Cuando yo vivÃa, tenÃa un corazón humano y no sabÃa lo que eran las lágrimas porque vivÃa en el Palacio de la Despreocupación, donde la pena tiene prohibida la entrada. De dÃa jugaba en el jardÃn con mis compañeros y de noche bailábamos en el gran salón. Alrededor del palacio se elevaba un muro muy, muy alto, pero nunca sentà curiosidad por saber qué habÃa más allá de él... ¡Tan bello era todo lo que me rodeaba! Mis súbditos me decÃan el PrÃncipe Feliz y era verdaderamente feliz, si placer y felicidad son lo mismo. Asà vivÃ, y asà morÃ. Ahora que estoy muerto me han puesto aquà arriba, me han cubierto de oro y piedras preciosas, pero me han dado un corazón de plomo. Estoy tan, tan alto que puedo ver todas las miserias de mi ciudad y lo único que hago es llorar. Golondrina, mirá allá abajo: en ese callejón hay una casita muy pobre. Una de sus ventanas está abierta y dentro de la habitación hay una mujer que está cosiendo un vestido sentada frente a su mesa. Golondrina, golondrinita, estoy seguro de que podés ayudarme.
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