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Domingo, 7 de julio de 2013
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Cine > Calles de la memoria, la nueva película de Cine-Ojo

Yo pisaré las calles nuevamente

La idea surgió en Carmen Guarini cuando llevaba a su hija al colegio, cada vez que veía las baldosas en homenaje a los detenidos desaparecidos que desde hace una década planta en Buenos Aires la agrupación Barrios x la Memoria y Justicia. Llevó el tema a su taller de documental y rodó, con sus alumnos, Calles de la memoria, una película sobre estas huellas, sobre la actitud de quienes conviven con las baldosas y sobre su integración en el espacio urbano, en una reflexión sobre la memoria como construcción dinámica y resignificación del presente.

Por Mariano Kairuz
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Veintiséis años atrás, con la fundación de la productora Cine-Ojo, Carmen Guarini y Marcelo Céspedes inauguraron una de las etapas más sólidas e interesantes del cine documental en Argentina. A través de títulos como Jaime de Nevares, último viaje y Tinta roja (que se metió en la redacción de policiales del diario Crónica y le hizo lugar a la legendaria cronista Martha Ferro), Cine-Ojo abrió la puerta para una oxigenación y reformulación del género, que dejaba atrás viejas taras y rigideces –como el tono didáctico, la voz en off que afirmaba en lugar de abrir interrogantes; las cabezas parlantes–. Céspedes venía de la tradición de la escuela de Santa Fe y Fernando Birri; Guarini se formó a principios de los ’80 en Francia, en la escuela de antropología visual de Jean Rouch. Ambos se habían conocido en Buenos Aires, pero fortalecieron su relación cuando se encontraron en el festival Cinema du Réel en 1982, a donde Céspedes había llevado su film pionero sobre chicos villeros, Los Totos –realizado con su grupo de entonces, Cine Testimonio–, y un amigo en común le pidió a Guarini que ayudara con la presentación. Durante las más de dos décadas siguientes Cine-Ojo abrió una puerta, y la producción documental argentina creció y se diversificó y se convirtió en uno de los ámbitos más interesantes del cine nacional. Durante todo este tiempo, a la vez que contribuía a producir y desarrollar proyectos ajenos, y se dedicaba a la docencia, Guarini siguió dirigiendo sus propias películas. La última, Calles de la memoria, acaba de estrenarse en la sala Lugones, acompañada por una retrospectiva que recupera varios de sus films previos.

Calles de la memoria se vincula desde el título con un tema recurrente en la obra de Guarini: la memoria, no como mero recuento de un pasado histórico, sino como construcción dinámica, acción, reflexión y resignificación desde el presente. Calles... sigue la elaboración y colocación de las baldosas que la agrupación Barrios x la Memoria y Justicia lleva adelante desde mediados de la década pasada en Buenos Aires, recordatorios de los desaparecidos de la dictadura. La película tuvo una versión corta, Baldosas de Buenos Aires, que integró el film colectivo D-Humanos, y este corto a su vez tuvo su germen en un ejercicio que la directora realizó con los alumnos de un taller que dictó años atrás. “La idea apareció –cuenta Guarini– llevando a mi hija al colegio en Almagro: cada vez veía más de estas baldosas en las veredas. Unos años antes me habían convocado para filmar la colocación de una suerte de plotter plástico, no de cemento, en el Normal 7 de ese mismo barrio, donde aparecía el nombre de una compañera mía, Teresa Israel, entre otras alumnas desaparecidas. En un principio no lo relacioné, pero aquello fue el comienzo.”

Guarini consideró que proponerles esto como tema a los alumnos de su taller era interesante por varios motivos: primero, por una cuestión generacional –chicos nacidos después del ’83– pero también porque varios eran extranjeros, dos factores que aportaban distancia y por lo tanto perspectiva. “Entre los alumnos aparecen algunas reacciones no tanto de resistencia como de desazón. Está la chica chilena, por ejemplo, que a pesar de que tiene una historia cercana en su propio país, y de que allá se ha avanzado mucho en cierta toma de conciencia, todavía no se alcanzó la masividad de la aceptación social sobre lo ocurrido y la importancia de los juicios de reparación que se alcanzó acá. Al principio la chica dice: ‘¿Para qué seguir filmando estas expresiones del pasado; para qué hacer todo esto si al final hay un tirano que se muere en su cama, para qué tanta justicia si al final no pasa nada?’. Pero también vemos que luego del ejercicio hay una transformación.”

La película también da cuenta de las actitudes ante las baldosas. Los alumnos del taller tocan el timbre de vecinos que tienen uno de estos recordatorios en las puertas de sus casas. Intentando indagar en el complicado imaginario colectivo sobre la dictadura, un alumno reconoce haberles preguntado a los vecinos cosas absurdas, como si los desaparecidos homenajeados estaban enterrados allí, debajo de la baldosa que los homenajea, si eran todos “famosos”; si es cierto que todos “venían de familias con plata”. Una mujer llama a uno de los grupos barriales para amenazar: “Si ustedes ponen la baldosa, yo la rompo”. “A la gente de Barrios x la Memoria no le importa si la mayoría de la gente no ve las baldosas o pasan por encima y simplemente las pisan –dice Guarini–. Lo que quieren es que se integren al paisaje urbano: si no las ven, o las ven y no las leen, igual están y ese estar se impregna de manera inconsciente en el cuerpo social. Un día alguien se detiene y las lee, y a la cuarta ya se para y empieza a unir esas que antes vio sin mirar. Yo acompañé procesos de reconocimiento del pasado durante los treinta años de democracia, y sé que los procesos de memoria son muy largos, que hay que tener paciencia.”

Los momentos más emocionantes provienen del testimonio, durante un acto de colocación, de una mujer que recuerda la primera vez que regresó al departamento de su hija y su yerno después de que fueran secuestrados, con una nieta que recién caminaba y solo decía “mamá” y “papá”. Porque, aun en su sobriedad formal, la película busca emocionar. Forma parte de una preocupación del cine de Céspedes y Guarini desde los inicios de Cine-Ojo. “Desde que armamos nuestro grupo empezamos un debate, nos decíamos: ‘Basta de cine militante’, porque es un tipo de discurso que en parte aleja al espectador común, y al espectador que busca emociones, personajes, una historia, una estructura. Personalmente, creo que entre los trabajos más logrados en esta dirección de pensamiento está Jaime de Nevares. Llevó mucho tiempo, seis, siete años, y después un año y medio editando para ver qué forma darle a todo ese material. Fue un gran éxito, fue muy reconocida, y acá la vieron más de diez mil espectadores en el cine Lorca, e imposible contar cuántos en el interior, y en Neuquén, donde se sigue viendo todos los años. Pienso que hay que trabajar narraciones más cinematográficas, no tanto testimoniales, porque hay que salir del mundo del espectador ya convencido, llegar a quien a pesar de que sabe, no se interrogó aún sobre lo que pasó; o llegar al que no sabe; o al que sabe pero niega. Creo que no alcanza con la voluntad de querer hacer un aporte a los derechos humanos; es muy importante tener el deseo de contar una historia.”


Calles de la memoria se puede ver hasta el miércoles 10 de julio a las 19.30 y 22 en la sala Lugones. Hoy y el miércoles pueden verse también otras dos películas de Guarini: Meykinof (hoy a las 14.30 y 17) y Haré (miércoles a las 14.30 y 17), también en la Lugones, Av. Corrientes 1530. Más información en www.teatrosanmartin.com.ar

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