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Domingo, 27 de septiembre de 2009
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Personajes > Un documental para conocer a Marcelo Pocavida, la leyenda salvaje del rock argentino

Cuánta vida que tengo

Por Mariana Enriquez
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Hernán Quintana tiene 22 años, y conoció a Marcelo Pocavida cuando tenía 16. No sabía quién era de antes. No sabía que era uno de los grandes referentes del punk rock y el killer rock y muchos otros géneros subterráneos de Argentina –además de un personaje descomunal–; solamente le llevó uno de sus cortos al programa que tenía junto a Nekro-Boom Boom Kid en La Tribu, donde además presentaban un ciclo de cine bizarro y de terror local. “Yo fui con mi corto para que lo pasen. Lo pasaron y lo presentó él. Estaba con una zunga, una máscara tipo Hannibal Lecter y una bolsa: le empezó a tirar carne cruda a la gente. Yo me sorprendí, tenía 16 años. No podía creer lo que pasaba, era una locura; y me dije ‘Tengo que hacer algo con este tipo’. Le perdí el rastro, pero nos unía el cine de terror y nos encontrábamos en un lugar que se llamaba Splatterhouse para alquilar películas. Finalmente me dio su teléfono y empezamos a armar el documental.”

Así Hernán supo primero sobre la otra gran pasión de Marcelo Pocavida: la magia negra, el cine de terror y bizarro, los asesinos seriales, el cómic. Por eso en el documental Yo soy Pocavida aparecen, además de Gamexane (Todos Tus Muertos), Wallas de Massacre, Marcelo Montolivo (músico y periodista, compañero de Pocavida en las bandas Vodoo y Los Baraja), Patricia Pietrafesa (Cadáveres, She Devils, Kumbia Queers) o Boom Boom Kid (ex Fun People) personajes como Gerardo de la comiquería Camelot o Diego Curubeto, que en su libro sobre cine bizarro cita a Pocavida como un adelantado: es que en el fanzine Resistencia, editado durante los años ‘80 por Patricia Pietrafesa, Marcelo ya escribía una columna sobre cine bizarro cuando nadie sabía de qué se estaba hablando.

Yo soy Pocavida no cuenta con entrevistas al protagonista: es un rompecabezas que arman sus ex compañeros de banda, sus amigos y sus padres, además de admiradores varios. Están algunas anécdotas clásicas, como aquella del recital de Cadáveres junto a El Lado Salvaje en el que –ya inmerso en el killer rock– Marcelo se cortó con una botella y le dieron unos cuarenta puntos en el Hospital Penna (a los padres les dijeron que se había caído sobre un espejo). Están las opiniones: es un tipo temible, tiene pasión por la autodestrucción, es mi hermano y una persona adorable, es muy inteligente, es un pionero, es un guerrero que nunca bajó los brazos, es muy culto, es extremo, puede ser odioso, es un cinéfilo, es una personalidad que destila arte, o la gran definición de Curubeto: “Rock’n’roll significaba originalmente quilombo y eso es Marcelo”. Faltan otras que ya pertenecen a su mito: la pelea con Charly García en el backstage de New York Dolls o su trabajo con los colombianos de la Hermandad de la Magia Blanca, donde interpretaba al hermano Damián, un supuesto satanista reformado, acompañado de sus vecinas de Balvanera como extras. Pero esto es empezar: le queda mucho a Pocavida, que está por editar un libro de magia negra y probablemente pronto haga otro de sus recitales intensos, impredecibles, con su banda Star Losers. Mientras tanto, el documental es una gran introducción. Y quizá el comienzo de la revalorización del gran salvaje del rock argentino.

Yo soy Pocavida se proyecta el 2 de octubre a las 22 en el V Festival De Cine Inusual, en el Complejo Tita Merello (Suipacha 442), dentro del Foco Pocavida, que también incluye Golem (2006), un documental sobre la leyenda del golem de Once dirigido por el propio Marcelo; Fucking Rock and Roll, Yeah! (2008), de Alejo Grimaldi y Mauricio Tomassetti, un documental narrado por Pocavida sobre su vida y carrera; y Humedad (2006), de Marcos Torres, donde Pocavida hace de carnicero.

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