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Domingo, 23 de noviembre de 2008
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Casos > Roberto Saviano: el Rushdie de la mafia

Encontrando camorra

Hace poco más de dos años, un joven periodista italiano publicó un libro de no ficción sobre las nuevas internas, los negocios y los crímenes de la Camorra: ropa trucha, desechos tóxicos, ejecuciones, drogas, inversiones inmobiliarias. Pero si en un primer momento todo parecía seguir su curso, el inesperado éxito de Gomorra (20 millones de ejemplares en 43 países) desató la ira de los capos. El éxito en el Festival de Cannes de su adaptación al cine no ayuda demasiado. Hoy, Roberto Saviano vive en las sombras, rodeado por un férreo cordón de seguridad, tan permanente como la intención de matarlo. Por eso, Radar reconstruye el camino que lo llevará a reunirse, el martes que viene, con Salman Rushdie en Estocolmo.

Por Angel Berlanga
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En mayo de 2006 Roberto Saviano publicó en Italia Gomorra y ya casi desde entonces suelen preguntarle si se arrepiente. El lugar común es justificado, porque a partir de ahí su vida se deformó: a la Camorra napolitana el libro le resultó agresivo así que los muchachos, fieles a una tradición crítica, lo quieren liquidar. Y como a los clanes se le atribuyen 4000 asesinatos en las últimas tres décadas, una cifra que los ubica como la organización más prolífica en la materia dentro de Europa, este periodista-escritor vive con tres, cinco, siete guardaespaldas y se mueve en autos blindados desde septiembre de aquel año, cuando le llegaron las primeras amenazas. El mes pasado su situación pasó de castaño oscuro, porque trascendieron detalles más específicos de un plan para matarlo antes de Navidad. Con ese panorama, Saviano decidió irse del país. Su residencia ahora es, todavía, más secreta que antes. Este martes se reunirá en la Academia Sueca en Estocolmo con Salman Rushdie: la conferencia que darán juntos se llama “La palabra libre y la violencia sin ley”. Rushdie, una figura emblemática en estos asuntos, condenado a muerte en 1989 por un decreto religioso iraní tras la publicación de Los versos satánicos, dijo que la situación de su colega es más grave que la suya.

El libro, que esta semana se distribuye en la Argentina, es un extraordinario relato sobre las mecánicas, alcances, dimensiones, represalias, estructuras, negocios y conexiones de la Camorra napolitana, y sobre cómo eso incide en la vida cotidiana de quienes viven ahí. En cuanto a género anda por el non-fiction; Saviano suele decir que se concibe más como escritor que como periodista y se despega, sobre todo, de la urgencia de la noticia diaria. Nació en Nápoles en 1979, se licenció en Filosofía y escribió artículos periodísticos en La Repubblica, Il Manifesto y L’Espresso. Se crió en un pueblo de la región de Campania, Casal di Principe, a 20 kilómetros de Nápoles. En Gomorra, cuyo subtítulo en la versión original es Viaje al imperio económico y al sueño de dominio de la camorra italiana, da cuenta a través de diversas escalas, lupas que se acercan y planos que se alejan, de lo que ellos mismos llaman “El sistema”: el pibe ansioso por iniciarse como distribuidor de cocaína, los adolescentes sicarios, los talleres clandestinos para fabricar muy buenas copias truchas de ropa muy cara, la mano de obra barata para ganar licitaciones, las inversiones inmobiliarias en el exterior para lavar ganancias, las maniobras de los jefes para zafar, la horizontalidad de la organización en sus niveles superiores y también las guerras internas por el manejo de algunos sectores, el uso masivo del territorio para acumular residuos tóxicos industriales que provienen del norte de Italia, el tráfico de armas. La corrupción generalizada: el 90 por ciento de los ayuntamientos de Nápoles fueron intervenidos o investigados.

Gomorra es vertiginoso y está narrado en primera persona. Aunque a Saviano le disguste, se trata de una gran crónica periodística. Por tramos se centra en escenas concretas a las que asistió, a experiencias palpables, el ojo del cronista ante los hechos: la descarga de cajas de zapatillas truchas desde un barco chino a una lancha, la escena de una ejecución mafiosa, lo infrahumano del trabajo en los talleres, los adolescentes yonquis como cobayos ante una carga dudosa de heroína, velatorios, canteras rellenas con miles de toneladas de residuos tóxicos. En otros tramos aparecen los nombres, las historias de los clanes y sus derivas criminales y judiciales, las conexiones con otros países, las cifras. “Ningún otro territorio del mundo occidental ha tenido una carga mayor de residuos, tóxicos y no tóxicos, vertidos ilegalmente –escribe en torno de una zona de Caserta y Nápoles–. Gracias a este negocio, la facturación que ha caído en los bolsillos del clan y de sus intermediarios ha alcanzado en cuatro años la cifra de 44.000 millones de euros”. En junio pasado Giorgio Napolitano, presidente de la República, reconoció que muchas industrias del norte de Italia negociaron con la Camorra para el envío sistemático de residuos muy peligrosos. Los boss, anota Saviano, “no han tenido el menor escrúpulo en recubrir de veneno sus propios pueblos, dejando pudrirse las tierras que rodeaban sus propias villas y sus propios dominios”. Los casos de cáncer aumentaron en un 20 por ciento en la región de la Campania. El libro parece estar escrito con cierta furia, la de un joven que no se resigna a la naturalización de que las cosas anden para el culo y empeorando.

Gomorra arrancó con una edición local de 5000 ejemplares y se multiplicó, por seguir bíblicos, como los panes y los peces: según la página oficial del escritor el libro fue publicado ya en 43 países. Se vendieron, se calculan, unos 20 millones de copias. La cosa se le puso espesa en sus pagos hacia fines de 2006, cuando fue evidente que su trabajo no pasaba inadvertido: antes de que terminara ese año circulaban ya, en Italia, 300.000 ejemplares. Este año superó esa cifra en Alemania, por ejemplo. En su país ya se publicaron dos millones de ejemplares; en la Campania algún capo puso a circular, incluso, una edición que prescindía de los tramos que lo involucraban. Saviano suele decir que lo quieren matar por esa condición de best seller y que, a diferencia de Rushdie, a quien sentenciaron por lo que escribió, a él quieren ejecutarlo por tener muchos lectores. “Si el libro hubiera pasado inadvertido lo habrían ignorado por completo”, dice. Los regresos a su pueblo, contó en distintas entrevistas, tuvieron distintos signos: desde el orgullo de ver jóvenes leyendo Gomorra por la calle hasta el desconcierto de notar cómo mucha gente conocida, cautelosa, lo esquivaba. En mayo pasado se informó que quiso alquilar un departamento en un barrio residencial de Nápoles y que los vecinos, al enterarse, le echaron flit. La sentencia de la Camorra quiere convertirlo en un insecto: peligroso para la salud de quien entre en contacto con él. Saviano usa una figura asemejable: “Vivo un tanto desarraigado –le dijo una semana atrás a la Televisión Española en Sevilla–. Es una sensación rara, porque la gente te visita como se visita a un enfermo. Se quedan una horita y luego se marchan”.

Saviano acompañó la semana pasada en Sevilla, durante el Festival de Cine Europeo, la presentación de la película que dirigió Mateo Garrone basada en su libro. Entre los dos escribieron el guión. El film consiguió el Gran Premio del Jurado en el último Festival de Cannes y tuvo record de asistencia en Italia: representará al país en la próxima edición de los Oscar. En cuanto a la Argentina, está programada para la próxima edición del Bafici del año que viene. Escalofriante la crudeza de la Gomorra filmada: será un peldaño en la filmografía del género. No hay acá encanto ni romanticismo que pueda generar empatía, ni belleza alguna, ni salida atractiva, ni futuro: empieza con unas ejecuciones en los rayos azules de las camas solares, termina con unas ejecuciones en una playa. En el medio, durante una etapa de lucha entre clanes, el cotidiano de cinco historias con personas vinculadas a las actividades de la Camorra: miedo, odio, poder, supervivencia, dinero, muerte. A Saviano la película le gusta: “Garrone enfoca más sobre lo antropológico y yo me centro más en lo económico”, declaró. El director eligió para filmarla escenarios reales y un registro que oscila entre el documental y la ficción. Admira la saga de El padrino y Scarface, pero buscó hacer la antítesis. No hay acá glamour ni músicas de glorias.

Algunas escenas están grabadas en la mansión abandonada que un jefe de clan, Walter Schiavone, se hizo construir en Casal di Principe: es una imitación de la del personaje de Al Pacino de Scarface. Hay dos adolescentes nerviosos por ascender que recitan diálogos de la película: “¡El mundo es nuestro!” “¡No saben con quién se metieron!” “¡Yo soy Tony Montana!” “¡Colombianos de mierda! ¡Están por todas partes!” Es la historia de Marco y Ciro, los dos chicos desaforados que aparecen en calzoncillos en un río, de madrugada, disparando unas armas largas que acaban de robarse: el cartel del film. Saviano le dedica un capítulo entero a Hollywood, a cómo los pibes imitan lo que ven en las películas. Un médico de la policía científica le contó que disparan como en las películas de Tarantino, con los cañones de las armas inclinados hacia abajo. Algunas mujeres, guardaespaldas de los boss, imitan el look de Uma Turman en Kill Bill. Un pendejo, incluso, cuenta Saviano, recitó de memoria el tramo de la Biblia que menta Jules Winnfield (Samuel L. Jackson) en Pulp Fiction y luego hizo lo que tenía que hacer: le metió unos tiros a alguien.

A mediados de este año la Justicia italiana condenó a perpetua al jefe del clan de los Casalesi, Francesco “Sandokán” Schiavone, hermano de Walter “Scarface” –que, a diferencia de Tony Montana, murió en la cárcel–. “Sandokán” está preso desde hace diez años; el video de su detención y el sofisticado bunker en el que se escondía pueden verse en YouTube. El hombre sigue al frente del clan desde la cárcel y fue quien dispuso, según un informante infiltrado, “la fase operativa” para asesinar a Saviano. A comienzos de este mes la policía detectó 50 kilos de explosivos que, creen, la Camorra iba a usar en un atentado al estilo del que usó la mafia siciliana para matar en 1992 al juez que los investigaba, Giovanni Falcone: voladura de carretera mientras la víctima viaja en su vehículo. Custodia y daños colaterales incluidos.

Pero para entonces Saviano ya había salido de Italia y su caso empezó a parecerse todavía más al de Rushdie. En la Academia sueca se armó una breve trifulca en torno de si declarar la solidaridad con él o no, asunto que parece saldarse con la charla que los dos escritores darán el martes en Estocolmo. Las campañas a su favor, con reclamos para que “se garantice su seguridad y su libertad”, se multiplicaron en el último mes. Los Premios Nobel Dario Fo, José Saramago, John Maxwell Coetzee, Elfriede Jelinek, Günter Grass, Orhan Pamuk y Adolfo Pérez Esquivel, entre otros, se solidarizaron públicamente con él. En París, Roma y diversas ciudades de Europa se hicieron recitales y lecturas públicas en su respaldo. El 10 de noviembre pasado hubo un acto en Castel Volturno, Caserta, contra el racismo y la Camorra, que incluyó el repudio contra el asesinato de seis inmigrantes de Ghana: fue la última actuación de Miriam Makeba, la legendaria cantante símbolo de la lucha contra el apartheid en Sudáfrica. Tenía 76 años y murió de un infarto horas después. Saviano escribió agradecido y conmovido sobre ella al día siguiente en La Repubblica: “Miriam, muerta en el Soweto de Italia –anotó–. Ella me enseñó la rabia de la dignidad. Y también, espero, la rabia de la fraternidad”.

A Mario Vargas Llosa el libro le encantó: “Se lee con tanta fascinación como espanto e incredulidad”, escribió en El País. Tiene una discrepancia, dice: no cree que el fenómeno de la Camorra “sea manifestación congénita del sistema capitalista, sino su excrecencia o deformación”. “No es el capitalismo sino Italia la que anda podrida”, concluye. A Saviano le divierte, dice, cuando los periodistas de otros países le preguntan por las conexiones con la Camorra: telas y ropas de China, armas de Rusia, hoteles y edificios de España. “Participan de la reconstrucción de las Torres Gemelas”, dice. Inversiones. La relación entre el Norte próspero y prolijo, lo último en la moda, con el vertedero del Sur. “He nacido en tierras de la Camorra, en el lugar con más muertos por asesinato de Europa, en el territorio donde la crueldad se halla ligada a los negocios, donde nada tiene valor si no genera poder –escribe casi al final de Gomorra–; donde todo tiene el sabor de una batalla final. Parecía imposible tener un momento de paz, no vivir siempre en el seno de una guerra donde todo gesto puede convertirse en una concesión, donde toda necesidad se transforma en debilidad, donde todo debes conquistarlo arrancando la carne al hueso. En tierras de la Camorra, combatir a los clanes no es lucha de clases, afirmación del derecho, reapropiación de la ciudadanía. No es la toma de conciencia del propio honor, la defensa del propio orgullo. Es algo más esencial, ferozmente carnal. En tierras de la Camorra, conocer los mecanismos de afirmación de los clanes, sus cinéticas de extracción, sus inversiones, significa comprender cómo funciona el propio tiempo en toda su proporción, y no sólo en el perímetro geográfico de la propia tierra”.

Algunas veces, cuando le preguntan si se arrepiente de haber escrito Gomorra, Saviano dice que no. “Quizá no quiera mucho a mi libro, pero no estoy arrepentido”, le dijo a la televisión española. En otras dice que sí, que no valió la pena, que lo perdió todo. Va y viene con las sensaciones, y no es para menos. Ahora es un símbolo, también, de la lucha contra la mafia. Cuando Gomorra está por terminar y se van cerrando las historias, se abre un suspenso sobre lo que pueda pasarle a Pasquale, uno de los personajes de la película. Se ve que de maestro de costura pasó a camionero y se lo ve, ante una pantalla de televisión, emocionado ante un traje que lleva puesto Scarlett Johanson: lo reconoce, lo hizo él. A esa altura del film la Camorra mató ya a tantos que el espectador espera lo peor. La angustia que produce esa espera es una muestra infinitesimal, apenas, y ficticia, para acercarse a entender la situación de Saviano.

En la página del autor (www.robertosaviano.it) pueden verse imágenes de los casos tratados en el libro, de mansiones allanadas (una calcada de Scarface) y demás.

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