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Domingo, 20 de septiembre de 2009
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Fan > Un artista elige su obra de arte favorita

Tokio’s Blues

Por Julio Grinblatt
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“What Am I Looking at Today Is My Daughter’s Birthday”,
Tokio-Hokkaido,
abril, 1994.

Robert Frank
Nacido en Suiza en 1924, Robert Frank se convirtió en uno de los fotógrafos más importantes de Norteamérica al plasmar en los años ‘50 una extraña y personal manera de mirar que resultó paradigmática para los fotógrafos que le siguieron. Se trataba de una estética sucia y desprolija que dejó pasmados a unos cuantos teóricos, permitiendo la entrada de la imperfección y la expresión por encima de la búsqueda pictórica y la imagen ordenada.
En 1958 su trabajo The Americans, una visión cruda y escéptica del sueño dorado norteamericano, fue considerado una de las representaciones más importantes en la historia de la fotografía del siglo XX. Tiempo después Frank se alejó de la fotografía para sumergirse por entero en la realización de películas. Recién en la década del 70, el artista retomó la fotografía uniendo las imágenes en blanco y negro con fotogramas de videos y películas. Las palabras también cobraron importancia en sus trabajos, transformándose en manuscritos que partían de su cabeza para darle sentido a su propia realidad.

A fines de 1995 el Museo Whitney de Nueva York abrió Moving out, una retrospectiva sobre la obra de Robert Frank que había organizado la Galería Nacional de Arte de Washington el año previo.

Como de costumbre, me encontraba en medio de una transición.

Tenía un pasaje ida y vuelta gratis a Nueva York que me había ganado en los días de triple millaje de Pan Am. Tenía suficientes horas extras acumuladas en mi trabajo. Robert Frank era uno de los de mi Legión de Superhéroes. Yo usaba Leica porque Frank usaba Leica.

Aunque me fui a Nueva York sólo para ver la muestra de Robert Frank, la ciudad me tenía preparadas otras sorpresas: la retrospectiva de Mondrian en el MoMA, Atlas de Richter en la DIA y Sugimoto en el Metropolitan.

Acababa de mostrar Fotos de nada en el Rojas, y la combinación de rigor y belleza en Sugimoto, sobre todo en los mares negros, me hizo entender mi muestra y sus problemas.

Atlas me mató. Hace poco reparé que Richter viene de Alemania Oriental, no sé por qué suponía que era de la otra. Quizás una posible razón de la resonancia que me vincula con su método provenga de que ambos venimos de regímenes totalitarios. De estas sociedades uno podría esperar una suerte de taxonomía subdesarrollada, infectada por carajos personales y otras imprudencias absolutamente inaceptables para la taxonomía clásica. Estoy muy interesado por esta mezcla de rigor extremo y falta del mismo. La dimensión de su proyecto me resultó tremenda e inimaginable.

La retrospectiva de Mondrian fue un mazazo. Me recuerdo flotando a través de las salas en un estado lácrimo-extático. No fue solamente la exposición de sus trabajos, lo que me pegó durísimo fue el compromiso consigo mismo y con sus ideas, la manera en que una vez propuesta una idea (exitosa) pegaba un salto a una forma totalmente nueva, arriesgando todo en ese salto.

Quizá todas las retrospectivas propongan situaciones similares, la de enfrentarse a la vida y a las decisiones del artista más que a un grupo particular de obras. Y esta experiencia le agregó una nueva capa a mi búsqueda, la dimensión de tiempo, del tiempo entre las obras.

O quizás esa semana estaba un poco sensible.

Pan Am cerró todos sus vuelos el día siguiente a mi regreso a Buenos Aires. A Gabriel Valansi lo dejó varado en una escala en Dakar, pero eso es otra historia.

Las cosas que me gustan no tienen nada que ver con las que me han conmovido. Entre la suma de esos momentos “transicionales” en mi vida debería incluir mi barmitzvá, cuando vi El séptimo sello en el Cosmos y decidí ser fotógrafo, el gol del Diego a Italia en el ‘86 (el mejor gol del Diego con la camiseta de la selección), mi primera ida al Tigre, un gol de volea a un artista en su despedida a Francia, el nacimiento de mi hija, el Etant-donnés de Duchamp.

Pero me pidieron que eligiera mi obra favorita. No puedo elegir una favorita. La foto que elijo es porque inevitablemente recurre a mi memoria cuando pienso en ese viaje. Ni siquiera es la que más me gustó. Les temo a las identificaciones más que a las contradicciones.

Es una foto que Frank incluyó con el show andando, no está en el catálogo. No es su mejor foto y tampoco fue muy bien recibida. Se llama “What am I looking at today is my daughter’s birthday”: lo que estoy mirando hoy es el cumpleaños de mi hija. Está hecha en el estilo típico de sus fotos de los ‘80, supongo que bastante influenciado por las serigrafías de Rauschemberg. Son cuatro fotos y ahora que la estaba buscando para la nota descubro que no era parecida a como la recordaba. Lo que recuerdo claramente es la frase “Hoy es el cumpleaños de mi hija” escrito a mano alzada a continuación de la frase “Lo que estoy mirando”. Andrea, su hija, murió en un accidente aéreo en 1974.

Había visto siempre la escritura de Frank en reproducciones, como se ve acá, todo la misma materia, pero en la muestra era ya una presencia real. Eso habrá influido también. Me pareció puro Frank, sin concesiones, puro músculo, carne viva, casi un llamado telefónico desesperado, una inmediatez visceral. Como él dice: “Es la reacción instantánea a uno mismo lo que produce una foto”.

La muestra Usos de la fotografía 5 de Julio Grinblatt se puede visitar en la galería Ruth Benzacar hasta el 25 de septiembre del 2009.

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