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Domingo, 6 de octubre de 2013
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Música > Dona Onete, la cantante brasileña de 74 años, en el Fifba

La debutante

Por Juan Ignacio Babino
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Se sabe –o al menos se dice– que el río Amazonas, ese que viborea a lo ancho de todo el norte de Brasil, es uno de los más caudalosos del mundo. Se sabe –o al menos se dice– que hay en él más variedad de peces que en el océano Atlántico. Y no se sabe pero sí se cuenta que en una de sus desembocaduras, cerca de la ciudad de Belém, estado de Pará, una niña morena acostumbraba a cantar en la costa, sólo para enamorar delfines. Aquella niña hoy tiene 74 años, se llama Dona Onete y hace poco sacó su primer disco.

Dona nació en pleno corazón nordeste de Brasil. Más precisamente en Cachoeira de Ararí, cerca de la bahía de Guajará –muy cercana a la costa atlántica–. Huérfana desde muy pequeña, fue criada por su abuela. Vivieron algunos años en Belém hasta que se mudaron definitivamente a Igarapé-Miri, a una barriada río abajo de esa pequeña ciudad. A la edad de once fue que sintió que, cantando mientras lavaba ropa, los delfines venían a su encuentro, anonadados, embelesados por su voz. Y así, a los quince, en los bares de su ciudad, ya cantaba. Samba, bossa, forró. “Me pagaban con cerveza, pero yo ni tomaba. Sólo cantaba por disfrute”, dijo en algunas entrevistas. Pero no fue ahí mismo que se dedicó la música, más bien tardaría bastante. Aquellos años la encontraron dedicada a la docencia. Fue profesora de Historia y de Cultura y Estudios Amazónicos en su ciudad, de la cual, además, fue secretaria de Cultura. Así, durante todo ese tiempo fue estudiando y empapándose más y más de los saberes y culturas populares, de las danzas y las tradiciones propias de esa zona de Brasil.

Entonces, hay algunas imágenes que forman la cosmogonía de esta mulata: el nordeste de Brasil, lo caliente del clima, el Amazonas, el río, los cantos que brotan allí, su voz. A Dona Onete la han comparado con Cesárea Evora, con Omara Portuondo, con tantas otras. Todas comparaciones que pueden resultar bastante simples pero que encuentran en común no sólo la sangre afro y guerrera, sino también el canto, esas maneras de cantar, esas tonadas que, al escucharlas, hacen pensar en la tierra. No en la tierra en tanto mundo, en tanto planeta, sino más bien en la tierra como lugar, como eso que se puede apuñar y así y todo se escurre entre los dedos. La tierra como territorio donde se pisa, donde se anda; donde se nace, se cría, se llora, se ríe, se baila, se muere. Donde, claro, también se canta.

Se dijo, el primer disco a los 73 años. Feitiço Caboclo (2012) –que puede traducirse como Hechizo mestizo– es un disco con una fortísima impronta de todo el universo musical de la zona norte de Brasil: carimbó, forró, choro. Un crisol, un caleidoscopio musical. Un disco que tiene el baile a la orden. Once canciones que se pasean por todos esos estilos musicales y otros tantos: cumbia, pequeños boleros, lambada, samba. Y que, además, no escatima en probar con sonoridades muy ajenas a esos folklores. Por ejemplo, el primer tema “Poder de seduçao” –por su sonoridad, por su introducción– parece más cerca de lo experimental –y hasta del tango, con ese bandoneón asomando enseguida y el violín largando notas– que de la propia musicalidad brasileña, paraense. Pero, como todo lo que desconcierta, es eso mismo lo que hace introducirse, adentrarse en ese cosmos musical nordestino que es Feitiço Caboclo. Por ejemplo, “Jamburana” hace referencia a una hortaliza similar al berro que, al masticarse, adormece la boca. El estribillo –”treme, treme, treme” (sacude, sacude, sacude)– es un regocijo y un convite al baile imparable. “Boi guitarrero” es un deleite rítmico a cargo de la propia voz de Dona y las guitarras eléctricas y criollas y cavaquinhos de Marco André (productor del disco), Mestre Vieira, Pio Lobato y Manoel Cordeiro. “Río de lágrimas” es una samba hermosa que empieza a puro cavaco y pandeiro para luego darle lugar al verso rapeado de MG Calibre. En el bolero “Loco Deseo”, última canción del disco, Dona Onete canta, sufriente: “Yo te busco porque tú me vuelves loca cuando me besas, con este cuerpo sudoroso, esa boca húmeda con sabor de la cerveza”.

Ahí está ella, en medio de esta fiesta, bailando. Y si así no fuera suficiente para imaginarla, basta mirarla: mirarle esos piecitos inquietos bailar, esa cintura desdibujada, esas caderas anchas, la papada gorda, esa sonrisa pícara. Mirarla reír, mirarle el pelo azabache y ensortijado, mil flores adornándolo, coloridos vestidos largos. Todas las primaveras del mundo encima. Una chamana, una bruja negra. Mirar bien ese cuello que, cuando canta, se ensancha. Y escucharla, escuchar esa voz que el río trae y que sabe enamorar a los delfines.

Los próximos 11, 12 y 13 de octubre se llevará a cabo el Festival Internacional Folklore Buenos Aires (Fifba) en el Paseo del Bosque, La Plata (ingreso por 1 y 53). Es gratis y habrá cuatro escenarios, baile, mercado y fogón, y se presentarán artistas como Fernando Cabrera, Peteco Carabajal, Los Alonsitos, Onda Trópica (Colombia). Dona Onete debuta el viernes 11 en el Escenario Panorama. Toda la información y la programación en fifba.com

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