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Sábado, 6 de noviembre de 2010
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Teatro > El premonitorio encanto de Chicago

La cárcel de la fama

Por Mercedes Halfon
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Nélida Lobato, protagonista junto a Ambar La Fox de la puesta original de Chicago en el Maipo de Buenos Aires, en 1977.

Chicago, el musical que inventó el terriblemente pegadizo estribillo “Y siga el jazz”, vuelve a escena en la calle Corrientes por tercera vez y no se puede decir que ésta sea la vencida. Ya es bastante obvio que las complejas coreografías de Bob Fosse en esta obra cínica, sensual y profética, siempre van a resultar tan atractivas como si se vieran por primera vez. Claro que no se trata de una versión porteña, como quien dice una adaptación del clásico, sino de la exacta Chicago montada con todas las prerrogativas estadounidenses. El musical viaja con su puesta original a todo el mundo y sólo se adapta al idioma. Un equipo de Broadway se hace responsable de cada nuevo montaje de la pieza y elige cuidadosamente a las Velma Kelly y Roxie Hart autóctonas. La coreografía que se verá acá entonces, está a cargo de Gary Chryst, quien realizó idéntica tarea en innumerable cantidad de países, la dirección de la puesta y actores está en manos de la brasileña Tania Nardini, y la supervisión musical es de Rob Fisher. La puesta es, por ende, siempre perfecta, siempre impecable.

Si hiciéramos un rápido racconto de las veces que se vio Chicago en nuestro país, la primera que habría que mencionar es la de 1977, apenas dos años después de su estreno por Bob Fosse en EE.UU., protagonizada por las súper divas de la época Nélida Lobato y Ambar La Fox, cuando el rubro vedette no era una tendencia generalizada, sino una profesión interesante y singular. Hay que decir que esa versión no tenía la estética que se asocia con Chicago hoy. La coreografía original de Fosse tenía por supuesto todo su bagaje estilístico: los movimientos grupales diversos y superpuestos, los detalles en las manos abiertas y las caderas desniveladas, el uso de guantes y sombreros, eso que se denominó el “muñeco quebrado” de Fosse, que definió su estilo en la danza. Visualmente, esa primera puesta trataba de emular los años veinte con complicados peinados y vestidos, que no se habían destilado hasta lo sexy y oscuro que terminó representando a la obra. En YouTube hay videos de Lobato bailando “Y siga el jazz”. Defraudan un poco.

Fosse estrenó Chicago en 1975 y duró hasta 1977, sin tener un éxito arrollador. La historia de estas dos asesinas que compiten por los favores de un abogado que las salva en la medida en que las convierte en estrellas en las tapas de los diarios había sido primero una obra teatral de Maurine Dallas Watkins, basada en casos reales. Fosse la leyó, se volvió loco y decidió llevarla al lenguaje musical. Pero luego de su no éxito, se ocupó de otras tareas en cine y en teatro que sí lo tuvieron y en 1987 murió. En el medio pasó la película All That Jazz que cuenta la vida de Fosse en esos anfetamínicos meses en que montó la obra.

Años más tarde, en 1996 exactamente, Chicago volvió a estrenarse en Broadway y esta vez el público sí comprendió la ironía de esas dos cabareteras asesinas que dan todo por hacerse famosas. Acababa de suceder el crimen, juicio y declaración de inocencia de la estrella deportiva O.J. Simpson. La sensibilidad de la época había cambiado.

En el 2001 pre-cataclismo económico la puesta tuvo como protagonistas a dos divas del musical, Sandra Guida y Alejandra Radano, como dos enormes encarnaciones de Velma y Roxie. Si dejamos de lado la versión cinematográfica de Rob Marshal, estrenada aquí en 2002, cuando tras Moulin Rouge y Bailarina en la oscuridad, parecía que el género musical reverdecía en la pantalla, esta es la tercera vez que se ve Chicago en Buenos Aires. El hecho de que la última vez haya sido en época de convertibilidad, con butacas a 100 dólares, explica por qué en esta puesta no hay grandes figuras. Los roles centrales están encarnados por Melania Lenoir y Natalia Cocciufo, dos artistas que vienen trajinando la escena Off y no tan Off del musical, pero en papeles secundarios.

En la calle Corrientes el cartel de Chicago no tiene nombres propios ni caras. Sólo las letras rojas de neón, sin más aclaración. Si en 1996 el público estaba más receptivo que en 1975 a la idea de las falsas estrellas que se mantienen en el candelero gracias a explotar las oscuridades de su vida privada, hoy esto ya no es una novedad: es la lógica misma del espectáculo. O por lo menos del círculo entre la TV, el teatro, las revistas y sus múltiples ecos en las redes sociales. De alguna manera Chicago anticipa Gran hermano, Bailando por un sueño o cualquiera de esos programas de los que muestran lo que ahí sucede, como en loop. Las mujeres –y los hombres– dispuestos a todo por un sueño (propio). El reality de todos los días en el que cualquier disparate puede pasar y convertirse en la más creíble ficción o la más increíble realidad.

Martes, miércoles y jueves 20.30. Viernes a las 21. Sábado a las 19 y 22.30. Domingo a las 20. Teatro Lola Membrives (Av. Corrientes 1280). Entrada: desde $ 70.

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