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Domingo, 26 de septiembre de 2010
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Fundido a noir

Por R. F.
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A esta altura de la carrera de Bret Easton Ellis (Los Angeles, 1964) puede afirmarse que sus personajes han ido derivando del trance zombi-narc贸tico (el de la de/generaci贸n perdida en Menos que cero, Las leyes de la atracci贸n y los relatos de Los informantes, publicados despu茅s, pero escritos antes de la desaforada llegada de Patrick Bateman) a la pesadilla despierta que late en la bestia de American Psycho, el fashionismo鈥搕errorista en Glamorama, o el sue帽o de la raz贸n que produce monstruos de la ficci贸n en Lunar Park).

Dentro de este esquema, Suites imperiales 鈥搒u t铆tulo aludiendo una vez m谩s a Elvis Costello鈥 es un animal mixto que combina lo mejor de ambos estados mentales a帽adiendo pizcas del David Lynch de Mullholand Drive, el pozo oscuro de la novela negra de Los Angeles, los sue帽os rom谩nticos y descompuestos de Hollywood alguna vez narrados por el Francis Scott Fitzgerald de El 煤ltimo magnate y la parada de freaks que hizo desfilar el Nathanael West de El d铆a de la langosta. Todo en clave hardcore, sin que esto signifique sacrificar el lirismo de esas epifan铆as finales marca de la casa Ellis.

Suites Imperiales. Bret Easton Ellis Mondadori, 2010 159 p谩ginas

De ah铆 que Suites imperiales no sea nada m谩s que una segunda parte de la fundacional Menos que cero (reeditada ahora por Mondadori) sino una reinterpretaci贸n a futuro de varios de sus signos. Es decir: aqu铆 vuelven 鈥損ero como transmitiendo desde una realidad alternativa, como filtrados por la snuff movie de su propia leyenda鈥 Clay y Blair y Trent y Julian. Y la descripci贸n del cad谩ver de este 煤ltimo basta y sobra para certificar el talento de Ellis como narrador y justifica el extracto largo: 鈥淐uando lo vieron, y cito del primer art铆culo que apareci贸 en la primera plana de la secci贸n de California de Los Angeles Times sobre el asesinato de Julian Wells, creyeron que lo que hab铆a junto a un cubo de basura era 鈥榰na bandera鈥. Cuando me top茅 con esa palabra, tuve que parar de leer y empezar de nuevo desde el principio. Los estudiantes que encontraron el cad谩ver lo creyeron as铆 porque Julian llevaba un traje Tom Ford blanco (era suyo, pero no lo llevaba la noche que lo secuestraron) y esa reacci贸n instant谩nea ten铆a su l贸gica, ya que el saco y los pantalones estaban manchados de sangre. (Hab铆an desnudado a Julian antes de matarlo y lo hab铆an vuelto a vestir.) Pero si creyeron que era una 鈥榖andera鈥, mi pregunta inmediata fue: 驴d贸nde estaba el azul? Si el cuerpo parec铆a una bandera, segu铆 pregunt谩ndome, 驴d贸nde estaba entonces el azul? Luego lo comprend铆: en su cabeza. Los estudiantes creyeron que era una bandera porque Julian hab铆a perdido mucha sangre y su cara arrugada estaba de un azul tan oscuro que parec铆a negro鈥.

Y, de acuerdo, Suites imperiales 鈥搎ue entre sus varios pliegues apenas esconde una tan melanc贸lica como s贸rdida historia de amor donde se funde la prostituci贸n con el crimen ritual鈥 no es el Big Bang de Menos que cero, no posee la ferocidad sat铆rica y desesperada de American Psycho ni sorprende con los loops metaficcionales de Lunar Park (aunque aqu铆 aparezca, como una sombra, un tal 鈥淓l Autor鈥); pero su alta calificaci贸n se sostiene en la prosa afilada y el ritmo espasm贸dico de Ellis. Autor que es uno de los pocos estilistas 鈥搄unto a Thomas Pynchon, Joan Didion, Denis Johnson, James Ellroy, Don DeLillo o Rick Moody鈥 que le va quedando a una literatura cada vez m谩s homog茅nea y previsible en sus primeras intenciones y efectos finales. As铆, los libros de Ellis 鈥搖n bendito maldito en toda la regla鈥 comienzan a leerse desde el apellido en la portada.

Y, de acuerdo: Ellis es una marca pero es, tambi茅n, un escritor que deja marca y que aqu铆 vuelve a contar y a contarnos sus cicatrices.

Imborrables.

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