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Domingo, 29 de noviembre de 2009
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Fan > Un músico elige su canción favorita

No se acaben todavía

Por Susanna Moncayo
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“La paciencia pobrecita”
(o “Tejedoras”)
Del disco De puño y letra, 1976.
(María Elena Walsh - Oscar Alem)


Me da ganas de llorar
la paciencia pobrecita
que echó al mundo tanto abrigo
allá por las anilinas.
Hebra por hebra, día tras día.

Estirando en el telar
secretos de abuela india,
la América de memoria
el mujerío eterniza.
Nudo por nudo, día tras día.

Tápenme cuando me muera
con una manta tejida
por mis paisanas.
No se acaben todavía,
angelitas de las guardas,
ay, madres mías.

Cómo no reverenciar
prendas con dolor habidas.
Perdón les quiero pedir
porque me las echo encima.
Nudo por nudo, día tras día.

Perdón por pagar tan mal
y por aquellos que digan
que pobre mujer no sabe
obrar con sabiduría.
Nudo por nudo, día tras día.

“Tápenme cuando me muera/ con una manta tejida/ por mis paisanas.” En esa frase, creo, se resume esta canción, “La paciencia pobrecita”, que es una canción sobre las tejedoras, sobre las mujeres que tejen los ponchos y las mantas, que tiene ritmo de zamba y una introducción de baguala en el estribillo. Hay algo en la canción que me llega muy profundamente y es que hemos hecho cierto recorrido juntas. Pero me ha gustado desde siempre, desde que la escuché por primera vez, porque su letra habla de nuestras heroínas anónimas, de mujeres que –como estas tejedoras– hacen una transmisión de su saber de generación en generación. Que hacen un trabajo silencioso, cotidiano, sin ninguna estridencia. Yo admiro mucho a los héroes y las heroínas anónimos, mucho más que a la gente que sale mucho en los diarios; nuestra valiosa gente anónima que es la que mantiene unido a un país.

La letra de “La paciencia pobrecita” es de María Elena Walsh, a quien yo he admirado siempre, y que siempre ha estado junto a mí en sus canciones, porque siempre sentí que sus poesías eran no sólo muy inteligentes y sensibles, sino también muy claras. Y el compositor es Oscar Alem, con quien tengo un dúo de piano y canto con el que ya tenemos editados dos discos, y que tiene una historia –una historia que incluye la creación de esta canción– ligada a la mía de una manera poco común.

De chica yo vivía con mi familia en un departamento en Palermo, sobre la calle Oro. Primer piso, departamento I, me acuerdo. Un día mis padres vendieron el departamento y se mudaron, y el que lo compró fue Oscar Alem, aunque en esa época no nos conocíamos. Después supe que Oscar hizo algunos arreglos a la que había sido mi habitación, y la convirtió en su estudio. Y que en ese mismo cuarto compuso esta zamba que yo después incorporé en mi repertorio, cuando todavía era una adolescente que soñaba con ser una cantante popular. Fue por una de esas casualidades de la vida, aunque yo no creo en las casualidades: creo que todo tiene un porqué, aunque no alcancemos a vislumbrar cuál es ese porqué, porque son todas cosas que nos trascienden. Pienso que la vida es un gran milagro y un gran misterio del que somos los protagonistas.

Escuché por primera vez esta canción cuando tenía unos 14 años, en la voz increíble de Mercedes Sosa. Poco después la canté a dúo en una grabación que hicimos con mi amiga Alejandra Lauría, que nunca fue publicada. Hace unos pocos años la grabé de nuevo con Alem, y es la canción que abre mi disco Desconcertada. Me ha acompañado en todas estas etapas de mi vida, y lo sigue haciendo: en ese mismo edificio de la calle Oro, en el mismo décimo piso pero en el departamento de al lado nuestro, el F, vivía Adela Antokoletz, una de las fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo. El año pasado, sobre la vereda de la calle Oro, se colocaron dos baldosas en homenaje a dos desaparecidos, Jorge Tanco (vecino del edificio) y Daniel Antoko-letz, hijo de Adela. Ahí estuvimos con mi amiga Alejandra cantando con emoción, una vez más, “La paciencia pobrecita”. Así que yo me sigo encontrando con esta canción una y otra vez, porque viene a mí o porque yo la vuelvo a invocar. Es una de esas canciones que me enseñaron cosas de la vida, que me aliviaron en momentos de dolor, y que me acompañaron en momentos de alegría. Hay gente que tiene sus libros de cabecera, como un paisaje preferido. Yo tengo esta canción, que es la película que me hago y revivo cada que vez que la escucho y la vuelvo a cantar.

Y la canto desde el año 1975. Por aquel entonces yo era muy amiga de mi prima hermana Alicia Guerrero Moncayo, y con ella intercambiábamos canciones. Yo rasgueaba un poco la guitarra y le enseñé algunos temas, entre ellos esta zamba. Ella daba clases en una villa, y un tiempo después, en 1977, fue desaparecida por la dictadura. Esta semana me llegó una noticia que resultó muy conmocionante para mí, y que hace que la elección de esta canción que estuvo siempre a mi lado recobre fuerza una vez más: a través de su hermana, mi otra prima, me enteré de que gracias al Equipo Argentino de Antropología Forense estarían cercanos a identificar los que serían los restos de mi prima Alicia. De confirmarse, y tal como me lo sugirió su hermana, voy cantar esta zamba que compartíamos treinta años atrás, cuando tengamos la posibilidad, finalmente, de enterrarla. Por esta posibilidad, mi enorme agradecimiento a esos héroes anónimos que son los miembros del Equipo Argenti-no de Antropología Forense.

Susanna Moncayo
interpretará junto a la Orquesta Sinfónica Nacional la obra de Gustav Mahler Rückert Lieder.
El viernes 4 de diciembre a las 19
en la Bolsa de Comercio, Sarmiento 299, Planta Baja.

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