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Domingo, 11 de octubre de 2015
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LA EDAD DE LA SABIDURÍA

Por Bernie Taupin
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Este texto está incluido en el booklet del disco Hollywood Vampires

Creo que Charles Dickens lo dijo mejor. Y aunque la evocación de su nombre resulta una compañía extraña para una fraternidad de bebedores que apareció mas de un siglo después, se puede decir que tenía a los Hollywood Vampires bajo el microscopio de sus líneas inmortales. Porque en una época de sobreindulgencia en todos los niveles, de hecho era “el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, era la edad de la sabiduría –bueno, quizá esto pueda omitirse—, era la era de la tonterìa”.

No estoy seguro de que sea importante dar nombres; eran obviamente hombres de variados talentos y una unidad colectiva que se reunió bajo el paraguas de la seguridad en los números junto con el gusto por canalizar los fantasmas de hedonistas pasados. Aunque sería presuntuoso hermanarlos con los clásicos literarios del chocar y arder masculino (aquí estoy hablando de Rimbaud & Verlaine & Shelley & Byron) son de hecho los réprobos del “swinging London” (Burton, O’Toole, Ollie Reed & Richard Harris) los que más se pueden adjudicar el reflejo de la quintaesencia teatral de los Hollywood Vampires.

La zona de confort que constituye de un club de bebedores comunitario es vieja como el tiempo, y desde su trono ahora conmemorado en una placa de bronce en algún lugar de las entrañas de Sunset Strip, esta pandilla de rockeros americanos e ingleses expatriados se congregaba cada noche en un orden siempre rotativo de sillas de celebridades musicales.

Usted puede negar con la cabeza e imaginarse que no debía tener tanta importancia y en retrospectiva, quizá tenga algo de razón. Si, los participantes eran coloridos y salvajemente exitosos, pero fuera de las copiosas cantidades de alcohol consumidas, ¿por qué tanto escándalo? ¿Por qué tiene importancia? Bueno, justamente se trata de eso. Ninguno de los involucrados se consideraba alguien de importancia o invitaba el escándalo. Ser parásito o acólito no eran características que determinaran el criterio de membresía. Era un grupo sin flecos que gravitaba a una zona de confort donde no se esperaba nada de ellos. Cuando los Vampiros estaban en la casa, se nivelaba el campo de juego.

No estoy aquí para defender sus vicios. La sobreindulgencia de cualquier tipo al final no da como resultado un cuerpo o una mente sanas. Y aunque en la periferia de los involucrados, las esposas podían ir y venir, las elecciones en las carreras podrían considerarse dudosas en el mejor de los casos y en algunos casos la desdicha acechaba en un corredor oscuro según mi memoria fallida, pero en la corte de los Hollywood Vampires sólo reinaba la dicha y la risa.

No estoy completamente seguro sobre qué constituía mal comportamiento entonces, pero en esta corte existía en una burbuja, una cúpula de diversión herméticamente sellada. Es posible que no fuese como la tabla redonda de Algonquin, pero estos eran tipos ingeniosos e inteligentes que con frecuencia hablaban fuerte y se salían de las casillas, pero quédense tranquilos que no hubo peatones ni animales lastimados cuando se hizo Hollywood Vampires.

Si una anécdota es necesaria para extraer su presencia de clubes llenos de humo y bares oscuros, tengan en cuenta –quizá con incredulidad— su decisión de intentar un deporte en equipo. Qué poseyó al Bat Pack para que se creyesen capaces de organizar un equipo de softball se me escapa. Los recuerdos son resbalosos, pero si me acuerdo que las camisetas eran una perrada y en definitiva inùtiles porque nuestro equipo se dividía entre a) los que no estaban despiertos a ningún horario que pudiese ser apto para jugar b) si estaban despiertos su cuota tóxica con certeza interferiría en su capacidad de actuar c) Estoy seguro de que muchos miembros ni siquiera sabían de qué se trataba el softball.

Todas las cosas buenas se terminan y aunque algunos treparon la escalera y salieron de este Hades alcohólico, otros le pagaron al flautista y sucumbieron. Hay una tristeza definitiva a la larga que habla de un montón del talento desperdiciado y de vidas segadas demasiado temprano, pero en vez de regodearse en lo negativo, ¿no es mejor recordar lo que los muertos nos dieron y lo que los vivos todavía nos pueden dar?

Quizá sí era la “edad de la sabiduría”.

Porque, al menos, eso es lo que heredaron los sobrevivientes.

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