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Domingo, 30 de octubre de 2011
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Entrevistas > Alceu Valença antes de tocar esta noche en BA

Yo vengo a ofrecer mi coraçao

En una temporada llena de ofertas musicales internacionales y variadas visitas brasileñas, brilla un demorado acto de justicia: el debut en Buenos Aires de Alceu Valença, el músico que ayudó a romper el eje musical Río-San Pablo defendiendo los ritmos del nordeste y haciendo un rock que no resignaba la pluralidad de sonidos. Revolucionario en los ’70, popular en los ’80 y enfrentado a las discográficas en los ’90, sus shows en vivo siguen siendo uno de los más convocantes de la escena brasileña. Esta noche, refutará una vez más a sus antiguos detractores: ni maluco ni careta.

Por Martín Pérez
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“Demasiado maluco para los caretas, y demasiado careta para los malucos.” Desde su hogar en Olinda, Alceu Valença se ríe ante su propio resumen de sus comienzos con la música e inmediatamente después se preocupa por que se entienda lo que quiso decir. Careta, se lo tranquiliza de este lado del teléfono, es una palabra que se traduce perfectamente al castellano. Y maluco era lo que parecía Alceu en sus comienzos, con su pelo largo, sus ropas sueltas, y sus permanentes saltos en el escenario. “Yo no diría que parece un hippie. Mucho menos una estrella de rock”, intenta describirlo la periodista Ana María Bahiana en el artículo dedicado a Valença compilado en su canónico Nada será como antes, un volumen en el que recorre la música popular brasileña de los ’70. “Hay algo tan improvisado en su figura, en su ropa de escena, que ni las botas de caña alta consiguen rockificar. Diría más bien que es un traumaturgo crazy del nordeste.”

El crazy nordestino se refiere a los dos bandos en los que parecía estar dividida la música brasileña a fines de los ’60 y comienzos de los ’70. De un lado, los que defendían la música de raíz, los tradicionalistas. Y del otro los que estaban ligados, primero, a la Joven Guardia, la turma rocker de Roberto Carlos. Y luego al Tropicalismo. “Fue Luiz Gonzaga el que me dijo: la tuya es una banda de pífano eléctrica”, recuerda Alceu, y explica que el pífano es un instrumento típico de la música nordestina, con dos flautas que suenan al unísono. “Algo que fue una sorpresa para nosotros, porque hasta entonces creíamos que lo que hacíamos era rock.”

Según escribe José Teles en Do frevo al manguebeat, un volumen que recorre la historia de la música del nordeste brasileño, de Gonzaga y Jackson do Pandeiro hasta Chico Science y el Mangue Beat, aún hoy Valença sigue siendo el artista pernambucano que más se destacó nacionalmente en Brasil en los últimos treinta años. Una carrera que comenzó en los ’70 formando parte de la movida de rockeros nordestinos como Raimindo Fagner y Ze Ramalho (Os Violétricos, como resumieron Belchior y el periodista José Neumanne) que intentaron romper a fuerza de electricidad el eje musical Río-San Pablo. Pero Alceu terminó irrumpiendo masivamente en 1980 con Coraçao bobo, su homenaje a Jackson do Pandeiro. Después vino Cavalo de pau (1982), el disco más vendido de su carrera, que contiene admirables himnos todavía presentes en sus shows en vivo, como “Tropicana” o “Como dois animais”.

Peleado con la industria desde fines de esa década, y dedicado desde entonces principalmente a los shows en vivo, Alceu sigue siendo demasiado maluco para algunos, y demasiado careta para otros. Defensor acérrimo de los ritmos tropicales del nordeste, considera que demasiada antropofagia musical puede acabar con las tradiciones culturales. “No entiendo cómo viviendo en un país culturalmente tan múltiplo como Brasil, hay gente que necesita estar buscando siempre referencias extranjeras”, se queja Valença, y asegura orgulloso que el show que presenta esta noche –su primer show en Buenos Aires– se llama justamente así: Múltiplo. Porque su música es múltiple, y tiene más de un rostro. Como lo ha sido durante toda una carrera llena de canciones inmortales.

MALUCO BELEZA

Uno de los momentos más memorables de su carrera sucedió en el primer Rock in Rio, en 1985. La dictadura brasileña estaba llegando a su fin, y el músico se había presentado desde el año anterior en todos los actos por las elecciones directas con una canción inmortal como “Anunciaçao”, cuyo estribillo repite: Estás llegando/ ya escucho tus señales. “Justo me tocó salir a escena un día antes de las elecciones, y lo que sucedió fue algo impresionante”, recuerda. “El que estaba llegando, claro, era Tancredo Neves.” El detalle de que el respetado Tancredo, que terminaría ganando aquellas elecciones, nunca llegó a asumir la presidencia, ya que murió antes del traspaso de mando, tiñe de aún más emoción el recuerdo de lo que sucedió aquella noche de febrero, algo que nadie se esperaba, en que 300 mil personas no dejaron de corear el estribillo del tema luego del cierre del show. “Aún hoy me acuerdo y se me pone la piel de gallina”, asegura Valença de aquella noche en que se retiró del escenario junto a todos sus músicos llorando de emoción. Seis años después supo repetir la proeza en el Rock in Rio 2, cuando su show en el Maracaná opacó los de Santana y Prince. “¿Qué se siente al tener que tocar después de Prince?”, le preguntaron los periodistas locales. “Que yo también soy un príncipe”, respondió un Alceu repentista, que siempre dobla la apuesta. Y suele estar a la altura.

Semejantes muestras de calor popular son fruto de una carrera construida paso a paso, con la música siempre por delante. Aunque antes, estuvo un título de abogado. “Mi madre me regaló mi primera guitarra a los quince años, y es como los corpiños para las mujeres: nunca te olvidás del primero”, bromea Alceu da Paiva Valença, que nació en 1946, y se crió hasta los seis años en Sao Bento do Una, una pequeña ciudad agreste de apenas 5 mil personas. “Todos allí eran mis parientes, tanto los más ricos como los más pobres”, asegura Alceu, pariente de un político constitucionalista (“de cuando ser político era un orgullo, no como ahora”), y que desde pequeño estuvo expuesto a la cultura popular. Según le contó a José Teles, cuando se mudó a Recife, al comenzar su adolescencia, debió ocultar esa cultura rural. Y como su padre quería que fuese abogado, le dio el gusto y se recibió. “Pero mi primer trabajo fue el de cobrarle una deuda a un pobre hombre que no podía afrontarla, al que terminé aconsejándole que se fuese sin pagar nada”, se ríe Alceu. Liberado, intentó con el periodismo. Pero cuando la dictadura decidió reglamentar la profesión y exigir carnet universitario, no le quedó otra que irse a Río a intentar con la música.

Aquella primera época de su carrera comenzó con un disco a dúo con Geraldo Azevedo, el iniciático Quadrafónico (1972). “Geraldo tocaba con Nana Vasconcellos, mientras que yo aún no era artista ni quería serlo”, recuerda Alceu. Gracias al apoyo de su coterráneo –al que a su vez ayudó a volver a la música, ya que Azevedo, perseguido y hasta torturado por la dictadura militar, se estaba dedicando al diseño gráfico– Alceu comenzó a creer en lo que hacía, y terminaría deslumbrando con un debut propiamente dicho, cuyo espíritu cada tanto suele intentar rescatar, Molhado de suor (1974). Luego convocaría a los mejores rockeros de Recife para la banda con la que grabaría Vivo (1976), el inolvidable álbum con el que inventó el forrock. Pero la buena prensa no se correspondía con el éxito y Valença terminó quedándose sin grabadora. Era, cuándo no, demasiado maluco. Recién al regreso de la obligatoria experiencia europea de los músicos brasileños de aquella época, Alceu comenzó su etapa más popular, que coincidió con el auge del pop brasileño de los ’80. Aunque lo suyo, claramente, era otra cosa. Hacia el final de la década, sin embargo, la industria igual intentó meter mano en su música, y entonces comenzó una larga lucha con las discográficas que se continúa hasta ahora. “Hubo quien quiso que grabase un Coraçao besta, intentando repetir el éxito de Coraçao bobo”, recordó alguna vez. “Creo que fue a partir de entonces que los empresarios desplazaron a los maestros en el mundo de la música. Yo sé que todo es negocio, pero hay muchas formas de ganar dinero. Podrían dejar el arte en paz.”

MADURO PERO NO CARETA

Siempre al teléfono desde su hogar, Alceu asegura que está feliz de poder tocar por fin en Argentina. Y lo dice, explica, sabiendo que semejantes declaraciones son un cliché, que el mundo del espectáculo está lleno de artistas que cuelgan del escenario la bandera del país que visitan, para tirarla apenas termina el show. Pero él lo dice en serio, asegura. “Porque a mi abuelo materno le gustaba escuchar tangos”, cuenta. “Lo veía tocar la guitarra de pequeño, pero nunca tuvo la suficiente paciencia como para enseñarme.”

Cuando se entusiasma con sus recuerdos, Alceu acelera el ritmo de su charla y su acento nordestino se vuelve casi imposible de descifrar. “Cuando era chico, en la radio podían sonar músicas argentinas, así como brasileñas o españolas. Después empezó a escucharse sólo música en inglés, principalmente norteamericanas. No tengo nada en contra de los norteamericanos, pero no me gusta ser obligado a escuchar sólo eso. Ultimamente, además, es pop descartable, parte de la industria del entretenimiento.”

Con 65 años de edad y casi cuatro décadas en el mundo de la música, Alceu además acaba de terminar su primera película como director, un largo proyecto que lleva varios años soñando. Se trata de A luneta do tempo, una suerte de ópera popular, cantada o en verso, en la que Alceu interpreta más de un papel. Antes de eso, su último disco fue el maravilloso Ciranda mourisca (2009), donde recogió temas perdidos de toda su carrera y los regrabó bajo el ritmo que bautiza el álbum. Esa tal vez sea la mejor puerta por la que entrar a su música. “La que me ayudó a elegir los temas fue mi mujer, que por suerte no es celosa, porque hay muchos temas dedicados a otras mujeres de mi vida”, bromea Alceu, haciendo mención a una gema lisérgica como “Iris” y “Maracajá”, dedicada a Ana de Amsterdam, una inolvidable bailarina holandesa que en los ’70 deambulaba por Olinda. “Es un disco transparente, hipnótico y, claro, lisérgico.” Más de un tema del disco va a formar parte de Múltiplo, el show con el que recorrerá su carrera y la música de su tierra en la discoteca Groove de Palermo. “Pero sobre todo tocaré música de carnaval, frevos, samba, algunos temas cercanos al rock, todas melodías del norte, y algunos temas incluso de Luiz Gonzaga”, enumera el mítico Alceu, maduro pero aún en su mejor momento. Y que finalmente está llegando, ya se escuchan sus señales.

Alceu Valença toca esta noche en Groove (Santa Fe 4389), en el marco de la Feria Internacional de Turismo. A las 21. Entradas: $ 80.

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