Durante cinco temporadas, la serie Nip/Tuck, dirigida por Ryan Murphy (acá se ve por Fox; en EE.UU., por FX), trató de llevar al lÃmite una estética (satinada, saturada, grotesca) y un tono de ironÃa salvaje; para algunos, resultaba un poco mucho, pero otros supieron disfrutar del banquete de la exageración. La premisa: dos cirujanos plásticos caros y prestigiosos que carecen de ética, es decir, operan cualquier cosa, a pedido del cliente, siempre y cuando aparezca la platita. La trama vio mulas que llevaban la droga en sus pechos siliconados, mafiosos que pedÃan cambio de rostro, una participación de Vanessa Redgrave, cambios de sexo y, a propósito, mucho sexo, especialmente a cargo del cirujano Christian, que tiene un gusto por jugar fuerte y con dolor en la cama.
Este año, Ryan Murphy dobló la apuesta: con esa misma estética ricachona, pero más cerca de una producción de Vanity Fair que de una publicidad de Versace –menos vulgar, en pocas palabras– armó una segunda serie, protagonizada por un elenco de estrellas: Joseph Fiennes (Shakespeare enamorado), Carrie-Ann Moss (Matrix, Memento), Blythe Danner (legendaria actriz, madre de Gwyneth Paltrow, activa en pelÃculas como Meet The Fockers o series como Will & Grace) y Robert Wagner (Los Hart, Ladrón sin destino) son apenas las caras más visibles. Y la trama es asÃ: un prestigiosÃsimo y muy acaudalado ginecólogo de la paquetÃsima Connecticut, bien casado con dos hijos, oculta algo que al principio parece un fetiche, pero luego se revelará como mucho más profundo. Bajo su caro traje, usa ropa interior femenina, que compra amorosamente en lencerÃas de grandes almacenes. Y cuando un hombre transexual visita su consultorio para pedirle una histerectomÃa –sufre mucho por las hormonas, quiere deshacerse de todo lo que le quede de mujer–, el tieso ginecólogo llamado Bob inicia un viaje mental que culmina en una noche de Halloween con disfraz de enfermera y el placer magnánimo de ver su cuerpo más cercano al que imagina como propio en sus sueños, vÃa depilación, tetas de mentira, maquillaje, peluca.
La serie se llama Pretty/Handsome, es además una crÃtica despiadada a las clases altas norteamericanas –los protagonistas no son los habituales habitantes de suburbio, estos viven mucho, mucho más arriba en la escala social– y tiene algunos problemas. Cuando el transexual Mario aparece en el consultorio, por ejemplo, al principio Murphy parece presentarlo como alguien monstruoso y hasta cómico, vÃa ciertos chistes y unos violines que suenan con ironÃa cuando cuenta su historia clÃnica. Pero a medida que avanza el episodio, Mario se humaniza, crece y derrumba cualquier burla. Ryan Murphy a veces peca de canchero, y aquà el tema no le permite demasiadas sonrisas petulantes. El piloto, además, abre muchas otras lÃneas de trama, todas recargadas (embarazo adolescente + bebé descartado, niño prodigio que chatea por internet y se cita con hombre en hotel), que no ayudan al habitual no será mucho que propone Murphy, y con el que, en ocasiones, abruma y aburre.
Pero la serie tiene un potencial extraordinario. Con semejante elenco, y una premisa arriesgada, ¿hasta dónde puede llegar? ¿Cuántas sensibilidades puede herir, cuántos debates abrir, sobre todo en este momento de transición que vive Estados Unidos? Promete o bien ser un gran fallido, o una serie que invita al torbellino mental. Por ahora, ha primado el miedo: FX se la rechazó a Murphy, a pesar de que Pretty/ Handsome cuenta con la producción de Brad Pitt, nada menos. Fox buscó más compradores, pero, aparentemente, y según el Hollywood Reporter, le bajó el pulgar. El piloto está en internet, con subtÃtulos en castellano, para quien quiera echarle una mirada a la propuesta más radical que, hasta ahora, se haya pensado para televisión.
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