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Domingo, 5 de agosto de 2012
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Muestras > El pop argentino y brasileño en Proa

CATARATAS DE POP

En los años ’60, el pop inglés cruzó primero el Atlántico y después el Ecuador, transformando en cada frontera sus valencias ideológicas, sus críticas a la sociedad de consumo y su relación con la producción industrial de masas. Al mismo tiempo, a medida que dejaba los centros del mundo capitalista, era adoptado en un continente latinoamericano sacudido por revoluciones y movilizaciones políticas. En Brasil y en la Argentina, sus expresiones fueron simultáneas, cruciales y marcadas por la época. La muestra de Proa expone ese fenómeno a ambos lados de la frontera con más de cien obras que, por sí solas, ameritan la visita a La Boca.

Por Claudio Iglesias
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Roberto Jacoby. Un guerrillero no muere para que se lo cuelgue en la pared, 1968 Serígrafía. 32,5 x 47,5 cm Col. del artista, Buenos Aires

Las recurrencias del neoconcretismo, el arte de los medios, la nueva figuración y otras importantes corrientes artísticas latinoamericanas de la década del ’60 son examinadas una vez más en Arte de contradicciones. Pop, realismos y política, cuyo espectro aborda comparativamente las tradiciones artísticas de la Argentina y Brasil. La exhibición diseñada por Rodrigo Alonso y Paulo Herkenhoff como curador invitado tributa nuevamente a la década en la que se lucieron Antonio Berni, Alberto Heredia, los artistas del Di Tella y tantísimos otros del lado argentino; y Lygia Clark, Oiticica, Nelson Leirner, etc., del brasileño. En este contexto, Arte de contradicciones trata de poner simultáneamente el acento en el pop y en el intercambio entre artistas de ambos países. Y los términos del esfuerzo quedan claros en la primera sala, en la cual conviven las botellas de Coca-Cola (Inserciones en circuitos ideológicos, 1970) de Cildo Meireles y el afiche del Che Guevara de Roberto Jacoby (Un guerrillero no muere para que se lo cuelgue en la pared, 1968). Dos ídolos ideológicos (tomándole prestada la expresión a Pablo León de la Barra) en sendas piezas icónicas de dos de los artistas clave del momento, a ambos lados de las Cataratas del Iguazú. Desde allí, la referencia a la lucha política en Latinoamérica será una constante en la exhibición, del mismo modo que la pregunta por la posibilidad de importar el pop al contexto de las sociedades del Cono Sur. La muestra sigue los desglosamientos locales híbridos del concepto, al costo de casi despojarlo de significado en una sopa de referencias artísticas muy condimentada: Luis Benedit, Décio Pignatari, Hélio Oiticica y Federico Manuel Peralta Ramos, entre muchos otros artistas, comparten las salas atrianguladas de la Fundación Proa bajo el denominador común de haber sido artistas activos en el concierto de los ’60.

Delia Cancela. Corazón destrozado 1964

Es llamativo, en este sentido, que el mismo concepto de arte pop haya sufrido en su momento una especie de reconversión aduanera que, perdiendo de vista su raigambre británica y buena parte de su espíritu crítico, lo convirtió en el sinónimo de la cultura de masas de cuño estadounidense. La frase que Meireles dejó en las botellas de Coca-Cola retornables (“Yankees go home!”) prologa una serie de obras cuyo punto de sustento mutuo parece ser el arrojar, desde construcciones formales muy dispersas entre sí, una mirada sobre la imagen de Estados Unidos desde Latinoamérica. En esta dirección pueden incluirse La civilización occidental y cristiana (1965) de León Ferrari y una notable pieza de Kenneth Kemble titulada Invasión: un mapa físico de Norteamérica surcado de líneas rojas que parecen bajar del Estrecho de Bering ocupa la mitad inferior del plano, que incluye papel y tela entre sus soportes, mientras una moldura dorada ocupa el espacio superior. Al sur de lo que sería Baja California sólo vemos una dura franja de pintura roja. Una metáfora traumática de las relaciones interhemisféricas llevadas al plano del complejo le permite a Kemble poner a Estados Unidos al sur y dejarlo invadir por un incierto enemigo rojo. En la misma órbita temática y en un espectro de medios diferenciado pueden incluirse las referencias a la realidad política en los trabajos de Rubens Gerchman, Luis Felipe Noé, Antonio Manuel, Carlos Gorriarena, entre otros.

Si bien las tradiciones artísticas de los años ’60 fueron examinadas numerosas veces, la exhibición repone obras y perspectivas de trabajo hasta ahora subvaloradas. La misma dispersión semántica inherente al concepto del pop en Argentina y Brasil permite que ciertas piezas refractarias al “relato oficial” del arte de los ’60 como idilio de experimentalidad, desmaterialización y compromiso político puedan salir a la luz, con renovada actualidad.

Pablo Menicucci Boca, 1967-2003 (Parte de la instalación Hola Sophia!) Acrílico sobre aglomerado. 95 x 136 x 1 cm Col. privada, Buenos Aires

Este es el caso de Delia Cancela, cuyo Corazón destrozado (1964) promueve una suerte de versión sentimental y naïve del abandono del plano y la reivindicación pictórica de la tercera dimensión, una constante de la época que puede encontrarse en el camino que va del nuevo realismo francés a las síntesis espaciales del minimalismo. La imagen pintada de un corazón carcomido en su lado izquierdo continúa, fuera del marco de madera, en los fragmentos faltantes, atados con moño. La fuerza icónica del corazón, rendido en un color plano casi serigráfico sobre la tela, contrasta con una realización artesanal y despojada de los fragmentos que cuelgan. La obra es un dejado de desesperanza; el corazón, convertido en un puzzle, no puede ser armado y los fragmentos sueltos caen como gotas rojas a sus pies, con un dramatismo sencillo que perfectamente podría encontrarse en una novela de Manuel Puig.

Dalia Puzzovio es otra de las artistas locales que encuentran un lugar destacado en la exhibición. Como Cancela, Puzzovio extendió su trabajo del terreno del arte al de la moda y el diseño. Conocida por haber creado el zapato de doble plataforma, Puzzovio es también una muy fuerte escultora cuyos desarrollos objetuales podrían situarse entre Alberto Heredia y Liliana Maresca. Escape de gas (1963), un objeto escultórico formado por yesos ortopédicos en un carrito, marca un clímax humorístico en el relato de una tragedia doméstica. En su trabajo, el sufrimiento y el deseo toman formas agudas y graciosas alrededor de la idea central del cuerpo. De chiquita, Puzzovio asistió a una escuela religiosa que, según afirmó en una entrevista, marcó su sensibilidad estética. Allí están, como prueba de esta suerte de pop católico, sus Cáscaras (también de yeso) y, fuera de la exhibición, sus Coronas para los muertos.

Cildo Meireles. Inserções em Circuitos Ideológicos. Projeto Coca-Cola, 1970 Inscripción en botellas de vidrio. 24,5 x 6 x 6 cm Col. del artista, Rio de Janeiro.

Si por el lado argentino hay varias sorpresas, por el lado brasileño hay muy pocas obras que no formen parte de colecciones reconocidas o que no estén suficientemente documentadas en catálogos, lo cual habla muy bien de la crítica y la historiografía brasileña. Las vedettes son Oiticica y Meireles, pero también vale la pena entrar contacto con obras menos canónicas, como las de Wanda Pimentel y Carlos Zílio.

En verdad, no hay en la exhibición grandes lineamientos que permitan reconocer una hipótesis a través del conjunto de elementos presentados, y un buen número de las obras en exhibición forma parte del acervo reconocible del arte latinoamericano del período. Algo parecido ocurre con el catálogo, que incluye textos de Romero Brest, Masotta, el citado Jacoby y muchas otras fuentes. El repaso por los hits del pop local, sin embargo, al asumir dimensiones de esta escala (casi cien obras en exhibición) les permite a los curadores revisitar, junto a lo más recordado del arte de la época, ciertas líneas subterráneas del pop local.

Arte de contradicciones.
Pop, realismos y política
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