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Domingo, 16 de diciembre de 2012
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Arte 2 > Victoria Colmegna en Miau Miau

Paladines del arte amateur

Con un imaginario en el que comulgan pintura, poesía, vestuario y actuación, con su vida repartida entre Frankfurt y Buenos Aires, Victoria Colmegna monta en Amateur Dramatics una reivindicación artística del amateurismo en su mejor sentido: la colaboración con los amigos, la búsqueda de sí mismo, la sinceridad por sobre la estrategia y la compañía por sobre la competencia.

Por Claudio Iglesias
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Las espadas de fuego sobre fondos cósmicos, las galaxias con tornasolado new age y los lunares en órbita que presenta Victoria Colmegna en Amateur Dramatics hacen referencia a la vida terrenal de un personaje de los cielos (la artista entendida como figura astral) y, simultáneamente, a la vida ultraterrena de la materia física, visual y comerciable que circula en el mundo del arte hoy por hoy. La diferencia entre el inmaculado personaje y sus maquinaciones plásticas puestas en venta no puede ser más cabal. Siempre preparada para la acción (en la forma de actuación, performance o mera aparición detalladamente espontánea), Victoria puede establecer con sus cuadros una distancia crítica y performativa, en la línea de cierta tradición alemana que, no casualmente, la llevó a estudiar con Michael Krebber en Frankfurt. Los cuadros en sí mismos, exhibidos, hacen las veces de escorzos animados de un viaje interior entre cuyos actores y decorados alternan el sujeto del desvarío místico, una buena dotación de vírgenes, los signos del zodíaco encarnados en jóvenes galancitos y un repertorio potencialmente abierto de artistas homenajeados y amigos sobre fondos impresos de papel de regalos (¿una referencia oculta a los comienzos de Belleza y Felicidad?), en la línea de cierta tradición local, bohemia y literaria con conexiones con el siglo XIX francés, el dadaísmo y la imaginación travesti. La dramaturgia a la que hace referencia el título es la de un universo mitológico lleno de vestuario y utilería en el cual Julio Cortázar, Marcelo Pombo y Frank O’Hara alternan con la teoría de los humores, la psicodelia y el déficit de atención, el verdadero desafío de la artista que se empeña en redescubrir la potencia de su yo y su capacidad de concentración en la forma de un viaje de amor por el arte, no para aislarse y escapar de las redes sociales, sino para relacionarse con los otros en el plano ideal de lo que los románticos llamaban “congenialidad” y que puede caracterizarse como una invocación de las ideas artísticas de los amigos, comenzando por Ruy Krygier (invitado a participar de la exhibición), siguiendo por Baudelaire (y sus famosas “correspondencias”) y Peralta Ramos (“Soy una estrella porque salgo de noche”).

La defensa del amateurismo entendido como pintura, poesía, vestuario y actuación (los elementos cardinales de la obra de Victoria Colmegna) no es solo un posible suplemento dietario a la profesionalización del artista, entendida como condición de posibilidad del tedio; ni solamente, tampoco, una defensa cansina del dandismo, el esteticismo y la filosofía del arte por el arte en una ciudad remota del Sur. Siendo todo eso, el amateurismo refiere también a un espacio estrellado en el que el arte resulta un ejercicio de sinceridad, y no de estrategia; de compañía, y no de competencia. La alternancia entre Frankfurt y Buenos Aires, para Victoria, es esquizofrénica: supone un grado de conciencia morboso no solamente de los problemas y las ambiciones de los estudiantes de cualquier escuela de arte en la actualidad, sino también la presencia intermitente en una ciudad como Buenos Aires, cuyo medio cultural sigue conservando rastros de una idiosincrasia artística más radical, subjetiva e intensa que la que puede ofrecer el modelo de negocios asociado con la carrera de un artista joven. Compartir esa idiosincrasia, conjurarla y diseminarla, para la protagonista, significa apropiarse del concepto de arte: un acto de la voluntad en guerra con la desconcentración y la angustia.

En el cuento que le escribió Fabio Kacero para una exhibición anterior, Colmegna –rebautizada Victoria Colmenares– aparece como una figura arquetípica e inmaterial, una “artista de todos los tiempos” entregada a las ciencias ocultas y cercana al ambiente del rock y las vanguardias (algo así como la versión femenina y rioplatense de Aleister Crowley) que decide viajar otra vez al “estrecho” mundo físico, del que va y vuelve como si viajara en avión. El arte, a diferencia de sus encarnaciones materiales, es un objeto filosófico, incorpóreo y único al que se dedicaron personas de todas las épocas, y cuyas emanaciones a lo largo del tiempo se acumulan en la historia como la espuma a los pies de una cascada.

Amateur Dramatics
Victoria Colmegna
Miau Miau, Bulnes 2705.
Lunes a viernes de 15 a 20.

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