Me gustaba más cuando era hijo
Marcelo Birmajer
Seix Barral
264 páginas
Es bueno encontrarse cada tanto con libros que confirmen aquello que nos demostrĂł Cortázar en muchos de sus relatos: se puede escribir bien y ser divertido, la buena literatura no tiene por quĂ© ser aburrida. Y en el caso de Marcelo Birmajer el humor es casi una declaraciĂłn de principios, una forma de concebir cada texto. Me gustaba más cuando era hijo es un libro de fácil entrada, de esos que se pueden abrir por cualquier parte en una librerĂa y leer con descaro al azar. Estructurado a partir de escenas breves —y abundantes digresiones— como los actos de un cĂłmico stand-up, Birmajer compone una baterĂa de situaciones cotidianas que aborda con el mayor escepticismo y su ya maduro estilo literario. Va detrás de una historia, ejemplifica, arma la escena, propone los posibles diálogos y se despacha con ironĂa como quien no cree mucho en los saberes populares y las frases hechas que resuelven la vida. “A menudo me sorprendo, sentado en el cĂłmodo sillĂłn de una casa ajena, rodeado de desconocidos o de apenas conocidos con los que no tengo de quĂ© hablar, frente a una bandeja de cuadraditos de tarta y torta, junto a un vaso de cerveza casi tibia, preguntándome cĂłmo es posible haber caĂdo nuevamente en las garras de una fiesta.”
Para empezar, el libro abre con Tribulaciones de un padre escritor, un compendio de unas treinta páginas sobre lo que implica traer nuevas vidas al mundo y correr el riesgo de olvidarse de vivir la propia. Como un manual de antiayuda, el narrador se declara incompetente para brindar consejos sobre la paternidad y, más aĂşn, desarrolla todas sus dudas e incredulidades al respecto. Porque asĂ como Birmajer explotaba una etapa de la vida —el matrimonio y la crisis de la adultez— en Historias de hombres casados y sus secuelas, Me gustaba más cuando era hijo, con su subtĂtulo Confesiones de un padre, aprovecha la paternidad para tratar quizás el tema más importante de la filosofĂa trascendental: el sentido de la vida. Claro que, como de costumbre, no habrá respuestas para tamaño interrogante sino un sinnĂşmero de ejemplos para afirmar el sinsentido al que nos tienen acostumbrados las minucias de nuestra vida urbana cotidiana. AsĂ, Birmajer se enfrenta a los problemas del matrimonio y el divorcio, las orgĂas, el desodorante, los reencuentros con compañeros del secundario, los suegros, los contestadores automáticos, las reuniones de consorcio, las amigas de las esposas, la vida en familia, los virus informáticos y varios asuntos más.
Entre otras cosas, Birmajer le dedica un apartado y varias ironĂas a los usuarios adictos de Internet, siguiendo la costumbre de sus Ăşltimas intervenciones en los medios gráficos y entrevistas —su ridiculizaciĂłn del blog ha dado que hablar entre los defensores de los formatos virtuales—. “Te apuesto, querido amigo.com —dice en uno de los apartados—, a que no eres capaz de hilvanar dos frases seguidas acerca de la historia del siglo XX, ni de las relaciones internacionales, ni de los movimientos econĂłmicos en los Ăşltimos cincuenta años. Te apuesto lo que quieras que no me puedes señalar, dentro de tu querida Internet, un solo contenido interesante que no pueda ser encontrado en un kiosco de revistas.”
Lo mismo que sucede con libros como Perfiles de Woody Allen, uno termina por leer el libro de a pedazos, un par de capĂtulos por vez para no sofocarse con el histrionismo neurĂłtico y barrial que hace las delicias de cada texto. Pero Birmajer logra que uno vuelva a leer una y otra vez para fijar en la memoria aquel capĂtulo que nos permita mantener la cabeza ocupada cuando se estĂ© frente a la amiga soltera de la esposa, una fiesta aburrida, una reuniĂłn de consorcio, una orgĂa o un desodorante.
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