W. Eugene Smith decía que fotografiaba para darles voz a quienes no la tenían. Menos romántico, el catálogo de la muestra anual de la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina Fotoperiodismo argentino //2011, recuerda: “No podemos olvidar que muchos de nosotros llegamos a pagar con la vida el interés por hacer visible lo que algunos quisieron ocultar”.
Quizá por ser la cámara fotográfica un instrumento quirúrgico muy agudo, que tiene el poder de enfrentarnos con aquello que a veces no queremos ver, el encuentro entre un fotorreportero y el mundo es siempre un especie de comunión impía. Comunión, por el compromiso necesario con la vida, los hechos y la gente que el fotógrafo intenta reflejar. Impía, por la manera descarnada con que los reporteros gráficos desguasan la realidad en cada una de sus fotografías.
Hoy, cuando tantos manierismos pretenden tergiversar lo más noble que tiene el arte de fotografiar, como es su contacto directo con el mundo, mirar esta exposición, que anualmente muestra lo mejor del fotoperiodismo de nuestro país, es sentir que un viento fresco ilumina a la fotografía argentina. Son la mejor parte de esa sensación de alivio: la imagen de Eugenio Adorni, de un desalojo en Tucumán; el paisaje de Buenos Aires, de Martín Katz; el reportaje de un funeral chino, de Diego Izquierdo; la imagen del ex presidente De la Rúa esperando el subte, de Alejandro Amdan; los extraordinarios retratos de Lucía Baragli, Rafael Calviño, Pablo Piovano y Lucía Merle; los tocantes reportajes de Alejandro Kirchuk, Sebastián Salguero, Eduardo Longoni, Ezequiel Lazarte, Diego Sanstede y Gonzalo Calvelo, y las decenas de magníficas fotografías de deportes y naturaleza que, con el mismo asombro con que producen la imagen de la tribuna de Boca hecha por Pablo Senarega o la sudestada de Ricardo Pristupluk, llenan las paredes del primer piso del Palais de Glace.
Esta catarata de imágenes con las que, en los últimos años, Argra intenta poner especial énfasis en lo federal, no hace más que demostrar que la Argentina es una suma de países diversos que por lo general no se tocan. Que la idea de que existe un denominador común a todos los argentinos es falsa. Y que la urgencia de encontrar un solo signo que nos represente y una sola imagen que nos comprenda, nos hace muchas veces errar el camino. Es que esas descripciones generales de nuestro país muestran nuestra feroz necesidad de identidad, más que su verdadero tiempo. Hoy la esencia argentina parece tejerse en muchos lugares y hechos, por lo general ocultos a la mirada de las grandes ciudades y a los medios.
América y Argentina han sido forjadas por inquietudes humanas opuestas en sus apetencias pero similares en su desesperación: las arbitrariedades brutales de ciertos hombres que buscaban riqueza en regiones que creían casi oníricas, de un lado, y la incertidumbre y el horror de pueblos reales a los que se les quitó su tierra de manera violenta, del otro. Estas fuerzas encontradas están todavía presentes en nuestro país. Y hoy, las contradicciones entre civilización y barbarie, fantasía y realidad, aborígenes y extranjeros, ricos y pobres, campo y ciudad, presente y futuro, están aún vivas. Quizá, por esto, nos preguntemos tantas veces cuál de esos países somos, cuando en realidad somos, precisamente, esa pregunta: un país con contradicciones, un país sin terminar, un país en tránsito hacia un país.
Tal vez, un día, la Argentina pueda contar sus verdades desde cada región. O mejor dicho, que esas verdades puedan hablar de igual a igual con todos. Porque en realidad, estas particularidades existen ahora mismo. Es sólo que muchas de ellas no tienen imagen, ni voz. Una imagen que, año tras año, el periodismo gráfico argentino insiste en hacer más visible y una voz que, tal como enseñaba Smith, nuestros reporteros gráficos luchan por hacer oír.
Palais de Glace Posadas 1725 Martes a viernes de 12 a 20 Sábados y domingos de 10 a 20 Entrada libre y gratuita Hasta el 12 de agosto
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