Como todo el mundo parece saber, las cloacas de Nueva York están llenas de cocodrilos albinos. Probablemente la leyenda urbana más famosa, la de estos lagartos, es ejemplar para mostrar cómo se crea un mito moderno con los suficientes detalles como para hacerlo creÃble.
La cosa empieza después de la Segunda Guerra, cuando se pone de moda por primera vez veranear en Florida. TodavÃa rodeada de pantanos, Miami abunda en caimanes y en vendedores de simpáticas crÃas de veinte centÃmetros de largo. Según la leyenda, miles de estos bebés fueron traÃdos a Nueva York como souvenirs. El problema, claro, es que los cocodrilos crecen rápido y dejan de ser simpáticos. Sobre todo, en un departamento. Según el mito, miles de esas terminaron en el inodoro, con madres apretando el botón.
La segunda fase es explicar que los caimanes sobrevivieron los inviernos del Norte porque las cloacas son descongeladas regularmente con esos chorros de vapor tÃpicos de Nueva York. No sólo sobrevivieron sino que se reprodujeron, se pusieron blancos como albinos por la falta de sol y crecieron a tamaños indecibles por la abundante basura urbana.
El departamento de Obras Sanitarias de Nueva York tiene que desmentir regularmente la leyenda, pero se divierte vendiendo remeras con cocodrilos. Thomas Pynchon pone el cuento en su novela V, de 1963. Los folkloristas urbanos encontraron un antecedente similar en la versión de que habÃa cerdos salvajes en los desagües de Hampstead, Gran Bretaña, en el siglo XIX. El gran misterio es, sin embargo, que la leyenda sólo se aplica a Nueva York. Sólo ahÃ, parece, la gente que vive en departamentos es capaz de comprar un cocodrilito como mascota para su hijo.
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