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Domingo, 9 de septiembre de 2012
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DVD > Se estrena La redada, la mejor película de acción asiática de los últimos tiempos

MONOBLOCK

Toda una rareza que acaba siendo un clásico de culto: filmada en Jakarta, Indonesia, por un director galés, Gareth Evans, La redada plantea una guerra entre un grupo comando policial y el bestial monoblock gobernado desde las alturas por un capo narco, que lidera un ejército de matones. Cuando todo se desmadra, el héroe, un novato (la estrella indonesia de artes marciales Iko Uwais), se convierte en el típico batallón de un solo hombre, dando lugar a un ballet coreográfico de tiros y patadas como no se veía desde la última vez que John Woo hizo una película buena. Acaba de llegar al DVD y es, realmente, imperdible.

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“Un amo del crimen, veinte policías, treinta pisos de puro infierno.”

Podría ser la frase publicitaria del afiche de alguna película explotation setentista. Sin embargo es el tag line de La redada, extraño caso de una producción indonesia filmada en Jakarta por un cineasta galés, que aprovechó las pintorescas locaciones reales para ambientar una pesadilla cruenta como pocas, ganando en autenticidad y gastos, algo muy importante dado lo limitado del presupuesto –poco más de un millón de dólares–.

La película, que podría ser considerada como la primera cult movie ciento por ciento genuina del siglo XXI, se llama, en indonesio, Serbuan Matut, que traducido literalmente sería algo así como “invasión mortal”, pero de todos modos el título del film en inglés fue The Raid: Redemption, y en la Argentina acaba de ser editada en DVD por Blue Shine como La redada.

La filmó un director galés, Gareth Evans, que se hizo conocer en el 2003 con algo tan curioso como un cortometraje de samurais interpretado por actores japoneses y hablada en japonés, ¡pero filmado en Gales! Luego, por algún motivo, se radicó en Jakarta, la capital de Indonesia, donde se interesó por algunas de las costumbres locales, lo que lo llevó a convertirse en el cineasta que difundió universalmente el milenario arte marcial indonesio llamado pencak silat, tema principal de su primera producción indonesia, Merantau, del 2009 (nunca tuvo estreno en nuestro país), y que aparece en todas sus variante más dolorosas, especialmente en lo que concierne a reventar cráneos, por casi todos los pasillos de los treinta pisos del La Redada.

Entre todas las cosas raras, o mejor dicho extremadamente inusuales, que rodean a esta película, está la noción de que es una de las mejores películas de súper acción asiática en años –digamos desde los buenos viejos tiempos de John Woo y Ringo Lam–. Habría que pensar en una mezcla de Asalto al precinto 13 de John Carpenter, pero ambientada en escenarios auténticamente tercermundistas tipo Elefante Blanco, pero de Jakarta.

Lo de Asalto al precinto 13, más que un homenaje, es realmente una esencial fuente de inspiración. La película de Carpenter, rodada justo antes de su clásica Halloween, tenía la gran cualidad de acentuar los puntos débiles de la Suburbia estadounidense, convertirla casi en una parte marginal de los Estados Unidos, con una comisaría donde ni andan los teléfonos, acechada por cientos de maleantes de apariencia, digamos, bastante étnica, tan ajenos al american way of life como para que los reos del precinto salgan del calabozo para combatir a los malos hombro a hombro con los vigilantes de Utah (se entiende que la horda de pandilleros descerebrados del film de Carpenter son un equivalente a los pieles rojas del imaginario del western).

En vez de estar asediados por las hordas de pandilleros /pieles rojas en su decadente Precinto 13, estos SWAT tipo Policías en Acción se meten directamente en la boca del lobo –error que luego genera detalles esenciales de la trama–, el ya citado edificio infernal, para casi inmediatamente empezar a ser exterminados uno por uno (o a veces de a pares, o de a tres, y de golpe resulta difícil seguir la cuenta) por los residentes que viven en cada uno de los pisos del edificio, casi todos delincuentes alojados por el gangster todopoderoso del piso superior, Mad Dog, que avisa a sus inquilinos que quienes se ocupen de liquidar a los canas no pagarán más alquiler.

El anuncio sale por altavoces que Mad Dog ha distribuido por el edificio tipo Big Brother. Es un tipo raro: en el cajón de su escritorio sólo tiene un puñado de balas y un martillo. Luego, la mecánica del film logra que cada piso implique un mal viaje diferente: por ejemplo, en los primeros pisos hay balaceras implacables con francotiradores al mejor estilo Stalingrado, pero luego, unos pisos más arriba, nadie tiene balas y sólo se usan machetes o cuchillos; y si se sube un poco más, hasta puede haber escenas de melodrama familiar, o incluso interesantes toques testimoniales que implican que, por los motivos que fueran, la redada jamás había sido pensada para hacerle bien a nadie, sino mas bien para arreglar cuentas entre mafiosos y malditos policías.

Pero La redada es el tipo de película que no da para el cine debate: tiene docenas de escenas que simplemente no se pueden creer, al punto que da la sensación de que el cineasta galés eligió filmar en Indonesia debido a que los dobles se prestan a las escenas más suicidas imaginables: si uno observa algunas de las indescriptibles escenas de artes marciales, realmente parece que los pobres tipos están recibiendo los golpes y sufriendo las caídas en serio.

Hay que destacar el DVD: es un caso único donde no hay audio en inglés (solo en indonesio, castellano y portugués) y viene con unos cien minutos de extras, todos debidamente subtitulados. La música de Mike Shinoda, de Linkin Park, no sólo funciona muy bien en el film, sino que está especialmente destacada en los extras, que para redondear la locura general, incluye un corto de la misma historia con animalitos animados cuadro a cuadro tipo claymation, exterminándose en los 30 pisos de puro infierno.

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