Cachao, pero Trueba tuvo una visión. “Me pareció que era un despilfarro juntarlos sólo para grabar un tema para la película y luego mandarles a cada uno de regreso a sus casas, una en Miami y otra en Estocolmo”, explica. “Sentía que algún día alguien me pediría cuentas por eso: ‘Tenías a Bebo y a Cachao juntos, grabaste un temita para tu película y te quedaste tan tranquilo y te fuiste a dormir’.” Así fue como Trueba grabó El arte del sabor con ellos y Patato Valdés. “Y ahí fue cuando hubo una especie de flechazo entre Bebo y yo. Fue como una especie de historia de amor.”

La historia entre Trueba y Bebo se continuaría en el fenómeno de Lágrimas negras, disco que el director produjo. Habría más discos y videos de Trueba junto a Bebo. Y también un protagónico en su película El milagro de Candeal, con la que el director cumpliría el sueño de toda la vida del pianista. “Una noche, cuando estábamos cenando juntos en Nueva York, Bebo me confesó que había un sitio que quería visitar antes de morir. Yo pensé que iba a decir La Habana, pero él dijo Salvador de Bahía. Cuando visité Candeal con Carlinhos Brown y decidí hacer una película, me acordé de ese sueño sin cumplir de Bebo. Y creo que, finalmente, ir a Salvador le dio a Bebo muchas de las cosas que probablemente le hubiese dado volver a Cuba, pero sin la tristeza de ver que las cosas se hayan estropeado, o destruido, abandonado, o simplemente desaparecido.” Además de contar la historia de Bebo desde el comienzo, detallando su relación con Benny Moré y Nat King Cole, y su responsabilidad no sólo con un ritmo como el batanga sino también en los comienzos del filin, Old Man Bebo tiene el privilegio de contar con material de primera mano de ese retorno de su protagonista desde el olvido. Y eso se debe a que su director estuvo allí desde el mismísimo comienzo, filmándolo todo. “Cuando Chucho entró a grabar junto a Cachao y Patato aquel disco luego del rodaje de Calle 54, yo había sido operador de cámara de la película y me había quedado con ganas de seguir filmando”, recuerda Carcas, quien explica que la invitación fue para rodar unas imágenes promocionales para el lanzamiento del futuro disco. Sin saberlo, ahí había empezado a rodar Old Man Bebo.

Nacido en Miami, de padres cubanos que dejaron la isla mucho antes de la revolución, Carlos Carcas estudió periodismo para luego pasarse al cine y empezar a trabajar con Trueba para su película Two Much. “Mi primer trabajo que podría llamar cinematográfico fue el making para La niña de mis ojos”, recuerda Carcas, que asegura que el material rodado con Bebo, a partir de aquellas tomas de la grabación de El arte del sabor, se fue apilando en su hogar sin saber que tenía algún destino cierto. “Recuerdo el momento en que Bebo realizó aquel solo de 5 minutos en ‘La bien pagá’, uno de los temas de Lágrimas negras”, dice Carcas. Como bien subraya Trueba en Old Man Bebo, aquel solo fue un momento mágico, que las reglas de la producción discográfica recomendaban editar, pero que el cineasta (y productor) defendió a rajatabla. “Es una de las joyas del disco”, asegura. “La noche después de haber rodado eso, no pude dormir”, recuerda Carcas sobre el que es también uno de los mejores momentos de su película. “Me metí en la cama con la cámara y los auriculares, y lo debo haber visto una veintena de veces mientras mi mujer dormía a mi lado.”

Como también cuenta Trueba en el documental, cuando Lágrimas negras se presentó en La Habana, Chucho fue el que reemplazó a Bebo, que desde que abandonó Cuba hizo la promesa de no volver y, hombre de palabra, la ha cumplido desde entonces. Pero cuando se pronunció su nombre, los 5 mil cubanos que abarrotaron el teatro Karl Marx le dedicaron una ovación interminable. Y algo parecido sucedió durante el estreno de Old Man Bebo, cuando Trueba dijo que aquella ovación en el Marx significaba triunfar en la vida. “Eso es ganar la guerra”, dijo Trueba en la pantalla, y el público del Festival de Cine respondió con su propia ovación. “No soy de emplear símbolos bélicos, pero creo que Bebo ganó la guerra porque sigue siendo un ser humano a pesar de que la vida le ha hecho muchas putadas”, explica Trueba. “Mantuvo su honestidad a prueba de bombas y terminó dando una lección sin querer hacerlo, porque muchas personas que quieren darnos lecciones de moral y ética terminan reproduciendo los errores de las personas contra quienes lucharon. Pero por una vez es alguien como Bebo quien recibe el premio en vida. Y eso es lo bonito de una película como Old Man Bebo, que es como una travesía en el desierto de alguien que no busca reconocimiento, pero al final lo obtiene por su categoría, tanto humana como artística.”

Cuando se le pregunta de dónde salió una película como Chico & Rita, Trueba responde que de su encuentro con Mariscal, el extraordinario ilustrador catalán con el que se puso en contacto para que diseñase el afiche de Calle 54 y que terminó haciendo las portadas de los discos de su sello. Pero en realidad asegura que Chico & Rita no existiría si no hubiese conocido a Bebo, como probablemente sucedió con gran parte de las cosas que ha venido realizando desde entonces. “Es un homenaje a todos los músicos cubanos de aquella época”, señala Fernando, ya que Rita es una cantante y Chico es un pianista que se conocen en La Habana allá por el año ‘48. La historia va de La Habana al Bronx de Nueva York, y Tono Errando, del estudio Mariscal, apunta que el obsesivo dibujante ya tiene totalmente documentada La Habana de aquellos años. “El Bronx es algo más complicado, porque parece que en los ‘40 nadie se aventuraba con una cámara por sus calles”, agrega. Aunque Trueba habla con admiración de Brad Bird, el director de Los Increíbles, señalando que allí hay un autor y no un simple dibujo animado, confiesa que nunca fue un fanático del género. “Ni de los dibujos animados, ni de los comics; siempre he sido un loco de la pintura. Así que Chico & Rita será una película pictórica.” Su historia es la de un chico y una chica reunidos y separados por la vida, con la música como protagonista. Chico-conoce-chica es como se resume y denomina la trama argumental más elemental –y mágica– del cine. Chico conoce a Rita en la futura película de Trueba y Mariscal, y la magia vuelve a empezar, construida con retazos de las vidas de esos músicos que el director tanto admira. “Siempre pensé en la película como un trabajo de animación que nunca se ha visto antes, algo así como una cajita de música. O, mejor dicho, un regalito para la gente”, se entusiasma Trueba, un director que siempre parece tener las manos llenas de regalos.

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