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Domingo, 17 de febrero de 2013
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Cine> La multitud, el documental de Martín Oesterheld

LA CIUDAD AUSENTE

Estuvieron planeados para que los visitaran multitudes, para el entretenimiento popular. Y ambos se construyeron durante dictaduras: la Ciudad Deportiva de La Boca durante la de Onganía, Interama durante la de las juntas militares. Hoy están abandonados, olvidados. Martín Oesterheld los recorre como en un paseo oxidado pero, al mismo tiempo, registra la nueva vida de esos espacios, los barrios precarios de casillas y monoblocks que, en Barracas y Lugano, rodean a los gigantes dormidos.

Por Mercedes Halfon
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“Me interesa pensar a la ciudad como una presencia, como un testigo que sabe lo que la historia nos oculta”, dice Martín Oesterheld, dando la mejor definición posible de su nueva película, el documental La multitud. Film de observación, un paseo perturbador por esa Buenos Aires inquietante y desconocida, puntualizando en dos espacios en los que difícilmente se repare hoy: el Parque de la Ciudad o Interama y la Ciudad Deportiva de La Boca. Ambos fueron creados por gobiernos de facto para la diversión y el esparcimiento de la población, y luego ambos, igualmente abandonados. Sobre esos predios gigantescos, construidos con una particular idea de futuro, de progreso y de país, que ahora se encuentran entregados al yuyo, al óxido y al desgaste de los materiales, detiene su cámara Oesterheld.

Martín es el nieto de Héctor Germán Oesterheld, el célebre creador de El eternauta, y el hijo de Estela Oesterheld y Raúl Mórtola, todos ellos militantes montoneros desaparecidos por la última dictadura militar. Sus padres militaban en la isla Maciel, muy cerca de los espacios que aparecen en la película. Por eso también resulta interesante ver cómo Martín encuentra las huellas del pasado y la tensión con la actualidad en esa zona de la ciudad, olvidada, recobrada, vuelta a olvidar. Porque la ciudad, como dice él, también es un testigo y una presencia.

LA MEMORIA DE LOS EDIFICIOS

La historia indica que la Ciudad Deportiva de La Boca fue erigida en 1968 durante el gobierno de Onganía y abandonada una década más tarde. Hoy es propiedad del grupo IRSA, que mientras construye las modernas torres de Puerto Madero, intenta hacerse lugar en el Barrio Rodrigo Bueno, que rodea al desmantelado predio de la ex Ciudad Deportiva. El otro enclave del documental es el parque de diversiones Interama, ubicado en Villa Lugano. Fue inaugurado en 1982 y pese a que tiene la torre más alta de Argentina, permanece en desuso. A su alrededor se asentó la Villa 20, cuyas casillas se extienden hasta los grises monoblocks característicos de Lugano.

La cámara se posa interrogando esos lugares. La cúpula futurista de Interama y la cúpula con forma de hongo anaranjado y los puentes colgantes de la ex Ciudad Deportiva. Porque, ¿qué dicen estos espacios y su entorno acerca de nosotros? ¿Qué significan esas torres espejadas de Puerto Madero, que sólo ven lo bello del río contrapuestas a las torres de Lugano cuyas ventanas parecen bocas desdentadas? En La multitud coinciden: titánicos proyectos arquitectónicos que quedaron a la buena de Dios, crueles especulaciones inmobiliarias y barrios marginales donde sus habitantes sobreviven en una perpetua inestabilidad habitacional. Tres momentos de la ciudad, que se reinventa y por más que lo intente no puede ocultar a la percepción las heridas de su historia.

UCRANIA Y PERON

Pero el film, además de registrar los edificios, filma los personajes que los atraviesan. Ludmila Kotelents, una habitante de la Rodrigo Bueno, fue parte de la camada de inmigrantes ucranianos que llegaron a Buenos Aires en los ’90 después del desastre nuclear y económico de Chernobyl. Viviano es un paraguayo que trabajó como albañil en varias de las torres de Puerto Madero y que con lo que ganaba iba comprando material para su casa en Rodrigo Bueno. Beto Medina, que en el film camina alrededor del Parque de la Ciudad, es de los primeros vecinos de la Villa 20. Siendo muy chico le expropiaron una chacra que tenía con su padre cuando lotearon los terrenos para construir Lugano 1 y 2. Participó en política durante los ’70 y es conocido en el barrio por una anécdota: “López Rega estaba dando un discurso en la capilla del barrio diciendo ‘que no iba a quedar ni un mueble en el Ministerio de Bienestar Social hasta que no estén cubiertas las necesidades básicas de los habitantes de la villa’, mientras que afuera se llevaban gente en un operativo de seguridad. Fue Beto quien entró a la capilla increpando directamente a López Rega, lo sacaron en andas al grito de ‘¡viva Perón!’. Se escapó de milagro, perdió su casa y su familia después de eso”. El último en aparecer es el melancólico ingeniero Omar Vázquez, constructor de la famosa y olvidada torre de Interama. En la película repasa los planos de la construcción y mira por la ventana hacia un cielo crepuscular, como buscando alguna explicación de aquel estrepitoso fracaso.

LA EXPERIENCIA DE LA CIUDAD

La multitud que augura el título está ausente. Falta de aquellos espacios que se propusieron albergarla. Y esa flagrante contradicción entre título y film es significativa. Esos modos de diversión ya no existen –parece decir–, en su lugar queda una soterrada pugna por los territorios. Pero la complejidad de La multitud se manifiesta en no mostrar únicamente el deterioro de estos espacios que esperaban llenarse, sino también su contrario: el trabajo de construcción, en el mismo momento en que se está realizando. En barrios “bajos” y en otros “altos”, en Lugano y Puerto Madero, hay ladrillos y andamios en pleno movimiento, erigiendo construcciones al cielo, que recuerdan las fotografías de Lewis Hine de obreros martillando. Y también recuerdan otra cosa: el pulso de sístole y diástole de una ciudad que no se detiene.

Hay que decir que los dos predios que Oesterheld decidió explorar poseen una cualidad hipnótica. En los largos y hermosos planos que los recorren, vibran con una fuerza misteriosa y distante. “Me interesaba mostrar el estado actual de estos espacios que en su momento fueron pensados como símbolos de futuro y progreso. Cómo estaba habitada hoy en día esa promesa. Pero quería evocar el recuerdo de estos espacios sin explicarlos, sólo recorriéndolos, algo equivalente al acto de pasear. Pienso que cuando uno recuerda no lo hace siempre exactamente de la misma manera, hay un promedio con el presente que se juega cada vez que activamos ese pasado, por eso el documental intenta capturar más una experiencia que un relato.”

Y esa experiencia se logra. La película no marca un recorrido establecido, ni dice cómo interpretar el devenir de sus imágenes. Más bien entrega una mirada perpleja, un encuadre insospechado que incita a renovar la percepción de la ciudad en que vivimos. Y las ideas que a menudo se anquilosan junto con ese mirar.

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