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Domingo, 14 de marzo de 2010
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Arte > Emiliano Miliyo: el arte conceptual al ataque

No apto para entendidos

Por Santiago Rial Ungaro
Autor de pinturas, comics y graffiti en los ’80, la década del ’90 lo encontró volcado al arte conceptual y sumado a ese proyecto luminoso, lúdico y refrescante que fue la galería del Centro Cultural Rojas comandada por Gumier Maier. En la última década, siempre contra la corriente del sistema del arte, organizó una muestra colectiva en su casa paralela a ArteBA y una en la celebrada Belleza y Felicidad que incluía su propia crítica a esa celebración. Ahora la muestra Obras 2001/2010, en el Centro Cultural Recoleta, permite recorrer el modo en que Emiliano Miliyo viene buscando, desde siempre, un arte que los entendidos no entiendan.

Una instalación lumínica hecha con luces de neón formando un huevo. Un Díptico en el que aparecen Dieguito Maradona (circa 1981, con la camiseta de Boca Juniors) y Luis XV. Un globo ocular flotante, que parecería salido de un museo de ciencias o quizá sea el ojo de un ser invisible. Una escalera para enanos. Un caja de cd transparente vacía, grande como una mesa. Un rulemán cósmico viajando por el espacio, que bien podría ser la tapa de un cd de la Sun Ra Arkesta... ¿Qué es todo esto? ¿Es arte? ¿Es un chiste? ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos? Hay muestras que nos generan certezas y otras que nos llenan de todo tipo de interrogantes. Tal es el caso de Obras 2001-2010, un caprichoso Greatest Conceptual Hits de Emiliano Miliyo. Este artista comenzó su carrera como pintor, haciendo comics y graffitis en los ’80, y en los ’90 se volcó al conceptualismo; desde el 2000 hasta hoy su obra se ha caracterizado por una constante y precisa cruza de soportes, en la que los límites entre los objetos, la escultura y la instalación desaparecen, a la vez que se multiplican los interrogantes. Arte conceptual sí, pero del que vuela la cabeza.

“A mí me gusta cuando los ‘entendidos’ no entienden. Cuando pasa eso me digo: Ah, voy bien...” La muestra (que abarca las salas 8 y 9 del Recoleta), pasa de los juegos de espejos y las anamorfosis a cambios de escala, desafiando permanentemente al espectador.

“No me interesa generar una obra que te rodee, o que te incluya a vos en el espacio, sino lograr una concentración de arte. Una forma misteriosa y distante, pero atractiva y seductora. Un mundo en el cual hay otros mundos.”

Si bien se trata de una selección de obras de los últimos nueve años, aquí también hay algunos trabajos de su actual producción. Y, si bien la densidad de sentidos puede sorprender o abrumar al que no sepa nada sobre la Historia del Arte (a la que Miliyo recurre conceptual y estéticamente), es innegable la capacidad de su obra para seguir generando distintos significados.

“No existe arte que no sea conceptual hoy en día”, dispara Emiliano Miliyo. “Creo que tiene que ver con una cuestión de sensibilidades. El lenguaje es el vehículo, es la clave. Gracias a la cultura del entretenimiento, de pronto un lenguaje como el del cine o la música quizá sean más accesibles para la gente. La traba pasa por el lenguaje. Pero si vos podés surfear a través de ese vehículo que es el lenguaje y lograr que una obra te haga preguntarte sobre el sentido de tu vida o el enigma de la muerte, entonces el tema ya le puede afectar a cualquiera.”

Como su admirado Duchamp, Miliyo trabaja con ideas. El año pasado, por ejemplo, Miliyo ideó Ph, una muestra instalada en su propio taller, una casa chorizo ubicada en el barrio de Montserrat con muchas habitaciones y un patio que las comunica a todas. “La idea era retomar el espíritu de un estudio abierto, ver qué pasa con la energía cuando se trabaja en un lugar en el que se trabaja.” Allí participaron Daniel Joglar, Amaya Bouquet, Nahuel Vecino, Luna Paiva, Diego Gravinese, Elena Dahn, Leandro Erlich, Marcelo Gutman, Vicente Grondona, una verdadera selección nacional de artistas que utilizaron el espacio según sus necesidades plásticas, pudiendo quitar, desarmar, intervenir o preservar los objetos ya existentes en el taller de Miliyo. No casualmente, la propuesta se desarrolló en paralelo a Arte BA.

Miliyo cuenta que al momento de curar su propia muestra se le abrieron dos caminos, dos posibilidades diferentes:

“Yo me daba cuenta de que un riesgo que corría era que fuera una muestra muy seria, demasiado ambiciosa. Y el otro camino era el de renunciar a algunas cosas para que la muestra fuera un poco más móvil, inasible, un poco más imperfecta, si se quiere. Yo quería que la muestra se sostuviera sola y para eso no tenía que tener un curador: tenía que ser lo más caprichosa posible”.

De hecho, el texto del catálogo lo escribió Roberto Conlazo, músico experimental (ex Burt Reynolds Ensamble). El texto, solipsista y poético, parece el fragmento de un diario íntimo. “Hay muchos curadores o críticos que respeto a los que podría haber recurrido para el texto, pero me quería abstener de que explicaran por qué la muestra es así, por qué la obra del artista es asá. Quería la mirada de alguien que no estuviera contaminado por la ortodoxia del arte. En vez de llamar a alguien al que quizá no sé si le pasa algo con mi obra sólo porque confío en su background, decidí agarrar a alguien al que sabía que le pasaba algo con mi trabajo.”

Si bien en algunos casos se lo omite como artista del Rojas, Emiliano Miliyo es históricamente un artista surgido “del Rojas”; allí hizo sus primeras muestras junto a los Mariscos en tu Calypso, colectivo de artistas de fines de los ’80 en el que también estaban Esteban Pages y Sebastián Gordín, entre otros.

“Desde las primeras muestras que hacíamos con los Mariscos en tu Calypso, cuando éramos adolescentes, nosotros nos ocupábamos de todo: nos encargábamos de los catálogos, de curar las muestras. Creo que por eso mi manera de concebir los proyectos difiere mucho de los lugares de poder. La verdad es que no me considero un curador porque yo trabajo de otra forma.”

Para Miliyo, sus inquietudes “conceptuales” o hasta metafísicas ya se perfilaban desde entonces. “En mi adolescencia yo estuve acostumbrado a estar rodeado de gente muy hambrienta. Ibamos a ver una película de Tarkovski y no entendíamos un carajo. O íbamos al Goethe a ver la Documenta y nos preguntábamos, ¿qué es esta obra, qué es el arte? Para mí esa fue una época bastante particular: todo pasaba a través de lugares que no eran institucionales: bares, discotecas. Y en un momento empieza a aparecer el lugar institucional como el siguiente lugar posible para el arte, con la Bienal de Arte Joven, el Centro Cultural Recoleta. Y después aparece el Rojas, en el ’89. Gumier Maier nos llama a los Mariscos, o sea que mi relación con el Rojas viene del mismo momento en que empezó como galería. Por eso es para mí muy raro ver cómo mucha gente que no lo vivió, o que no vivió de cerca, habla del Rojas. La realidad, la historia es muy móvil y a veces lo que vos ves de la realidad difiere mucho de cómo fue realmente.”

Como referente del Rojas, Miliyo fue convocado en el 2003 para curar una muestra subjetiva de la entonces muy de moda “regalería” Belleza y Felicidad. Miliyo convocó para escribir el texto a Ernesto Montequín, que realizó una certera y sorprendente crítica a B&F que cayó como un balde (o varios baldes) de agua helada sobre quienes esperaban una celebración que consagrara a la Galería. Un escándalo, pero también una performance artística.

“Me parece medio aburrido hablar de eso ahora... Lo que a mí me motivó a hacer eso fue cuestionar lo que significa el rol de los legitiman el arte. Era un momento en el que ya se hablaba de Belleza y Felicidad como un fenómeno, como también se habló en su momento del Rojas. Y mi actitud fue: ‘Ok. Acá está pasando algo. Pero hay muchas maneras de verlo. ¿Qué pasa si en vez de ofrecer la mirada que todos esperan y decir que es genial y es así por tal cosa lo hacemos desde otro lugar? ¿Qué pasa si incluimos la crítica de esto mismo?’. Fue un experimento, y cada uno lo entendió según sus limitaciones. Para mí fue algo más, no fue muy importante. Pero es cierto que se armó un gran revuelo: hubo llamadas de gente que no quería participar de la muestra, o gente que me decía que ni se me ocurriera publicar ese texto... Pero bueno, a mí me llamaron porque querían que hiciera de curador... y yo hice eso. Y hoy por hoy todos los artistas lo incluyen en su currículum. A mí me asombró mucho el factor miedo: yo no soy nadie. Cada uno lo entendió de distintas formas... y creo que eso está bueno.”

La muestra de Miliyo también puede ser entendida desde distintas formas, y en eso reside su encanto: “A mí me interesa cuestionar, que una obra te enfrente a saber dónde estás parado, cuáles son tus miedos, qué queremos construir... ¿A quién le importa tal o cual persona, un curador o un artista? Lo que importa es lo que te pasa a vos cuando estás enfrente de una obra. De última, ¿por qué tiene que estar bueno el arte contemporáneo? Puede que no esté bueno, pero es lo que hay”. Por lo pronto, lo que hay es esta excelente muestra, en la que Miliyo siente que “se concretó un ciclo. Y a la vez las obras nuevas abren una puerta al futuro, mirando lo que viene”.

Obras 2001/2010 se puede visitar hasta el 4 de abril, en las Salas 8 y 9 del C. C. Recoleta, Junín 1930.

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