1979. Yo terminaba el primer año del Grupo de Profesionales del Cine, y en el examen de historia del cine me preguntaban sobre Bergman, Kurosawa, cine ruso, etc. Yo sabÃa poco y me interesaba menos. Un profesor le comenta al profesor invitado: "Es que a él le gustan las comedias". El profesor entonces me pregunta por Capra. Ni idea. Me bocharon. Ese febrero, la Lugones daba Qué bello es vivir. Casi seguro era un miércoles. Fui a la primera función. En esa época daban un programa de mano, de papel naranja, que realmente tenÃa buena información sobre la pelÃcula. Ahà me entero de que trataba sobre un hombre y su ángel guardián. "Qué estupidez", pienso. Empieza la pelÃcula. Dos horas y cinco minutos después, era otro. Tuve que quedarme a que empezara de nuevo y salir con el cine a oscuras, porque me daba vergüenza que me vieran llorar tanto. No sólo era y sigue siendo la pelÃcula que más me impactó en mi vida, sino que ni siquiera sabÃa que el cine podÃa conmocionar tanto, que podÃa trascender lo estético, lo cinematográfico y transformarse en una experiencia de vida. Largué IngenierÃa y me dediqué al cine por completo, sin saber en dónde me metÃa. Tampoco sabÃa que esa pelÃcula habÃa sido vilipendiada por los crÃticos de su época por cursi y populista. Fue hace 27 años. Hoy dÃa, vi Qué bello es vivir 83 veces. El cine ruso sigue sin gustarme.
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