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Domingo, 4 de mayo de 2008
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Rescates > Publicidades viejas y espíritu cineclub

Para gastar sus últimos australes

Por Mariano Kairuz

Cosas que había que saber unos 30, 40 años atrás: que Skin Bracer de Mennen (sic) es lo que usa todo hombre pulcro que aspira a cautivar y triunfar en el amor. Que todo va mejor con Coca Cola. Que en lugar de cargar nafta se puede poner un tigre en el tanque. Que si uno usa camisas Manhattan –que no se planchan– en un instante podrá lucir con elegancia su gran vestir, y que, más importante todavía, uno será feliz. Sí, la publicidad siempre fue publicidad, e hizo lo suyo –tratar de hacernos creer que en un producto absolutamente menor cabía la felicidad total– con impunidad. La exposición a una larga serie en continuado de publicidades argentinas de los ’60 y ’70 puede generar un efecto raro, un monstruo que muta todo el tiempo entre la nostalgia, cierta admiración (por la tradición y el enorme talento para los dibujos animados que hubo en el país y se perdió) y la curiosidad antropológica (o el terror): ¿esa gente a la que se dirigían con esos mensajes tan absurdos éramos nosotros mismos? “En las de los ’60 hay algunas realizadas con mucha libertad. Y que muestran una época muy naïve, que luego fue exterminada por los ’70, cuyas publicidades son mucho más rígidas”, dice Christian Aguirre, codirector junto con Li Chien Chang de Variedades del más allá, un compilado de materiales encontrados entre los que se incluyen tres bloques de propaganda comercial nacional. “Hay otras, como la del chocolate Shot, de principios de los ’80, que transmiten la idea de una juventud que se reúne y está de fiesta permanente. Justo en esa época, como si fuera una realidad paralela.”

Haciendo honor a su título retro, Variedades... se compone también de una miscelánea en la que caben un par de films porno nacionales, una presentación televisiva de los American Beetles (sic); un temible institucional de toxicomanía de la Policía Federal; unas imágenes de Monzón y Lanusse, y más. Una selección heterogénea que responde a un único principio: recuperar el espíritu del cineclub, una especie en peligro de extinción. Formado con el maestro cineclubista Octavio Fabiano en los ’80 y ’90, Aguirre llevó adelante, entre 1994 y 2004, el Cineclub Nocturna, que peregrinó por salas hoy desaparecidas (Maxi, Atlas Recoleta). Variedades... es en ese sentido una suerte de pieza militante de la resistencia. “El cineclubismo fue una de las grandes víctimas de los ’90, arrasados por una individualización salvaje, la galvanización de lo colectivo”, dice Aguirre. “Y el Cineclub también era juntarse para ver variedades raras como éstas y ver que la historia del cine tiene más de cien años.” Eso es Variedades: “Encontrar el eslabón perdido entre pasado, presente y futuro. Los recuerdos que vuelven y se quedan, estavez, para siempre”.

Viernes 9 y 23 de mayo, a la medianoche En el Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415.

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