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Domingo, 1 de febrero de 2009
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RESCATES

Visiones de Johanna

Una instalación en Londres recupera la historia de la gran película sobre el Holocausto que Kubrick planeaba filmar, y de la actriz que había elegido para convertir en una estrella: Johanna ter Steege.

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Johanna ter Steege

La lista de grandes películas jamás filmadas está integrada por al menos dos que pueden catalogarse como grandes pérdidas para la historia del cine. Y las dos fueron proyectos largamente anhelados por un mismo cineasta: Stanley Kubrick. El director de Ojos bien cerrados trabajó durante años en un ambicioso Napoleón. La otra probable obra maestra que nos perdimos fue su película sobre el Holocausto, a la que estuvo abocado intensivamente a principios de los ’90, que llevaba por título The Aryan Papers y para la que ya había seleccionado a quien consideraba la actriz perfecta: la holandesa Johanna ter Steege.

¿Y quién era esta mujer a quien Kubrick consideraba la mejor actriz que hubiera conocido? Nacida en 1961, Steege llevaba una carrera razonablemente exitosa en el cine, con películas como El rapto (la versión original, filmada en su país por George Sluizer en 1988), Sweet Emma, Dear Boebe (Istvan Szabo, 1992), y Paradise Road (Bruce Beresford, 1997), pero estaba lejos de ser una estrella internacional. Algo que podría haber cambiado, de acuerdo con la historia de cómo The Aryan Papers casi llega a ser la película más importante sobre el Holocausto jamás filmada. Una historia que acaba de ser exhumada por la instalación Unfolding the Aryan Papers (“Abriendo los archivos arios”), creada por las artistas Jane & Louise Wilson en base a una exhaustiva investigación de los archivos de Kubrick, y que se encuentra abierta al público desde esta semana y hasta fines de febrero en la Galería BFI Southbank de Londres.

El proyecto de The Aryan Papers nació hace unos 17 años, basado en la novela semiautobiográfica de Louis Begley Wartime Lies; pero Kubrick había estado obsesionado con la idea de hacer una película sobre el Holocausto desde mucho antes. En una época pensó en filmar una historia ambientada en la industria alemana del cine durante el Tercer Reich, con Goebbels al mando, pero no daba con un guión que lo convenciera. En los ‘80, envió a su cuñado y productor Jan Harlan a pedirle al escritor Isaac Bashevis Singer que esbozara un guión original sobre el tema, pero Singer declinó argumentando no saber “nada sobre el tema” (y refiriéndose seguramente a que la falta de experiencia directa en el Holocausto impedían hacerle justicia a esa historia en un tratamiento de ficción). Esto no detuvo a Kubrick, pero lo puso en la obligación de profundizar sus investigaciones. Hasta que en 1991 encontró en la novela de Begley una voz personal y autorizada. “No era un melodrama con acción, sino una película seria, silenciosa”, dice Harlan respecto del guión de Kubrick. El papel de la tía Tania in Wartime Lies –una joven y hermosa mujer polaca judía que ayuda a su pequeño sobrino Maciek a escapar de los nazis haciéndose pasar por católica– era un verdadero desafío, y ahí es donde Kubrick vio a Steege como la persona ideal. “Me llamó por teléfono –recuerda Steege–. Y hablamos durante 30 minutos. Me hizo varias preguntas muy específicas sobre las películas que había hecho.” Luego se encontraron y le hizo preguntas sobre deportes y sobre el tenista holandés Richard Krajicek. “Me hacía preguntas sobre política, y sobre cómo veía a los alemanes.”

“Stanley estaba convencido de que la película convertiría a Steege en una estrella internacional, y que le daría a su película, tan oscura, el brillo que necesitaba”, dice Harlan. La rubia actriz se había criado en una granja y conocía algunas anécdotas de la resistencia holandesa por familiares suyos que habían formado parte de ella, así como los relatos de sus abuelos, que dieron refugio a varios judíos. Kubrick llegó a hacerle pruebas de cámara con varias lentes que alternativamente la rejuvenecían y la envejecían, mientras le hacía preguntas sobre su infancia y su juventud.

La decepción fue muy dura porque Kubrick estaba realmente comprometido con el proyecto: la película ya era un hecho. El director estaba incluso resignado a viajar a Bratislava y a Brno (la película iba a filmarse en Europa oriental). Ya había estudiado los primeros episodios de la miniserie Heimat, de Edgar Reitz, en busca de ideas visuales, y hasta había contratado a Reitz como director de arte. Steege esperaba, sin aceptar otros trabajos y guardando secreto sobre la producción, mientras se comunicaban cada tanto para informarle que el rodaje había sido pospuesto. Tras siete meses de espera, Harlan la llamó finalmente para decirle que Kubrick había decidido no hacer la película. Le habían llegado noticias de que Steven Spielberg preparaba La lista de Schindler, y él y los ejecutivos de la Warner creían que eso perjudicaría a The Aryan Papers comercialmente. Kubrick ya había pasado por esa experiencia con Nacido para matar, que fue afectada por la aparición previa de Pelotón. El público no parecía dispuesto a recibir dos películas simultáneas sobre el Holocausto. Steege se deprimió y pasó dos días escondida bajo sus sábanas, y no volvió a hablar del tema hasta que se montó esta instalación en Londres, pero se mantuvo en contacto con la familia Kubrick.

Según la viuda de Kubrick, Christiane, su marido estaba muy desanimado por todo el trabajo que había invertido en la preparación de The Aryan Papers, pero también es probable que se sintiera aliviado cuando decidió cancelarla. Hoy la Warner tiene los derechos y podría resucitar el proyecto, algo a lo que la familia Kubrick no se opone en tanto se garantice una producción cuidada. Steege sigue adelante con su carrera, y días atrás se la pudo ver en el festival de Rotterdam, en la película The Last Conversation, un drama hecho en un solo plano que transcurre enteramente en un auto, sobre la amante de un hombre casado a punto de llamarlo por última vez. El estrellato que Kubrick estaba convencido que le deparaba el futuro –y que las llamadas que recibió de agentes de Hollywood cuando The Aryan Papers estaba en preproducción parecían confirmar– quedó en el recuerdo como una anécdota más de una película monumental que no fue.

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