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Domingo, 20 de diciembre de 2015
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> El libro de Nathaniel Philbrick en el que se basa la película

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En su reseña del libro de Nathaniel Philbrick En el corazón del mar, en el que se basa la película de Ron Howard, el periodista norteamericano Jeffrey Bolster elogió el “brío” con que estaba narrado, y que seguramente “le hubiera ganado la admiración de (el marino raso y autor de varias historias marítimas antes de Moby Dick) Herman Melville”. “Philbrick es un historiador no académico inusualmente talentoso, con la inspiración propia de un hombre de la literatura”, dice Bolster. “Al armar su historia se pregunta por qué la ballena actuó de la manera en que lo hizo, cómo el hambre y la deshidratación afectaron el juicio de la tripulación del Essex, cómo los sobrevivientes de otros desastres habían lidiado con el canibalismo. Sus notas están repletas de estudios sobre la ecología de las islas tropicales, y sobre naufragios, entre otras cosas. La experiencia les resultará a sus lectores similar a la de Una tormenta perfecta, de Sebastian Junger; un entretejido de datos históricos bien contextualizados y picos de dramatismo”.

¿Por qué creyó necesario volver a contar la historia del Essex?, le preguntaron a Philbrick (Boston, 1956) quince años atrás, cuando ganaba el National Booker de ensayo y periodismo. “Con la excepción de unos pocos viejos puertos balleneros tales como Nuntacket y New Bedford, la historia del Essex era apenas recordada como la que inspiró el climax de Moby Dick”, explica Philbrick. “Pero para mí había mucho más ahí que el material crudo para el maravilloso arte de Melville, antes que nada, una historia de supervivencia que también constituía una parte esencial de la historia americana. A principios del siglo XIX, los Estados Unidos tenían muchas otras fronteras aparte del Oeste; estaba también el océano, y los balleneros de Nantucket eran como los montañeses de su tiempo, persiguiendo a los cachalotes hasta los rincones más lejanos del Pacífico. Hoy los norteamericanos hemos perdido noción de la importancia que el mar tuvo en la creación de la identidad emergente de la nación. No eran todos cowboys e indios. Más de una década antes de que el grupo de Donner volviera con la historia de canibalismo en la frontera y la presentara ante el público americano, tuvimos el desastres del Essex”.

En las mismas entrevistas, Philbrick también supo ensayar una explicación sobre el fracaso que sufrió el libro de Melville en su momento. “En parte se debió a un problema de timing: los gustos populares de los estadounidenses habían cambiado”, dice el escritor. “Tras la fiebre del oro de 1848 todos estaban más interesados en el Lejano Oeste. También ocurría que se trataba de una novela muy poco convencional y hasta difícil para mediados del siglo XIX. Para nosotros es distinto: una generación entrenada en Joyce y Faulkner puede maravillarse con las sutilezas y rarezas de Moby Dick”.

Philbrick se curtió en todo lo relativo al mar trabajando durantes años para la revista Sailing World (Mundo de navegación); también editó varios libros sobre el tema, al tiempo que se convertía en una de las mayores autoridades en la historia de la isla de Nantucket (Massachussets), a donde se mudó con su mujer y sus dos hijos en 1986, siguiendo un nueva oportunidad laboral de ella. Entre otros volúmenes afines, publicó Away Off Shore: Nantucket Island and Its People. Aunque ninguno tuvo la repercusión de En el corazón del mar –que no se consigue en castellano pero puede leerse, parcialmente y en su inglés original, en Internet– acaso porque su autor encontró en él diversas líneas que lo conectaban no solo con la historia y la identidad americanas, sino con problemas materiales y morales del mundo contemporáneo, principalmente vinculados a la energía que demanda un mundo industrializado, y la civilización occidental en general. “Antes del descubrimiento del petróleo”, dice Philbrick, “el negocio del aceite no involucraba la perforación del piso. Era el aceite de ballena que se conseguía en Nantucket lo que estaba iluminando las calles de Londres y lubricando las máquinas de la creciente era industrial. A principios del siglo XIX, los americanos estaban muy concientes del papel que jugaba Nantucket en el negocio global. Así que no fue por casualidad que Melville dio con los balleneros de Nantucket”.

“Las historias de supervivencia en el mar son una especie de teología”, escribió el crítico Richard Bernstein, tratando de explicar la fascinación que le había producido la lectura de En el corazón del mar. “Nos llevan al límite de nuestra humanidad, cara a cara con Dios”. Pero para Philbrick las razones por las que encontramos este tipo de historias tan subyugantes, pueden ser mucho más terrenales. “Un cuento de supervivencia nos despoja de las comodidades de la civilización. De pronto toda la tecnología y la educación del mundo no valen nada. Una parte de nosotros siente que esta mullida existencia que llevamos en el siglo XXI es una especie de mentira, así que leyendo estas historias experimentamos de manera vicaria las verdades esenciales de la vida y, claro, de la muerte”.

Y por supuesto que está también el tema central de nuestra relación con la naturaleza: “Estamos empezando a darnos cuenta de que no estamos totalmente en control. No podemos simplemente tomar lo que queremos sin enfrentar ninguna consecuencia. Cada generación cree haber superado en este sentido los problemas del pasado, pero una cosa que aprendí escribiendo mis libros históricos es que no es así, que nos estamos engañando. Nos deleitamos criticando a las sociedades del pasado por lo insensibles que eran, pero en cien años no vamos a vernos muy inteligentes a los ojos de nuestros descendientes. La única lección que uno puede obtener de una historia como la del Essex es una de humildad”.

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