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Domingo, 22 de julio de 2012
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Teatro > La verdad, la nueva obra de Bernardo Cappa

El papel argentino

En un camping, las vacaciones tortuosas de dos hombres y la novia de uno de ellos, enredados en un triángulo amoroso, se ven interrumpidas por dos jóvenes que vienen a pedirles hielo. Son custodios del cuerpo de una mujer. Pero, ¿quién es ella? ¿Una diva televisiva, una actriz famosa o la mismísima Eva Perón? La nueva pieza dirigida por Bernardo Cappa no intenta dar una respuesta, no busca revelar la verdad, sino que se concentra en los modos en que una verdad se construye en un momento dado para alguien, para algunos o para todo un país.

Por Mercedes Halfon
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Que el teatro argentino es uno de los mejores –si no el mejor– de América, no es ninguna novedad. Las explicaciones son varias, pero una de las más fuertes es la que les atribuye el quid de tal excelencia a los actores locales. Creativos, permeables, intensos, la leyenda dice que le pasan el trapo a sus colegas latinoamericanos e hispanohablantes. Bernardo Cappa, director, actor, dramaturgo, conocedor del teatro argentino y español al dedillo, suscribe tal afirmación y encuentra una singular justificación para el fenómeno: “En todos lados en Argentina las cosas son dobles. Acá te subís a un taxi y tenés que sobreactuar a dónde vas, para que el taxista no te pasee. El espectador ya posee una especie de hábito consolidado para la mentira. Percibirla y practicarla. El actor debe luchar contra eso, sobreponerse a esa cierta incredulidad que circula. Por eso para mí el Stanislavsky nuestro debería ser La causa justa de Osvaldo Lamborghini, donde él habla del nuestro como un país de la mentira”.

El argumento del cuento es éste: un hombre va a un partido de solteros contra casados y dice “en broma” a otro que, si logra meterle un gol, él le hará una fellatio. Luego pierde la apuesta y no parece muy preocupado. Pero entre los participantes del juego había un japonés que cuando termina el partido le exige que cumpla con su promesa. No aceptará excusas cuando le expliquen que esa afirmación fue “una forma de decir”: para el japonés, que es samurai, lo que se dice, es. Todo desembocará en una masacre. “Todas las prácticas de una sociedad tienen un efecto sobre el teatro. Es por eso que acá hay que actuar muy bien, porque para sobrevivir hay que hacerlo, y mucho.”

EL ESTALLIDO DE LA FICCION

La reflexión acerca de los modos de actuar de los argentinos no es gratuita. La obra que Bernardo Cappa acaba de estrenar se llama, precisamente, La verdad. Y, ¿qué es la verdad en términos teatrales? ¿De qué modo el discurso actoral se hace cargo de ese concepto proveniente de la metafísica? Cualquiera de estas preguntas nos lleva al tema de la ficción y su modo de relacionarse con eso que conocemos como realidad. La propuesta de la obra es en principio poner en crisis estas ideas. Hacer una obra que no revele una verdad sino tal vez los modos en que una verdad se construye en un momento dado para alguien, para algunos o para todo un país.

La situación inicial es muy simple y algo cómica: una de esas carpas grandes, con alero y ventanitas, donde tres personajes están de camping en un campo al costado de la ruta. Son dos escritores y la novia de uno de ellos. Claramente se trata de un triángulo amoroso, donde las alianzas son momentáneas y los entramados de sospechas se superponen uno tras otro. A ese trío enroscado se suman otros dos misteriosos personajes: dos muchachos de traje que trasladan un cuerpo y se acercan a pedirles un poco de hielo. “Me interesaba reflexionar acerca de lo que aparece en el título”, explica Cappa. “En ese sentido no hay en la obra una intención concreta de resolver las situaciones que aparecen, de cerrarlas como si nosotros ‘supiéramos algo’. Me parece que la ficción en este momento está muy estallada en términos políticos. Quiero decir: la guerra de los medios, por ejemplo, genera una ficción en donde no sé qué leer. Por eso creo que la posibilidad de producir un mundo ficcional ahora requiere de la búsqueda de un lenguaje, porque las referencias sobre lo real directo son ingenuas.”

Por otra parte, esta idea de la historia abierta viene a revertir una tendencia en la que venía siendo la producción de Bernardo Cappa. Sus anteriores obras, las premiadas Pezones mariposa y Amor a tiros eran piezas más de situación, concretas, ciertamente humorísticas, donde se desarrollaban historias buscando una cierta efectividad. Cappa reflexiona: “Me llama la atención que hoy todas las obras que se estrenan hagan prensa. Nadie se preocupa por crear lenguaje y es una locura. Con La verdad quería probar algo. Probar un relato, sin apurarlo. Evidentemente nos va a llevar más tiempo descubrir hacia dónde va. Pero quisimos corrernos del lugar donde algo debe ser un éxito. Y recuperar esto que tiene el teatro que es una situación de prueba. La intención con La verdad fue construir una historia, pero que de alguna manera también fracase, que no se sepa bien qué pasó y que eso genere algo extraordinario.”

UNA ESTRELLA DE MENTIRA

Una de las cuestiones más llamativas de La verdad es que ese cuerpo que trasladan los muchachotes se revela como una famosísima actriz que se encuentra en un estado lamentable. Nadie puede saber qué pasa con ella, nadie puede mirarla, porque si cae su mito, caerán también los mecanismos que mantienen el funcionamiento del Estado. La obra da cuenta del modo en que ciertos mitos televisivos sostienen un orden. Los mitos, una vez más, la ficción, sosteniendo una realidad que también termina siéndolo.

Pero la pregunta que empieza a latir es: ¿Quién es esa mujer? Por un lado uno podría creer que se trata de una célebre conductora muy entrada en años que actualmente está volcada a la ficción; por otro, el relato parece ir hacia algo atemporal y tratarse de la mismísima Evita. La obra juega con esa ambigüedad. En un momento dado los muchachos trajeados mencionan que para irse deben esperar a “que llegue Perón”. Pero ese Perón no es más que uno al que así apodan; no se trata del General. Por un instante esa frase abre una brecha en el tiempo, una grieta en la percepción del espectador. Cappa dice: “A mí el peronismo, la construcción, las afectaciones que hacen que sea posible el peronismo, me atraen muchísimo. Uno lo escucha hablar a Perón y es un tío. Todos tenemos un tío parecido. El peronismo puede ser todo, ése es un logro de Perón, y sobre todo, parece que es eterno. Hay cosas que no cambian. Permanecen”.

La verdad podría pensarse como una obra que mitifica lo real, que lo convierte en algo extraordinario, avanzando sobre un territorio nuevo, oscuro como esa noche, espejeante como la actriz, delirante como los hechos que se suceden en el camping. Pero lo fantástico puede ser también parte del mundo. Como si la realidad necesitara de nuevas palabras para contarse, volcarse hacia lo fantástico para ser más realista. La creencia, lo más importante del teatro (y de la política), sólo se conservará así.

Sábados a las 20, en el Teatro Beckett,Guardia Vieja 3556.

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