¡Brrrr, brrrr! Hace tanto frÃo, y la Nena de los Fósforos no tenÃa con qué calentarse. El PrÃncipe insistió e insistió, y entonces se hizo todo tal como él querÃa. La primera vez dejé el zafiro sobre la máquina de escribir del joven escritor y acabo de dejar el otro zafiro en el único bolsillo sin agujeros de la Nena de los Fósforos. Ahora el PrÃncipe está ciego, sin sus dos ojos. El quiere seguir dando lo mejor de sà a quien lo necesite. Asà que, en vez de viajar a Egipto, esta tarde buscaré con mis ojos a quien ayudar, para contarle a mi amigo qué es lo que sucede en su ciudad.
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