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Domingo, 26 de agosto de 2012
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Personajes > Sorpresa: Paul Perry, el profesor de inglés de Spinetta, publica un libro sobre aquel alumno del que se hizo amigo

El buen vecino

El primer libro sobre Spinetta publicado tras su muerte es también el más impensado: está escrito en inglés, el Flaco es “The Skinny” y su autor es Paul Perry, un norteamericano hijo de argentinos que se vino a vivir a Villa Urquiza, donde terminó siendo primero vecino, después profesor de inglés y finalmente amigo de Spinetta. Radar se hizo de un ejemplar de My neighbor, the Skinny y fue a charlar con este Paul.

Por Sergio Marchi
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“Yo nunca sueño en castellano, sueño en inglés y las personas que me hablan en sueños lo hacen en inglés. Cuando me golpeo un dedo o me lastimo digo ‘fuck’. Pero cuando manejo digo ‘la puta madre’, eso sí me sale.”

En la profundidad de Villa Urquiza, distantes de las grandes avenidas, sumergidas en la tranquilidad de lo que todavía podría llamarse un barrio “como los de antes” (de acuerdo con Richard Coleman, le solían decir “Siberia” a esa parte de la vecindad), hay dos casas lindantes que comparten una historia muy singular. En la primera de ellas, muy básica y simple, vive un profesor de inglés nacido en Filadelfia, con su mujer Nora y su prole de tres niños. Paul Perry se considera a sí mismo un yanqui, “un híbrido, pero con profundas raíces argentinas”. Sus padres emigraron de Argentina a fines de los ’60 a Filadelfia por separado y se conocieron cuando llegaron al aeropuerto de destino. Paul nació allí en 1968, y cada tanto visitaba el terruño paterno. Podría haber sido otro de los tantos norteamericanos que se enamoraron de Buenos Aires y se vinieron a vivir aquí, en busca de aventuras, siguiendo un amor o un humor, pero él además escribió, entre otros, un libro sobre su vecino de al lado. Un vecino que ya no está y al que lo extraña todo un país o acaso un continente o el arte mismo: Luis Alberto Spinetta.

En lo que era el domicilio del músico, es decir en la casa lindera de donde vive Paul, la puerta está abierta y se sienten los inconfundibles ruidos de una reforma edilicia. “El lugar está cambiando, nunca más va a ser como está en este libro”, reflexiona Perry mientras bebe una cerveza en su sótano, presidido por una amplia red ferroviaria en miniatura con una minuciosa señalización que Perry hizo con sus propias manos. “¿No querés jugar?”, ofrece este profesor/escritor cuya timidez y cierto desconcierto se hacen visibles por su retraimiento al usar el castellano (que domina sin problemas), y que contrastan con su amabilidad genuinamente porteña a estas alturas.

My neighbor, the Skinny es el cuarto libro de Paul Perry (no confundir con el escritor irlandés), y se publicó por Editorial Dunken en una edición, como siempre, financiada por el autor, escrita en inglés “porque no podría haberla hecho bien en castellano”, según confiesa, y de escasos 500 ejemplares. Seguramente, la traducción del título de este libro, Mi vecino, el Flaco, hubiera causado un impacto mayor. “El título del libro es sutil, y nunca quise hacer una referencia poniendo su nombre, porque yo tengo el hábito de traducir el nombre de todos.” Así es como en el libro aparece, además del apelativo “skinny”, un nuevo nombre para ese músico de infinitas configuraciones que resultó ser Spinetta: Louie.

¿Cómo es que este profesor de inglés termina convirtiéndose en el autor del primer libro escrito sobre Luis Alberto Spinetta después de su muerte? La historia arranca con Paul Perry y su encuentro casual con un hombre negro y musculoso que paseaba un racimo de cinco perros siberianos. “Nice dogs!”, le dijo Perry, intuyendo correctamente que allí había un compatriota. El paseador de perros era Geordell, oriundo de Alabama, que se ganaba la vida haciendo changuitas de traducción, lo mismo que Paul, y enseguida conectaron. “Le conté que era profesor de inglés, y me preguntó si quería enseñarles inglés a algunos músicos. El trabajaba en una agencia llamada Booking & Management, que a veces necesitaba algún profesor. De hecho, trabajé un poquito con Dante Spinetta, ayudándolo a mejorar su pronunciación.”

La verdadera iniciación vendría poco más tarde y nuevamente a través de Geordell. “Un día me llamó y me dijo ‘venite, que estoy acá a la vuelta de tu casa, con un músico amigo’.” Lo que Paul desconocía es que se trataba de Spinetta, pero eso tampoco habría supuesto algo importante para él, porque no tenía mucha idea de la verdadera dimensión de este hombre que vivía –en un principio– a la vuelta. “Fui a la casa y ahí es donde empezó el viaje con el Flaco. Hubo buena onda y hablamos siempre en inglés, porque yo me siento más cómodo así; me siento medio torpe hablando en castellano. Me preguntaban en qué idioma soñaba, y yo nunca sueño en castellano, sueño en inglés, y las personas que me hablan en sueños lo hacen en inglés. Cuando me golpeo un dedo o me lastimo digo ‘fuck’. Pero cuando manejo digo ‘la puta madre’, eso sí me sale.” En el libro, que está escrito como si fuera una libreta de viajes, con anotaciones de urgencia sobre recuerdos vagos y efímeros, Perry abunda en los detalles sobre ese encuentro iniciático, y se refiere a La Diosa Salvaje, nombre del estudio de grabación y hogar de Spinetta, como el “bunker”.

My neighbor, the Skinny es breve, austero y sin demasiadas pretensiones, salvo en la portada ilustrada por Ciruelo (también amigo de Spinetta), el fantástico dibujante que se especializa en dragones, que en esta publicación eligió retratar a un “Luis chamán” como si estuviera pintado sobre una roca. Tras un breve prólogo de Enrique Kryskowski, que además del glosario de términos porteños traducidos al inglés será lo único que figure en castellano en el texto, Paul Perry arranca de modo cronológico una cadena de anécdotas triviales entre dos vecinos que se inicia en el invierno de 2001, cuando Perry traspasa el umbral de la morada de Spinetta.

El primer interrogante que surge frente a la aparición de este libro es el de su credibilidad. ¿Cuánto de esto será verdad y cuánto fantasía? Por lo pronto los detalles sobre el lugar donde se desarrolla la mayoría de las acciones, es decir, la casa de Spinetta, son exactos; si bien el texto no pretende revelar demasiada intimidad ni escarba en detalles demasiado personales, los datos coinciden con lo que fue aquel estudio de grabación y vivienda. El baño con el respaldo del inodoro en forma de guitarra, la cercanía del mismo con la cocina integrada al amplio living, y la presencia constante del aire acondicionado encendido para el correcto mantenimiento de los equipos de grabación. Otro punto que coincide con la realidad es la molestia que causaba en La Diosa Salvaje el ruido de la casa de fiestas que había al lado, cuyo volumen perturbaba no pocos momentos de trabajo de Spinetta. “El salón de fiestas de al lado tenía un pelotero –cuenta Perry–; imaginate componer o estar tranquilo con música de pelotero: ‘es la hora, es la hora, es la hora de bailar’. Se fueron, por suerte. Era una incomodidad terrible para Luis, pero cuando había una fiesta no trabajaba.”

Paul Perry. My neighbor, The Skinny Dunken 96 páginas

La narración más insólita y menos verosímil es lo que Luis (Louie) le cuenta a Paul sobre aquella vez que Almendra tocó con The Rolling Stones en Perú. El libro dice, textualmente, poniendo las palabras en boca de Spinetta: “Una vez, en 1969, estábamos en Lima, Perú, y los Rolling Stones estaban tocando. Y nosotros estábamos en el mismo hotel (...). La gente decía que era la música del demonio. Eramos muy jóvenes, man, y teníamos esta planta llamada floriapondio (floripondio, en verdad), que hervís y tomás (...). Y nosotros fumamos esta planta con ellos, y Mick dijo ‘esto es bueno, necesitábamos un cambio de lo que conseguimos en Inglaterra’ (...). Cuando estábamos tocando, la cabeza me mataba, tenía un terrible dolor de cabeza”. Suena a viaje de floripondio, pero se puede despejar la maleza y entender esto mejor.

Es verdad que Almendra tocó en Perú, durante febrero de 1969, en el Festival de Ancón, una Mar del Plata peruana, pero no los Stones. Sin embargo, existen registros de la presencia de Mick Jagger, Keith Richards y Anita Pallemberg en Perú, con el plan de conocer Machu Picchu, en marzo de 1969. Por lo tanto, no es tan ilusorio pensar que pueden haber coincidido en el hotel de Lima, escala obligada para ambos contingentes. “El me contó que tocaron con los Rolling Stones –dice Perry–, que estaban con el floripondio, que le hizo doler la cabeza. Pero puede que yo lo haya entendido mal, porque yo tampoco sé si todo lo que me contaba es verdad, porque todo el mundo exagera.”

En My neighbor, the Skinny, abundan los buenos gestos de Spinetta para con Paul Perry, cuya situación económica siempre fue apretada. Estos encuentros se incrementaron cuando los Perry se mudaron de la casa a la vuelta de Spinetta, a su nuevo hogar que se encuentra exactamente al lado. Luis Alberto habla en el libro de su pasión por Jimi Hendrix, su orgullo riverplatense, y en un momento cuenta el origen de un dibujo suyo que es definido en el texto como “un retrato donde viste un casco espacial”: “Oh, ése es el Capitán Beto, el personaje de una canción que escribí hace mucho tiempo”. Conmueve la parte en la que Perry relata su peor momento económico, y Luis le ofrece darle dinero, a lo que el autor se rehúsa. Al conocer que en ese momento la dieta magra del escritor constaba de hígado y cebollas, Luis pone sobre la mesa un enorme tupperware repleto de fideos amasados por él mismo, cambiándole el panorama alimentario a Perry.

“Me doy cuenta de que Luis es una verdadera rock star –aclara Perry–, cuando fui a verlo a un recital en San Isidro y yo estaba sentado en las escaleras del teatro. Entre tema y tema, lo saludo, y él me saluda desde el escenario: ‘Hey, Paul. What’s up, buddy?’, y hubo como un silencio total. Ahí entendí que Luis tenía a toda la gente pendiente. Yo sabía que era músico, pero no que era un músico tan importante.” Aparentemente, la relación original de maestro de inglés y alumno nunca prosperó. “En realidad, enseñar enseñé muy poco, porque nos hicimos más amigos que otra cosa. Le enseñaba a la primera señora de él. Eramos amigos, man; es como si vos vivieras al lado, así de simple. Con Luis fue una cosa de vecindad, de amistad, nada más. Nos juntábamos, charlábamos; yo me tomaba una birra, él tomaba mate o té. No sé cómo era él de joven, pero era una persona muy tranquila, era raro verlo bebiendo. Pero no era tranquilo hablando: te transmitía mucha energía. Hacía gestos, te miraba, lo que te decía era de verdad, no eran jodas o pavadas. Era gracioso porque hablaba en inglés con un marcado acento italiano.”

En uno de los textos más graciosos, el lector puede enterarse de algunas particularidades del carácter y del humor de Luis Alberto Spinetta. Nada trascendental, pero sí algunos trazos que ayudan a completar el cuadro que cualquier fan tiene sobre él con mayor nitidez. En el verano de 2004, según Perry, Luis salía a fumar un cigarrillo a la puerta, algunos autos aminoraban la velocidad y le gritaban “¡Maestro!”; al mismo tiempo conversaban sobre un vecino que tenía una vieja camioneta Volkswagen en la que trabajaba todo el tiempo. “Ese es McLaren –le reveló Spinetta a Paul–, lo llamo así porque piensa que su combi es un Porsche.” Daniel, de la panadería donde Luis solía abastecerse de facturas (a las que llama “half moons”, medialunas, en el texto en inglés), recibió un bautismo de los hijos de Spinetta: “Doctor Octopus”, por la película Spiderman. “Yo lo llamo Bill Evans”, dijo Luis. Paul preguntó por qué: “Porque hace cosas maravillosas con sus manos”.

“Luis tenía esa relación de buen vecino con todos los del barrio, no solamente conmigo –aclara Perry–, pero se ponía nervioso cuando alguien venía de afuera y quería sacarse una foto con él. El libro lo escribí en dos semanas, entre las diez de la noche y la una o las dos de la mañana, cuando se iban a dormir los chicos, tomándome una birra. Escribía lo que me salía, después le hice una edición. Fue un flash, porque reviví momentos muy fuertes; no fue un libro fácil. Hubo inspiración, pero a veces me sentaba en la vereda porque me sentía mal pensando en él; fue una década de amistad, de momentos, de risas, de bajones, de cosas de la vida. Sin embargo, creo que el libro tiene algo cómico, divertido, porque nuestras charlas eran graciosas. Es un viaje hasta gracioso, que tiene un final triste porque él también lo tiene.”

My neighbor, the Skinny es un libro insólito por el modo en que está encarado: desde la visión de un vecino de Luis Alberto Spinetta, que hasta pide “disculpas a sus fans por no ser un conocedor de su obra. Tan sólo fui su vecino y amigo. No quiero ofender a nadie, ni creo que el libro ofenda la intimidad de Luis en ningún momento. El libro está escrito para americanos, por eso tiene un glosario; yo no tengo un mango, me encantaría poder editar el libro en castellano, en portugués, pero en verdad no puedo. Si hoy alguien quiere comprar mi libro tiene que ir a Mercado Libre o a Dunken. Yo creo que este libro les va a gustar a los fans, porque les va a dar una mirada de entrecasa sobre el Flaco. Si un fan lee esto, y le gusta, y le llena su vida, ése es el logro. Compartir con amigos, una risa, una lágrima; para eso trabaja un escritor”.

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