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Lunes, 20 de agosto de 2012
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Teatro 1 > Dos ladrones, una víctima y una comedia policial

Subí que te llevo

Por Leo Estol
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En los albores de la crisis del ’30 hubo unas películas que felizmente la rompieron y que terminaron estableciendo una camada de carismáticos actores y un género: la screwball comedy. Con una crítica solapada y graciosa a la división social, en Lo que sucedió aquella noche Clark Gable interpretaba a un periodista con mala suerte y un poco de tufo a alcohol que conocía a una chica –Claudette Colbert– que huía de un acaudalado padre de costumbres remanidas. Se conocían viajando en un bus nocturno en donde ella perdía su equipaje y él debía improvisar entre las ganas de escribir la nota sobre la fuga y el deseo de darle un beso.

Mucho después y más al sur en el mapa, es otra vez un vehículo el que fomenta el cruce social. Cuenta Melina Knoll –autora del texto dramático de Plantas secas en la calle White– que le pasó en la vida real: dos tipos le roban el auto y, en el medio de esta situación tan cara a la sección policiales, ella rescata que conversó con sus captores, les pidió las llaves de la casa y ellos se las dieron.

En la obra todo sucede con esa prisa de quien se sabe en aprietos. Llega una camioneta al galpón. Es un lugar sombrío. Estamos en el teatro, pero no se nota, se ven una canilla y una estantería llena de trastos. La puerta del baño está abierta, el inodoro se usa. Llega el Gordo con Pilar. El Gordo, de jogging, musculosa y altas llantas. Pilar mira todo, examina, temblorosa, parece un canario atrapado: está siendo secuestrada.

“Te salieron cualquier guita estos yuyos”: la camioneta está cargada de plantas, plantas que a los chorros no les sirven de mucho y que son de alguna manera el corazón de la obra. Pilar (Laura Otaola) se mueve temerosa. Registra a través de sus anteojos, inquieta va de aquí para allá, esquiva un pozo del desagüe, no encuentra ningún lugar donde sentarse un segundo. Tiene frío. El Gordo (Juan Lastra) que tiene una debilidad –no puede ver sufrir ni llorar a las mujeres–, le ofrece la campera. Pero ahí nomás arrancan las discusiones con Nacho (Ignacio Bresso), su socio que vocifera: prefiere robarle autos a los hombres porque encuentra que son más prácticos. “Menos vuelteros.” Esquivando el tedio de Nacho que preferiría no salirse del estereotipo del captor que no da datos, los tres empiezan a ponerse al día. Pilar todavía piensa en las plantas que necesitan agua, en la persona que las espera, en su jefa a la que respeta por ser alguien que ama su trabajo. Y en esa intricada convivencia en un sombrío galpón la mujercita de vestido floreado se luce metiendo unos estados de alteración que en pocos segundos pueden pasar de la crisis de nervios a la risa cambiando para siempre la lógica del aguantadero. Y eso es lo más disfrutable de ir al teatro un domingo. Cómo ella se va involucrando con ellos: la química en las actuaciones, la cuidada dirección de Valeria Grossi y un aire de screwball comedy que vuelve a la vida después de tantísimos años.

Plantas secas de la calle White.

Abasto Social Club, en su nueva sede: Yatay 666.

Domingos, 20.30 hs.

Entrada: $ 40

Venta anticipada por Alternativa Teatral

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