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Domingo, 7 de septiembre de 2014
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UN HÉROE MODERNO

Por Juan Andrade
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Hace menos de una semana, el lunes pasado, se cumplieron cinco años de la salida de Fuerza natural. En las entrevistas que dio por aquel entonces para apoyar el lanzamiento del disco, Gustavo Cerati enlazaba ese momento de plenitud musical con un hecho biológico que lo tenía movilizado: acababa de cumplir cincuenta años. Al revisar su discurso público a la hora de dar a conocer el nuevo material, hay una frase que resulta reveladora por su nivel de autoconciencia y su carga premonitoria. “Si yo me retirara ahora, en este momento –no creo que sea muy factible, pero supongamos que sí–, me iría contento, por Fuerza natural”, decía, hablándole a la cámara en un primer plano casero grabado en un negocio de ropa, entre voces infantiles y una pobre iluminación, en la escena que abría el EPK promocional del álbum.

Lamentablemente, hoy sabemos que Fuerza natural fue la última pieza maestra de su cosecha. Y también, podríamos agregar, del género que lo cuenta entre sus principales referentes: la corriente principal del rock argentino no fue capaz de producir otro disco capaz de dialogar de igual a igual con semejante nivel de genialidad y trascendencia para conjugar pasado, presente y futuro en un mismo paquete de canciones. Entre la tradición y la avanzada estéticas, la obra ceratiana está atravesada por una línea de tiempo paradójica. Va de “Ahora es nunca”, de su debut solista Amor amarillo, a “Siempre es hoy”, pero alcanza todo su esplendor en esa maravilla de riffs circulares que es “Déjà vu”. “Vuelve la misma sensación/ esta canción ya se escribió hasta el mínimo detalle”, canta Cerati. “Esto ya lo toqué mañana”, podría haber pensado el músico después de componerla, como exclama el alter ego de Charlie Parker en “El perseguidor”, de Cortázar.

“No tengo la pretensión de hacer algo nuevo, aunque cuando miro alrededor me parece que sigo proponiendo cosas”, le decía el músico a Mariano del Mazo en una entrevista a propósito del trabajo que cierra su discografía solista. Aunque podía afirmar que ya no se sentía interpelado por la idea de vanguardia, no hacía otra cosa que llevar hasta su límite el imperativo beatle de evolución y cambio con cada paso de su camino artístico. Lejos de especular o de refugiarse en su propio clasicismo, con Fuerza natural seguía ensanchando la avenida del mainstream criollo a partir de una búsqueda insaciable de nuevos carriles musicales. Nunca les temió a las nuevas olas, sino que las abrazó con ganas. En ese sentido, Cerati fue el heredero natural de Federico Moura: un héroe modernizador, un faro que alumbró hasta el final de sus días lo que había al otro lado del horizonte.

Si Ahí vamos había marcado un regreso al rock de guitarras distorsionadas, para activar un caleidoscopio de ecos retro que quizá pavimentó el retorno de Soda Stereo, Fuerza natural dibujó un relativo desplazamiento hacia una geografía hasta entonces no muy transitada en su obra: el campo, la ruta y la soledad del hombre en ese hábitat bucólico. De hecho, el grueso del material fue compuesto entre septiembre y octubre de 2008, en su chacra de José Ignacio, Uruguay. La profusión de guitarras, esta vez, se conjugó en clave acústica. Y también incluyó instrumentos como dobro, mandolina, lap steel y charango. Una paleta que le permitió darle pinceladas country a “Amor sin rodeos” o folk a “Tracción a sangre”, para finalmente pintar esa belleza minimalista que es “Cactus”, con su espíritu de zamba existencial.

En la huella que deja su discografía solista, Fuerza natural emerge como el trabajo que condensa y destila toda una gama de cualidades, elementos y nutrientes que podríamos denominar Factor C. “Es un como un compendio de mi carrera, pero expansivo”, decía el músico a la hora de definir el disco. Ahí están su fascinación por el rock valvular y la impronta de la viola eléctrica, pero también su debilidad por el pop electrónico y las programaciones. Su talento para crear estribillos instantáneos, memorables y de alto impacto popular, pero también el buen gusto para emplear frases y texturas que demandan un proceso de degustación más lento e íntimo. Esas canciones hoy suenan como una despedida que está a la altura de las grandes páginas de su historia, un capítulo que bien se podría titular “La Leyenda del Ultimo Moderno”.

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