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Domingo, 1 de marzo de 2009
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WATCHMEN, LA PELICULA SOBRE LOS SUPERHEROES SIN MAQUILLAJE

El ocaso de los dioses

Por Martin Perez

Cuando le preguntan hoy en día lo que piensa de los superhéroes, Alan Moore suena bastante contundente. “No puedo dejar de pensar que es un fenómeno que sólo sucede en los Estados Unidos. Y me pregunto si no tiene que ver con esa arraigada actitud norteamericana de no involucrarse en una confrontación sin tener antes asegurada una masiva superioridad táctica”, declaró recientemente a la revista Wired. “Después de todo, el bombardeo extensivo y sistemático desde las alturas es algo así como el equivalente a ser un bebé que llegó desde Krypton, y ganar una fuerza inusual y la habilidad de volar gracias a la menor gravedad de la Tierra. Tal vez sea una interpretación simplista, no lo sé, pero es la manera en la que tiendo a ver hoy a los superhéroes.”

Antes de llegar a semejante conclusión, sin embargo, Moore supo interpelar a su manera un fenómeno –el de los superhéroes– que, admite, supo fascinarlo cuando era chico. Como antes lo hicieron Los Beatles y Los Stones con el rock’n’roll en los ’60, Moore terminó colocándose a la cabeza de la revolución británica dentro del comic book norteamericano que revitalizó al género durante los ’80. Alguna vez Caetano Veloso escribió que el rock norteamericano era lo real, y el británico –en cambio– un pensamiento sobre aquello; y así es como funcionan las historietas de superhéroes de Alan Moore. Y donde mejor trabaja esa dialéctica es en Watchmen, la obra en la que el guionista (junto al dibujante Dave Gibbons) intentó imaginar lo que serían realmente los superhéroes si hubiesen existido en realidad.

Publicada originalmente a mediados de los ’80, en medio de lo más caliente de la Guerra Fría, Watchmen imagina un mundo en el que Nixon ha sido reelecto varias veces, Estados Unidos ganó la guerra de Vietnam ayudado por sus superhéroes y el mundo está aún más al borde de una guerra nuclear que lo que estaba entonces. Sin derecho a utilizar sus disfraces ni sus poderes –salvo al servicio del gobierno–, aquellos superhéroes de antaño son hoy una casta de desclasados. Algunos de ellos vegetan entre la borrachera y la nostalgia, y otros se escudan detrás de un cinismo feroz o de una rebeldía solitaria e inútil, mientras el mundo se encamina mansamente hacia su destrucción. Moore y Gibbons se dedicaron con Watchmen al realismo sucio, sin dudas. Pero con capas y antifaces.

Junto al también muy sucio Batman de Frank Miller, el éxito de Watchmen abrió la puerta dos décadas atrás a un mercado de comics un poco más adultos, siempre dentro del masivo mundo de los superhéroes (o similares). Una puerta que enmarcó poco después el subsello Vértigo, el hogar de milagros como Sandman, entre otros. No parece casualidad, entonces, que la larga marcha de Watchmen hacia su adaptación cinematográfica (coquetearon con ella desde Terry Gilliam hasta Paul Greengrass y Darren Aronofsky) llegue a buen término después del éxito del oscurísimo Batman de Christopher Nolan. Casi replicando aquella revolución original, hay un consenso general de que Hollywood está tan listo ahora como lo estaba entonces el mundo del comic para comprender de qué habla una historia como la de Watchmen. No sólo por la cantidad de películas de superhéroes con las que han atiborrado las salas, sino también porque los más creativos y exitosos protagonistas del medio actual crecieron admirando la obra de Moore y Gibbons. “Es la mejor pieza de ficción masiva y popular jamás producida”, declaró Damon Lindelof, uno de los creadores de Lost, a la revista Entertainment Weekly. “Watchmen usó la historia de los comics como modelo para examinar la condición humana de una manera que nadie había visto nunca antes”, agregó Joss Whedon, el cerebro detrás de Buffy, la cazavampiros.

Tal vez por eso es que la tan anticipada (y temida por los fanáticos, que siempre esperan lo peor de Hollywood) versión cinematográfica de Watchmen sea tan increíblemente respetuosa con la historia original. No en vano Zack Snyder aseguró inicialmente que, aprovechando el éxito de su 300, exigió encargarse de ella para que nadie pudiese arruinarla. “Si lo que logro con mi versión es hacer que la gente termine buscando el texto original, estoy hecho”, confesó Snyder, cuya adaptación es tan fiel que logró la aprobación incondicional de Dave Gibbons, el dibujante original. Con sus mejores momentos claramente deudores del comic (hay muchas secuencias casi calcadas, lo que seguramente entusiasmará a los fans) y sus deslices asociados más que nada a las limitaciones de Snyder como director (es difícil no ponerse a pensar lo que hubiese hecho alguien como Gillam, por ejemplo) y a un casting carente de todo carisma, si las más de dos horas y media de este Watchmen no llegan a entusiasmar, al menos tampoco defraudan. Es más, por momentos el resultado final casi parece un milagro. Incluso la poderosa banda de sonido (en la que sorprende My Chemical Romance versionando “Desolation Row”) es rigurosamente fiel a las tantas citas musicales del comic.

Eso sí, llega dos décadas tarde. Pero eso ya no sorprende. Como tampoco sorprende que sea tan difícil encontrar Watchmen en las librerías locales. Y que Alan Moore siga empecinado en no tener nada que ver con las adaptaciones cinematográficas que se hagan de su trabajo. “Creo que fue Raymond Chandler quien, cuando le preguntaron qué pensaba sobre cómo había arruinado Hollywood sus libros, llevó al cronista hasta su biblioteca y le dijo: ‘Los libros están ahí, nadie les hizo nada’. Yo tengo la misma actitud”, dijo Moore en la misma entrevista de la revista Wired, publicada en su último número. “Si los libros son tan buenos como pienso que son, van a perdurar. Y si las películas son tan malas como creo que son, no lo van a hacer. Así que supongo que, sea como fuere, lo sabremos recién al final del día.”

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