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Domingo, 28 de septiembre de 2003
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Iniciales B.B.

EL IMPORTADO Benjamin Biolay ya es el Serge Gainsbourg del siglo XXI. Y recién empieza.

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Por Mariana Enriquez

Qué fino es Benjamin Biolay. Qué elegante aparece en las fotografías, dandy, postal blanco y negro de la nouvelle vague, perenne cigarrillo entre los dedos, ropa oscura, un mechón de pelo que apenas oculta su rostro de niño crecido, salvaje y melancólico. Hace poco, fue favorito de la prensa rosa cuando se casó con Chiara Mastroianni, la hija de Marcello y Catherine Deneuve, que lo acompaña en sus canciones. La comparación con Serge Gainsbourg se convirtió en referencia obligatoria. Y es atinada: ambos tienen una voz sugerente, que susurra más que canta; el gran Serge también frecuentaba a las mujeres más glamorosas de su tiempo, y cantaba junto a ellas –”Je t’aime moi non plus” con Jane Birkin o “Initials B.B.” con Brigitte Bardot–; Serge renovó la chanson, como ahora lo hace Biolay; Serge hizo un gran disco conceptual, Historie de Melody Nelson, y Biolay hizo el propio, Rose Kennedy (2002), donde evocaba desde el punto de vista de la matriarca los años de Camelot, con samplers de Marilyn Monroe y homenajes a Chet Baker, a Preminger, a Mankiewickz, a los míticos años ‘50 y ‘60 norteamericanos, que venera.
Pero ahora Biolay acaba de editar un disco tan hermoso, tan contundente, que es hora de dejar de hablar de Serge. Negatif es clásico y moderno; Biolay, un productor riguroso e inteligente –fue responsable de desempolvar al octogenario Henri Salvador en su regreso Chambre avec vue– elige con delicadeza los arreglos de cuerdas y bases electrónicas tan relacionadas con el trip-hop, y los lleva al estado de nostalgia infinita; una canción como “Chere inconnue” puede acceder a la París de la generación perdida y de paso redefinir la canción francesa. Su otra especialidad es el folk, y alguna cita al alt-country. “Les insulaires” tiene una melodía luminosa, cristalina, y una belleza de otro tiempo: hacía mucho que no se escuchaba una canción así, perfecta. En “Jene t’ai pas aimé”, relectura de Birkin-Gainsbourg, es un dúo sensual y pastoral con su chica, hija de la realeza del cine. En “Le derive des continents” visita a Nick Drake –su relación con los sixties es idealizada, reverencial–. “Billy Bob a raison” homenajea al country y recuerda a los mejores momentos de Ryan Adams circa Heartbreaker, mientras la armónica domina la delicada “Holland Spring”; Biolay insiste en cada entrevista que es un fanático de Hank Williams, y aunque lo oculta bastante, se le nota. También tiene un gusto por lo siniestro: “La pénombre des Pays-Bas” tiene la cadencia del blues, y arreglos electrónicos amenazantes, pero enseguida vuelve la luz y el pop en “Chaise á Tokyo”, una canción alegre y bailable que cuando baja el ritmo cita a los Beatles. En la misma línea está “Bain de sang”, que invita al baile pero, al rato, revela un pop hipnótico y algo macabro, que explica el título: “Baño de sangre”. El pop encantador, de guitarras cansadas, reaparece en “Des lendemains qui chantent”, otra maravilla.
Negatif también es una proeza porque aunque es un disco doble y ambicioso, jamás aburre. Y hay que agregar que la música de Biolay no es pura languidez, pura alta costura. Hay algo de chico de provincias –nació en Villefranche-sur-Saône– fascinado por la lejana mundanidad y las sagas aristocráticas, queda algo del niño prodigio acartonado que tomaba clases de violín, tuba y trombón empujado por un padre clarinetista, que llegó a París como productor, aunque se moría por inventar un personaje, mientras colaboraba con Françoise Hardy y la Birkin. Lo logró: es el yerno de Mastroianni, el renovador de la chanson –junto a compañeros de generación como el excelente Dominique A–, un hombre de veintiocho años que camina con la seguridad de un bon vivant agotado de tanto salón, y candidato a poster y sueño húmedo de jovencitas que los prefieren estetas y sensibles. Como le gustan a Chiara, sin duda.

Negatif no fue editado en la Argentina, así que se consigue o bien encargándolo en disquerías especializadas o revolviendo en Internet.

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