Domingo, 7 de noviembre de 2004
Mujer contra mujer
Jo vs. Lillian: el momento en que la hija desenmascara el peor invento de la mujer de su padre.

Por Jo Hammett
Poco despuĂ©s de que mi madre muriera, en noviembre de 1980, Lillian me escribiĂł para confiarme lo que en mi familia ha llegado a llamarse El Espantoso Secreto, que se reducĂa a que de hecho mi hermana no era hija de mi padre, sino de otro soldado con el que mi madre habĂa tenido una breve relaciĂłn romántica. Mi padre se habĂa enterado de queella estaba embarazada y se habĂa casado con ella por pura caballerosidad. HabĂa sido un matrimonio de palabra solamente, que habĂa acabado antes de empezar. Lillian guardĂł el secreto mientras mi madre vivĂa, pero pensĂł que una vez muerta ella, yo tenĂa derecho a saberlo.
Yo estaba encantada y –en contra de las instrucciones que habĂa recibido– comuniquĂ© la informaciĂłn a mi marido y a mis hijos. ParecĂa una regalo caĂdo del cielo, ya que al menos una parte de Mary –esperaba yo que la más loca– no tendrĂa nada que ver conmigo. Mi marido me recordĂł que aquella historia tenĂa todos los elementos de uno de los dramas de Lillian que se publicaban mensualmente y que era un buen ejemplo de su creatividad. Lillian tenĂa el don de crear acontecimientos como si fueran verdaderos, de montar escenas ricas en detalles que nunca habĂan tenido lugar. “¿No te acuerdas? Acabábamos de almorzar” o “Tengo el recorte de diario en alguna parte”. En este caso fue: “Yo sabĂa el nombre del soldado, pero lo he olvidado”.
Lillian creaba autĂ©nticos diálogos, como por ejemplo, cuando puso en boca de la madre de mi padre: “Este matrimonio me matará”. (Pero Lillian no decĂa por quĂ© habĂa de estar tan alterada con ese matrimonio, cuando mi madre tenĂa el color de piel y la religiĂłn debidos y era enfermera, como lo habĂa sido Annie Hammett.) Pero entonces Lillian hacĂa su propio comentario racional: “Bueno, por supuesto que no. Quizá no le gustara, pero no la mató”. De hecho, Annie Hammett falleciĂł en 1921, el año en que mis padres se casaron.
BajĂ© de las nubes y juzguĂ© aquello como lo que era: un ejemplo primordial de Lillian reescribiendo la vida para que sonara mejor. Como la dotada cuentista que era, Lillian se preocupaba de que la acciĂłn fuera consistente con el carácter, lo que la hacĂa muy convincente. AquĂ©l era el tipo de gesto galante que mi padre era capaz de hacer, y el beneficio habrĂa sido esplĂ©ndido para Lillian, pues habrĂa convertido a mi madre en una mujer promiscua y a mi padre en un hombre noble; habrĂa erradicado a Mary, a quien ella detestaba (no sin razĂłn), del cĂrculo familiar y, quizá lo más importante, habrĂa dado otro toque dramático a la mĂstica sobre el binomio Hammett-Hellman. Hay en una de las obras de Lillian una frase que, a mi juicio, explica mucho acerca de su autora: “Dios perdona a quienes inventan lo que necesitan”.
Fragmento de Dashiell Hammett, el libro de Jo publicado por Circe en España.
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