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Domingo, 26 de agosto de 2012
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Fenómenos > La educación prohibida, el documental que explotó en Internet

Graduados

Con 24 años y un equipo de producción igual de joven y el aporte de setecientas personas interesadas en un proyecto que se difundiría de manera gratuita, Germán Doin se propuso diseccionar el paradigma del sistema educativo y explorar todos los otros modelos –la logosofía, el Waldorf, el Montessori y el Killpatrick, la Educación Libre, la Educación Popular de Paulo Freire, la Escuela Nueva-Activa del Constructivismo y el “Home-Schooling”– que pueden ayudar a devolverle al niño el protagonismo de su propia educación. Con entrevistas a especialistas de toda Latinoamérica y un montaje de más de dos horas, La educación prohibida convocó inesperadamente a millones de espectadores y se convirtió en el furor de la semana pasada en Internet. Radar habló, con su director, del documental y del fenómeno.

Por Ariel Magnus
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Algunas imagenes del documental

Ni la nueva de Batman, ni la nueva de Suar: la película que rompió records de público en las últimas semanas fue La educación prohibida, del argentino Germán Doin. A las más de 500 exhibiciones independientes en una veintena de países de este continente y el europeo, que ya juntaron su buena cantidad de espectadores, hay que sumar las doscientas mil descargas de la página web (www.educaciónprohibida.com) y a quienes ya la vieron online (dos millones doscientos mil reproducciones, y contando). Todo esto para un documental de dos horas y media sobre un tema que no necesariamente se encuentra entre los más taquilleros: la educación.

“Tenemos explicaciones más pesimistas y otras más optimistas”, comenta este inesperado éxito su mentor, un joven de 24 años egresado del ISER que empezó el proyecto cuando tenía 21 y lo financió en buena parte mediante el método del “crowdfunding” o financiación colectiva, por lo que la película cuenta con setecientos productores y se distribuye de forma libre y gratuita. “La explicación pesimista es que se trata de un fenómeno típico de las redes sociales, por haber estado en la portada de YouTube. Y la optimista es que hay una necesidad latente de hablar de educación, que es precisamente de donde surge el proyecto, de esas cosas que uno discute y critica cuando es adolescente.”

Así de personal es también el principio de esta producción independiente, la primera en su tipo que llegó a la pantalla grande: “Siempre recuerdo una clase de filosofía donde el profesor nos relató esta historia...”, dice la voz en off, que es la del director. Lo que sigue, ilustrado por dibujos animados, es la alegoría de caverna de Platón, aunque sólo reconocible para quienes lo hayan aprendido en la escuela, pues no se menciona a su autor. “La idea fue empezar con una validación de la escuela, diciendo: esto lo aprendí ahí. Cosa que además fue real, me pasó. Fue mi forma de decir: yo vengo de la escuela normal, no de una diferente. Y por otro lado es señalar que de la escuela nos quedan experiencias y reflexiones, vínculos personales con un maestro, pero no nos quedan datos concretos”.

A la alegoría secreta le sigue una ficción explícita, con un elenco encabezado por Gastón Pauls. A eso se empiezan a sumar luego los fragmentos de reportajes a diversos educadores latinoamericanos, la mayoría de ellos en representación de metodologías de enseñanza que están por fuera de la educación pública tradicional de cada país. De esa alternancia entre animaciones o dramatizaciones con voz en off, la historia de unos chicos rebeldes al estilo Socorro Quinto Año y los testimonios en distintas tonalidades del castellano se sirve Doin para criticar el sistema escolar tal cual lo conocemos, luego para contar su origen e historia a través de los siglos y al fin para presentar modelos alternativos, todo salpicado por máximas de personalidades que van desde Aristóteles hasta Krishnamurti.

La crítica furibunda que ocupa la primera media hora no dista mucho de la que ya le hacía Pink Floyd a la escuela en los años setenta, y que en gran medida parece seguir tan vigente como el mismo Roger Waters. Un sistema autoritario, semejante al que rige en las fábricas o en el ejército, que se lleva a cabo en edificios reminiscentes de las cárceles y está regido por docentes sólo interesados en cumplir con una currícula diagramada por burócratas de la educación. “La educación, como la estamos viendo hoy, es administrativa –grafica el educador chileno Fernando Jorqueira, fundador de la plataforma yoaprendo.cl–. Alumnos que llegan, profesores que dan clase, alumnos que se van, profesores que se van. Y al día siguiente se repite el ciclo.” Las calificaciones, que masifican al alumnado y atizan la competencia siempre insana, están en el centro de las críticas. “Comparan el sujeto y sus aprendizajes con una escala estandarizada que mide... ¿qué?”, se pregunta William Rodríguez, del Instituto Popular de Cultura de Cali. Lejos de los deseos y necesidades de los pequeños, la escuela se transforma en un “aparcadero de niños” hasta que estén en edad de trabajar, en un lugar de adiestramiento en el que si alguno no se adapta al sistema, fracasa. “Pero no es el estudiante el que fracasa, es el sistema el que está mal planteado”, resume el investigador chileno Calvo Muñoz, autor de Del mapa escolar al territorio educativo.

Este denostado modelo de escuela tiene una historia que el documental presenta casi como una condena. De corte despótico, con raíces en Esparta y útil a los regímenes totalitarios del siglo pasado, nada bueno puede esperarse de él, y nada fundamental parece haber cambiado en su concepción del aula desde Sarmiento. “La esencia prusiana está inmersa en la estructura misma de nuestra escuela –afirma la película–. Los tests estandarizados, la división de edades, las clases obligatorias, las currículas desvinculadas de la realidad, el sistema de premios y castigos, los horarios estrictos, el encierro y la separación de la comunidad, la estructura verticalista. Todo esto sigue siendo parte de la escuela del siglo XXI.”

A principios del siglo XX, se cuenta luego, aparecieron diversos movimientos en la pedagogía que “desarrollaron experiencias educativas concentradas en la acción, la libertad del niño y la construcción autónoma del aprendizaje, replanteando toda la estructura de la escuela tradicional”. Estos modelos alternativos, pensados por pedagogos como Piaget o Montessori, no se adaptaban a los modelos estatales convencionales y por lo tanto no lograron prosperar como para convertirse en verdaderas alternativas masivas de educación. En esas experiencias se centra la última parte de la película. Tomando un poco demasiado al pie de la letra al chileno González Heck, de la Escuela Rudolf Steiner, este tipo de alternativas son definidas como “la educación prohibida” a la que alude con el título.

“A mí no me gusta llamarlas experiencias prohibidas, porque no lo están –matiza Doin–. Pero la verdad es que muchas de estas experiencias se la ven bastante difícil para poder sobrevivir, más que nada las que están dentro de la escuela pública.”

Con estas escuelas, al menos en el caso argentino, Doin se refiere a las escuelas experimentales, financiadas en buena parte por el Estado. Existen hace ya varias décadas y están dispersas por todo el país, aunque su mayor número se concentra en Tierra del Fuego. En estas escuelas no hay calificaciones, los útiles quedan en el aula y se comparten entre todos, las clases se dan sentados en el piso en ronda, etc. Los otros métodos pedagógicos que aparecen retratados en su película son el de la logosofía, el Waldorf, el ya mencionado de Montessori y su oponente Killpatrick, la Educación Libre, la Educación Popular de Paulo Freire, la Escuela Nueva-Activa del Constructivismo y hasta el “Home-Schooling”. La guía en off no se inclina por ninguna de ellas, sino por lo que todas parecen tener en común: quitar al maestro y a los contenidos del centro de la escena y colocar allí al niño, con sus deseos y aptitudes individuales; olvidar las ideas de autoridad, disciplina y competencia y reemplazarlas por las de respeto, libertad y amor.

Tan incontestables como naïves son también las metáforas con que la película de Doin (y de su igual de joven equipo de producción) busca graficar estas ideas, en especial la que compara al niño con una semilla que luego será árbol y aun bosque. “Es muy humano esto de pensar que si al bosque no lo cuidamos, se estropea”, explica Cristóbal Gutiérrez, de la fundación española El Cuidado del Alma Infantil. “Pero al bosque, con dejarlo tranquilo, es suficiente. Todo lo que tenemos de bosque es porque el ser humano no ha intervenido.” Desde este marco ecologista y holístico y aun esotérico, sin hacerse cargo de temas socioeconómicos ni aun distinguir entre emprendimientos más o menos privados o públicos, la película señala las nomenclaturas morbosas con que se cataloga a los niños problemáticos desde temprana edad (y la consiguiente administración de psicofármacos), la separación por edades en las aulas (con la consabida presión para quienes no logran estar a la par de sus compañeros en ciertas materias) y los saberes duros tradicionales (que relegan a las artes a un segundo plano, o a ninguno).

El largo, larguísimo metraje remata, un buen rato después de lo que podría, con un lacrimógeno manifiesto juvenil de los alumnos de Pauls, que se viraliza por YouTube al igual que la película que lo contiene. Luego viene una invitación a sumarse a Reevo, una “Red de educación viva” con sede en la web que ya cuenta con un “centro de contenidos” y una “incubadora de proyectos”. Con el correr de los meses también está planeado ir liberando el crudo de las 90 entrevistas que se hicieron en ocho países distintos, a fin de que cada espectador pueda escuchar completo al educador que mejor le cayó y hasta editar su propia versión del documental.

Como era de esperar con un tema tan universal y polémico, La educación prohibida no se quedó sin sus inmediatos cuestionadores. Una de las primeras críticas vino naturalmente desde el sector público. En una nota sin firma de su blog, el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) se muestra decepcionado y aun alarmado por el éxito de lo que “se supone una defensa de las experiencias alternativas en educación, pero en realidad sólo se corresponde con un paradigma educativo: el espontaneísmo pedagógico”. Este paradigma “supone que todo nace del niño, que no debe haber institución o autoridad que coarte su libertad, que sólo hace falta regar su creatividad ilimitada”, pero “tiene muchas limitaciones ampliamente discutidas en la arena pedagógica” y es en definitiva una “exaltación del aislacionismo” que “desconoce cómo se construyen y defienden los derechos sociales, cuyo garante central es el Estado”. El gran problema de la película, siempre según el Cippec, “es su ataque a la escuela pública”, que “puede invitar a la desescolarización. Cuando millares de educadores están preocupados por evitar la deserción escolar, especialmente en el nivel secundario, La educación prohibida poco menos que la alienta.”

Germán Doin, egresado de una escuela privada de la zona sur de Buenos Aires (“80 por ciento subvencionado por el Estado”), se defiende de estas críticas aclarando que así como la película empieza desde la escuela, también vuelve a ella para desdemonizarla. “La evolución que sigue la película es la misma evolución que seguimos nosotros al investigar sobre el tema –explica–. Al principio decimos que las escuelas son como cárceles, pero al final decimos que no todas las escuelas son así. Hay experiencias en las escuelas públicas y tradicionales que son muy enriquecedoras.” En cuanto a los problemas macro que la película no parece tener en cuenta, o en los que prefiere no meterse, también tiene en claro que son primordiales. “Desde luego que antes hay que solucionar lo que tiene que ver con la gestión educativa, como el sueldo de los docentes o el tema edilicio. No es que el docente mal pago va a estar bien en un modelo diferente. El buen sueldo está implícito en la propuesta. La ponderación del niño implica una ponderación del docente también.” Sin embargo, la disyuntiva público-privado no debe, según Doin, limitar el debate sólo a cuestiones administrativas. Su película es una invitación a debatir más allá de lo coyuntural, de cero. “Hay que pensar una educación distinta, que respete el proceso de aprendizaje y desarrollo de los chicos.”


El documental puede verse en www.educaciónprohibida.com y en YouTube

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