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Domingo, 25 de noviembre de 2012
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Fan: Un músico elige su canción favorita: “Canto de nadie”, de Alfredo Zitarrosa

Un corazon hermano

Alfredo Zitarrosa (1936-1989) fue uno de los cantantes y compositores fundamentales de la música popular uruguaya y, también, de Latinoamérica. “Doña Soledad”, “El violín de Becho” y “Adagio en mi país” figuran entre sus creaciones más emblemáticas. Antes de ser cantor fue vendedor, oficinista, periodista y, fundamentalmente, un músico intuitivo y un poeta. En una entrevista que le realizara el periodista y escritor Elvio Gandolfo poco antes de su muerte, reflexionaba en voz alta sobre las particularidades de su oficio de escritor de canciones: “La letra es muy racional. Lo que escribís impulsado por la necesidad de hacerlo es una cosa, y lo que escribís para la canción, otra. Entra en el molde: la melodía te exige”.

Por Hernan Lucero
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Escuché a Zitarrosa por primera vez siendo un chiquilín. Algún atardecer de barrio humilde, mientras mis padres mateaban en el patio de casa, la radio me reveló “Canto de nadie”. Así aparecieron también “Milonga para una niña”, “Romance para un negro milonguero”, “Barrio sur” y tantas otras. Desde entonces sentí a Zitarrosa un amigo. Con Gardel me sucedió lo mismo. Hallo en esa voz un corazón hermano del mío, un conjuro para la tristeza, para la soledad. Tristeza y soledad que, infiero, se escondían detrás de aquel rostro serio de “niño acostumbrado al dolor”. Tanto dolor como el que supo esconder la sonrisa de aquel otro niño triste, Gardel.

Como cantor de tango que soy, cantor criollo, admiro profundamente la versión de Zitarrosa del tango “Farolito de papel”. Y admiro la devoción que genera en sujetos de muy distintas clases sociales, con visiones del mundo tal vez contrapuestas. Lo sé admirado por “chorros” y “botones”, por curas y libertinos, por izquierdas y por derechas. Lo sé amado por el pueblo, siempre. Como Gardel.

“Carne de otras milongas, vos sos /canto de nadie /y en el mismo aire /te crecen dos alas de consolación.” Estos versos, cantados como en una liturgia, merecen ser escuchados por una de las voces más hondas que haya dado esta tierra, Suma Paz. Recomiendo apasionadamente escuchar esa versión. Me hubiera gustado escucharla por Nelly Omar. “Canto de nadie” es una de las milongas más bellas que recuerdo. Estoy feliz de haberla grabado en Lucero, mi nuevo disco. En aquellos versos sentidos, el cantor Zitarrosa nos da su idea de lo que debe ser la canción: un acto de amor, de entrega, de comunión. “Llena de hondos silencios /memoria cruel del amor /sos mi flor de cartón, /rosa entregada con cada canción.”

Sin embargo, es una canción soslayada cuando se recuerda la obra del cantor; si bien no olvidada completamente, son otros los temas que más se citan en antologías, repertorios apologéticos, homenajes, etcétera. Curiosamente, canciones a veces triviales o livianas, que también las hay en el repertorio de Zitarrosa, son más recordadas. En el repertorio gardeliano sucede algo parecido. Será que las canciones livianas no dejan de hablarnos al corazón, aunque lo hagan de un modo trivial. La voz de Zitarrosa, su interpretación, a menudo sobrepasa la letra, me dijo una vez Enrique Estrázulas. Ciertamente, esa voz dota a las palabras de un sentido que, quizá, no tienen. Convierte una letra olvidable en la voz de otro intérprete, en una obra que nos conmueve. Es un hecho misterioso, un milagro que pueden obrar los grandes artistas. Pienso en otro “cantor criollo”, capaz de semejante proeza: Leonardo Favio.

Me gusta pensar el tango como parte de la música de este país, de esta región. No lo concibo separado de la música criolla. Hay un vínculo social, cultural y afectivo entre los dos universos, que en realidad son uno. Si el iniciador de lo que hoy conocemos como tango canción es Gardel, sin duda el concepto viene desde los primeros días del género. Sin números concretos, sospecho que la mitad del repertorio grabado por El Mudo son cuecas, zambas, gatos, estilos, cifras, cuando no ritmos de otras latitudes de moda en aquel tiempo. Gardel no tenía prejuicios en ese plano. Otro Alfredo, Piro, me hizo leer esta declaración de Zitarrosa para el diario La Opinión de Buenos Aires, de 1973: “Para mí, la milonga tiene todos los ritmos posibles que uno pueda describir. Yo encuentro milonga en cualquier canción, hasta en los tangos de Troilo”. No hay que dejar de escuchar el excelente disco Guitarra negra, milongas de la A a la Z, que Piro grabó en homenaje a Zitarrosa y su obra.

“Canto de nadie” es una suerte de síntesis de lo que yo considero canción criolla. Tiene el perfume del suburbio, la ternura de tierra adentro, el claroscuro de las grandes ciudades y las cavilaciones de todos los hombres del mundo. Me hubiera gustado conocer al cantor en su paso por el Cusco, Perú; escucharlo en sus primeras funciones en Buenos Aires; acompañarlo por las calles de Montevideo, con su pueblo oriental, el día de su vuelta del exilio. Es tan conmovedor pensarlo como escucharlo. Sucede que, para mí, Zitarrosa es como Gardel.

Hernán Lucero presenta Lucero - Tango y canciones criollas, su nuevo disco, el jueves 6 de diciembre, a las 21, en Los 36 Billares (Av. de Mayo 1265).

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