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Domingo, 25 de mayo de 2003
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Arte

Hollywood, Uruguay

Los avances de una superproducción en la que un artista uruguayo corre por Nueva York con un hisopo de cuatro metros para masturbar a Britney Spears. Un E-True Hollywood Story sobre la vida y obra de ese montevideano. Un video en el que un grupo de artistas iberoamericanos vuelven a filmar las grandes películas de Hollywood. Hasta fin de mes, puede verse en Ruth Benzacar Planet Sastre, la muestra cabal de un artista pop con TV por cable.

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POR CECILIA PAVON

“ Cuando a los 11 años, leyendo el diario El País de Montevideo, me enteré de que Andy Warhol había muerto, me dio mucha lástima porque ya sabía perfectamente bien de quién se trataba, sabía de la película de una mujer que comía bananas y de la del tipo que duerme, de los zapatos de los famosos, del pelo platinado, sabía todo... Porque el pop estuvo allí toda mi vida y siempre me encantó”, afirma Martín Sastre. En el video “The E-True Hollwyood Story” –que forma parte de la muestra Planet Sastre, expuesta en la Galería Ruth Benzacar hasta fin de mes– crea su propio mito de origen: a los siete años su madre lo ata frente al televisor. Ante la imagen del papa Juan Pablo II acosado por periodistas y fans durante su primera visita a Buenos Aires, el niño descubre las leyes que rigen el mundo contemporáneo: “Mami, mami, el Papa es una estrella de rock”, grita desde su silla. Desde entonces soñará con ser él también una estrella, y lo logrará, cuando llegue a integrar el “glamoroso mundo del arte contemporáneo”.
“The E-True Hollywood Story” es algo así como un clon genéticamente manipulado y de bajo presupuesto de la serie de documentales con el mismo nombre del canal E! Entertainment Television, esa que se dedica exclusivamente a la vida de los famosos. La voz de la locutora suena igual a la del original, aparecen los mismos separadores que en el canal de cable, y todos los trucos de construcción del relato audiovisual están copiados a la perfección. Pero no fue producido en un estudio de Miami, sino en una isla de edición común y cualquiera de Montevideo y costó sólo unos pocos dólares.
En el 2000 Martín Sastre mostró en Nueva York, en la galería Momenta Art, su video “Masturbated Virgin”, un falso coming attractions en el que se exponían escenas de una supuesta película con la actuación de Britney Spears. Un artista uruguayo –él mismo– corría por las calles de Montevideo con un hisopo de cuatro metros de largo en busca de la estrella autodeclarada virgen, para masturbarla. En esa ocasión una nota aparecida en un pequeño periódico de arte local explicaba: “Uruguay es uno de los países más pequeños de Sudamérica. La recesión económica podría explicar por qué el videocable ha sido introducido en el país sólo recientemente. Mientras Uruguay es invadido por imágenes producidas fuera de su propia tradición cultural, el artista reconfigura este exceso de información visual para dar sentido a este contexto disociado”.
En la mejor tradición rioplatense, como un Borges del trash pop, Sastre se pasea por la cultura global y produce sus propias versiones adulteradas de los nuevos mitos universales, que no son otros que los de la cultura de los medios masivos transnacionales. Así como Pierre Menard reescribió el Quijote, Sastre reescribe los documentales de E! o pone citas falsas en la boca de personajes como Nancy Reagan: “Un mundo sin Hollywood es un mundo de terror y caos”, afirma la ex primera dama en “The Video American Legend”, el último trabajo de Sastre. Este video, que ya fue presentado en Casa de las Américas en Madrid, donde Sastre fue becario durante el 2002, podría también pensarse como una ficción borgeana de signo actual. Ante la inminencia de guerras y catástrofes en el mundo, la gente abandona los cines –la realidad ha superado a la ficción– y sólo presta atención a las noticias de las grandes cadenas. Hollywood quiebra, sumiendo a la humanidad en una oscura época “sin sueños”. Pero ahí llega un Sastre congelado como Walt Disney recién salido de la cámara de refrigeración (todavía tiene estalactitas de hielo colgándole del rostro) para contar la historia de cómo los artistas iberoamericanos cambiaron el curso de la historia mundial: con el auspicio de las Naciones Unidas, produjeron miles de remakes de los viejos éxitos hollywoodenses como Flashdance, Cramer vs. Cramer y Poltergeist; con muy pocos recursos, devolvieron al planeta la magia perdida (el videoarte es infinitamente más barato que el cine) y de paso salvaron la economía de sus países. Así, los artistas iberoamericanos ganaron fortunas y crearon la nueva fuente de riqueza de la región. La obsesión por las misiones son una constante en la obra de Sastre. En una época en que la reconfiguración de las relaciones entre estética y política es unas de los temas más tratados por críticos y pensadores, estas ficciones delirantes, además de crear nuevos sueños, construyen su hipótesis sobre el lugar del artista en la sociedad contemporánea. Los artistas puestos en escena por Sastre no tienen nada del mito románico del artista creativo y desinteresado: trabajan a partir de la falsificación y su única meta es hacerse ricos. Si son políticos, no lo son en el sentido de lo políticamente correcto. Más bien se perfilan como terroristas o activistas, que tratan de encontrar atajos en la densa trama del mundo del arte internacional. La ironía y la excentricidad son sus herramientas en este camino, y en este proceso, cultura y economía se fusionan de modos inesperados. Como sucedió con uno de sus últimos trabajos: el site de Internet de la “Martin Sastre Foundation for the Super Poor Artist”, una fundación imaginaria en la que mecenas ricos del Primer Mundo financiarían los proyectos de los artistas latinoamericanos. “A través de este sistema usted puede redistribuir la economía mundial apadrinando a un artista latinoamericano que es superpobre y no posee ningún apoyo institucional y sin embargo insiste en realizar su proyecto”, se lee en la presentación del site (www.martinsastre.com), mientras Sastre arroja corazones rosados desde una silla giratoria. A una galerista española le gustó tanto la obra que se comprometió a gestionar el proyecto. Este trabajo será presentado como lo que es –una obra ficcional– en la próxima Bienal de Praga de flash art, pero al mismo tiempo estará funcionando en el “mundo real” conectando a mecenas y artistas a través de la web.

Planet Sastre se puede ver en Ruth Benzacar
(Florida 1000) hasta el 31 de mayo. De lunes a viernes de 11.30 a 20 y los sábados de 10.30 a 13.

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