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Domingo, 24 de noviembre de 2002
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Comic

Postales del estallido

Carne argentina reúne siete historietas nacidas al calor de los sucesos del 20 de diciembre del 2001. Guionado y dibujado por el elenco de La Productora –la única editorial local que distribuye sus comics en kioscos–, el libro, editado en España por Undercomic, se presentó en el 21er. Salón de Barcelona y despertó la codicia de editores franceses, italianos y portugueses. En Argentina, lástima, no se consigue. Sepa por qué.

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Por Lautaro Ortiz
Los miedos y broncas de las siete historias reunidas en el comic Carne argentina tienen una geografía y una fecha muy precisas: Buenos Aires, 20 de diciembre de 2001. Mucho más que un testimonio a cuadros de los tiros, las palizas y los gases lacrimógenos lanzados por la policía contra una multitud que repudiaba a su clase dirigente, esta historieta es el resultado de las vivencias de ocho guionistas y dibujantes argentinos que desde 1999 vienen sosteniendo con el dinero de sus propios bolsillos el sello La Productora, única editorial de comic local que se comercializa en los kioscos del país.
Editado en España por la casa independiente Undercomic de Cristian Osuna, Carne argentina levantó polvaredas durante su presentación en el 21er. Salón de Barcelona dedicado a la historieta internacional, donde fue recomendado como una de las veinticinco novedades del año. Mientras ya hay editores franceses, italianos y portugueses que gestionan las respectivas ediciones del libro, un conflicto aduanero impide su circulación en nuestro país.
El elenco estable de La Productora –Cristian Mallea, Gervasio, Dante Ginebra, Diego Agrimbau, Jok, Angel Mosquito, Luis Guaragna y Carlos Aón– cuenta la historia: “A los pocos días del quilombo, mientras pensábamos cómo íbamos a subsistir si se disparaba el dólar, se nos ocurrió retratar lo que pasaba desde una óptica ficcional. Empezamos a tirar temas, anécdotas e imágenes. Queríamos poner en foco lo que vivía la gente a partir de personajes cotidianos. Así nacieron distintas historias alrededor del estallido social. Hicimos un miniplan del libro y se lo enviamos a Osuna, y la idea le gustó. En dos meses terminamos todo: historias, diseño, tapa y contratapa. En realidad son como postales hechas historieta donde plasmamos la angustia, la paranoia y la bronca de la gente ese 20 de diciembre. No son imágenes documentales sino el reflejo patético de los hechos, de la humillación que sentía el pueblo”.
El libro reúne un conjunto de historias donde la ficción se destruye ante la realidad del país. Así, “Los colores del campeón” (Jok) muestra cómo el estallido social favorece a un novio dubitativo a punto de casarse. “Los devoran los de afuera” (Angel Mosquito) enfrenta a dos hermanos humildes, uno desocupado, el otro repositor de supermercado, en una lucha salvaje entre quienes pretenden comer y quienes defienden su puesto de trabajo. En “Los inadaptados de siempre” (Mallea/Aón) se retrata la paranoia de un barrio porteño armado hasta los dientes ante un rumor de saqueos. “El corralito” (escrita por el único invitado, Federico Reggiani, y dibujada por Gervasio) plantea la historia de un ahorrista enfurecido que secuestra a un banquero y lo obliga a padecer las pequeñas miserias de su familia. Carne argentina se completa, además, con “Uno de los pibes” (Agrimbau), “20-10-01” (Mallea/Aón) y “Perché” (Guaragna). “Las siete historias son resultado de nuestra bronca. Las parimos desde las tripas. Son hijas de la crisis política y social argentina”, sostienen los ocho integrantes.
Luis Guaragna, que reside fuera del país, se dedica a promocionar el libro en Europa. “Allá el estallido social argentino fue visto con gran atención”, señala. “Por eso apenas presentamos este trabajo se nos acercaron editores de Italia, Francia y Portugal que desean publicarlo. Hasta la gente del movimiento antiglobalización de Seattle quiere leerlo.” “De pronto –interrumpe Mallea–, el libro comenzó a recorrer caminos que tienen menos que ver con el comic que con la política.”
Lo curioso del asunto es que Carne argentina sólo es desconocido en el lugar donde nació. “El arreglo con el editor –explica Agrimbau– era enviar trescientos ejemplares para venderlos acá. Ellos cumplieron su parte, pero para retirarlos de la aduana Argentina nos pide una suma en dólares similar a la que tendríamos que haber desembolsado si lo editábamos en Buenos Aires. Casi imposible. Nosotros funcionamos como unacooperativa: nos interesa el trabajo y preservar el espacio ganado durante estos tres años. Pero ante esta situación estamos forzados a juntar peso por peso para retirar los ejemplares.”
El planteo sociopolítico que despliegan las páginas de Carne argentina se diferencia del resto de la producción del sello, que venía elaborando comics centrados en la temática del erotismo, la guerra, la ciencia ficción y la religión. “Este trabajo es una excepción –afirma Aón–, pero de alguna manera se inscribe en nuestra búsqueda: recuperar una tradición de la historieta argentina en la que lo social es punta de lanza para la ficción.”
El origen de La Productora se remonta al año 1999, cuando desaparece la Asociación de Historietistas Independientes (AHI), entidad que pretendía reunir a todos los guionistas y dibujantes de comic argentinos que realizaban fanzines en forma artesanal. Con la idea de crear un sello nacional, los ocho jóvenes comenzaron a editar sus revistas y a distribuirlas no sólo en forma personal y a través de comiquerías, sino también en kioscos de diarios. Hasta el momento son diez, con tirajes de dos mil ejemplares.
Agrimbau agrega que “quisimos recuperar el diálogo con la tradición interrumpido en los años 90, cuando el género cayó en desgracia y la historieta dejó de ser negocio. Ya el cierre de Fierro, a fines de los 80, fue un duro golpe. Insistimos en que en tiempos de crisis la gran aventura consiste en recuperar la tradición”. Deudoras del talento de Héctor Oesterheld, Eugenio Zoppi, Horacio Lalia y Alberto Breccia, entre otros, las historietas elaboradas por los integrantes del sello recuerdan las aventuras de los personajes legendarios de El Eternauta, Sargento Kirk o Perramus. Así, los ocho jóvenes salieron a la calle a competir con el Manga (comic japonés) y con la historieta europea, ambos sobresalientes por el diseño impecable de sus ediciones. Tan meritoria o más que los grandes sellos del comic, La productora sacó hasta el momento Morón Suburbio, Villa Tesei, Perfecto, Ecos y tinieblas, Road Comic, Grajal, El destino invisible, Decadencia y la reciente Puerto Kapruccia (ambas antologías temáticas de la serie “Néstor Cómic”), con gran repercusión en el país y también en Europa.
A modo de logotipo, este sello independiente eligió una bombita de luz, el gran ícono del ingenio acuñado por la narrativa gráfica. Su web page es www.laproductora.com.ar, y los relatos que publica se estructuran en actos, a la manera del teatro. Montados, en algunos casos, sobre citas de Bioy Casares, Fernando Pessoa, Mijail Bajtin y Aristóteles, entre muchos otros, los comics de La Productora respiran imaginación y aventura.
Con sede en la localidad de Morón, los ocho dibujantes y guionistas funcionan como una cooperativa económica y artística: “Nos tomamos un tiempo de elaboración al que denominamos ‘el taller’. Tenemos una reunión por semana donde analizamos juntos los proyectos personales y evaluamos el tema de las historias. En ese proceso los guiones muchas veces varían, ya que discutimos largo tiempo cada trabajo. Es el momento más lindo de la producción”, sostiene Mallea.
Para Jok, la historieta “tal como nosotros la concebimos y la trabajamos se acerca mucho al cine, porque el proyecto individual pasa a ser un trabajo colectivo. Lo que hacemos es pensar historias, plots, sinopsis, ideas. Por ejemplo, una historia surgió de una lista que me hizo Ginebra de cosas que él quería dibujar y que no tenían relación entre sí: una piedra, una monja, una arruga, viejos. Esa enumeración me suscitó una historia. El proyecto se presentó en ‘el taller’, donde el guión sufrió un trabajo de reescritura. Recién terminó tomando forma a la quinta versión”.
“Los trabajos son muy variados”, señala Aón. “Cada uno cubre determinados aspectos. Los relatos de Mosquito, por ejemplo, tienen un fuerte olor a las historias furiosas de Tarantino, donde se explota laviolencia y la ironía. Ginebra, en cambio, trabaja el humor absurdo, mientras Mallea construye textos muy metafóricos donde la poesía y la palabra juegan un factor preponderante. Agrimbau se ocupa mucho de los diálogos y las situaciones, aplicando todo su conocimiento de la escritura teatral. Jok prefiere las zonas esotéricas, misteriosas: lo más oscuro de la mente humana.”
Para los historietistas, la ruptura con los modelos del género en Argentina radica sobre todo en la metodología de trabajo: “Esto de rescribir una historia en equipo es algo inédito. Son muy pocos los espacios donde se realiza semejante tarea. Se trata de asumirlo como una función artística, y no como una profesión. Y en este proceso no nos apartamos solamente del Manga sino de referentes como Lalia y Trillo. Nuestra lógica de producción es la del tipo que escribe novelas por placer, y recién después piensa en publicarla. Un historietista que trabaja para una industria, en cambio, difícilmente lo haga si no le pagan”.
Agrimbau hace un balance de los tres años que lleva La Productora. “La conclusión global es que pudimos abarcar todo tipo de géneros y de estilos. La historieta nos da una libertad narrativa mucho mayor que la que nos ofrece la literatura formal. Las historias que se pueden contar son infinitas. Los temas de nuestras revistas tienen mucho de elección personal, aunque por ahí no hay un criterio editorial al respecto. Cada uno escribe lo que desea.”

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