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Domingo, 31 de enero de 2010
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> Sus tres legados al mundo

El padre de la familia disfuncional

Por Rick Moody

Ernest Hemingway dijo del legado de Mark Twain que “todos salimos de abajo de las polleras de Huck Finn”. Lo mismo puede decirse, entre los escritores contemporáneos, de Holden Caulfield, el narrador de El guardián entre el centeno. Es imposible ser una escritor norteamericano y no sentir su influencia y la de su autor. El modo más evidente es en la comprensión que tiene Salinger de la voz, esa voz suelta, coloquial y humana, esa personalísima voz en primera persona que marcó buena parte de la literatura que vino después. Se la puede oír en Luces de la gran ciudad de McInerney, en Menos que cero de Easton Ellis, en la serie de televisión My SoCalled Life.

La segunda parte de su legado es su dedicación a la familia como tema. Pienso sobre todo en las cuatro nouvelles que conforman su último trabajo publicado: Franny y Zooey y Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción. En ellas, el compromismo con la familia Glass, protagonistas de estos trabajos, se profundiza hasta un nivel casi obsesivo; y mientras la familia Glass era cualquier cosa menos funcional, dado que era terreno fértil para el suicidio, la obsesión religiosa y presentaciones en juegos de entretenimiento, Salinger jamás perdió su devoción por ellos, y por la complejidad de sus interacciones. Toda una literatura de la así llamada familia disfuncional, incluyendo por lo menos una novela, La tormenta de hielo, de este autor, nació de la saga de los Glass.

Y la última parte de su legado es el silencio. Después de 1965, Salinger le dio la espalda a la publicación y la fama que vino con ella, y aunque se cree que trabajaba regularmente, su trabajo ya no nos pertenecía, a nosotros, su deseosa audiencia. Para algunos, etse silencio era irritante, pero para mí era una parte de la espiritualidad de sus últimos trabajos; era reverente, estéticamente consistente y destilaba confianza en sí mismo.

Si llegara a decir que, como todo otro escritor contemporáneo norteamericano, yo salí de abajo de las polleras de Salinger, siento que estaría diciendo que admiro su silencio tanto como admiro los tremendo logros de su trabajo publicado. Es un silencio aún más perfecto ahora que se ha ido, un silencio inmutable, pero consistente con lo que nos dejó este singular genio americano.

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