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Domingo, 22 de julio de 2007
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La película

Por Martín Pérez
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Un año y medio: ése es el tiempo que tomó hacer la película de Los Simpson. Muy poco, si se tiene en cuenta que cada capítulo de 23 minutos de la serie televisiva tarda 9 meses en hacerse. Pero hay algo para lo que un año y medio es mucho tiempo, al menos en estas épocas de trascendidos globales: para conservar su trama en secreto. Una proeza que los productores de la película han logrado con mucha más eficiencia que, digamos, J. K. Rowling y sus Harry Potter. “Empecé guardando el secreto como una manera de mantener nuestra privacidad”, ha dicho James L. Brooks, el legendario productor de la serie. “Pero luego se convirtió en algo divertido de mantener en secreto. Nos permite hacer cambios sin tener que dar explicaciones. Y además hemos lanzado rumores falsos para verlos circular... es divertido jugar con eso.” No sólo los responsables de la película han entendido la importancia del secreto: luego de una de las pocas exhibiciones sorpresa de la película para testear la respuesta del público, sólo uno de los espectadores escribió algo en Internet al respecto. “¡Pero incluso él se dio cuenta de que no debía revelar nada de la trama!”, relató asombrado Brooks. Así que, después de haber visto finalmente la película, no es cuestión de romper aquí un secreto tan cuidadosamente custodiado por creadores y fanáticos, tan sólo por el bien común de los demás fanáticos. Alcance con decir que, sí, la película de Los Simpson es como un capítulo largo –y de lo mejor– de Los Simpson. Lo que no es poco. De hecho, no hay nadie que realmente se pueda quejar por eso. También alcance con confirmar que, como bien han adelantado sus creadores, su trama recorre lo que le puede pasar a un hombre cuando no escucha a su mujer. Y como ese hombre es Homero, era de esperar que hasta que efectivamente la escuche realice algunas de las cosas más tontas que ha realizado jamás. Sí, como en los mejores momentos de la serie, Homero es de lo más tonto, destructivo y egoísta que se ha visto, hasta alcanzar tramos del humor más absurdo que han entregado alguna vez sus autores. Es que, al tener una hora y media, la trama tiene tiempo de tomarse su tiempo para avanzar, pero también de perderse jocosamente en más de un desvío. Sin embargo, lo que más parece la película de Los Simpson es un efectivo Grandes éxitos de la serie. Siempre y cuando ese Grandes éxitos sea Homero, claro. Pero también las preocupaciones ecologistas de Lisa, la megalomanía del Sr. Burns y las despiadadas críticas a los medios masivos. Sin olvidar eso que ha hecho de Los Simpson una verdadera revolución televisada: el hecho de que hayan advertido, desde sus comienzos, que las figuras de autoridad (padre, policía, gobierno) no necesariamente tienen las mejores intenciones, sino todo lo contrario. Algo que es difícil recordar ahora, pero antes de Los Simpson no era un mensaje fácil de encontrar en los medios masivos. Tal vez el primer policía descaradamente corrupto que hayamos visto en la televisión abierta argentina haya sido el Jefe Gorgory. ¡Y ni qué hablar del alcalde Diamante! Pero, claro, el eje de Los Simpson siempre ha sido Homero. Y James L. Brooks también tiene una respuesta a ese detalle: “Para mí, Homero representa lo que el resto del mundo cree que es Estados Unidos. Por eso a todos les resulta tan atractivo en el extranjero: porque así es como ellos piensan que somos”.

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