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Domingo, 13 de abril de 2003
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Pequeño Bartis ilustrado

desarraigo: “Siempre sobrevoló la idea del exilio, casi como un ‘estar obligado a’. Me ofrecieron muchas veces ir a trabajar a Madrid o a París, pero cuando paso veinte días lejos siempre aparece algo muy triste. Parece muy sobreactuada la idea de haber pasado al frente. El desarraigo también se puede vivir profundamente acá, y esa sensación de fragilidad, de mundo hostil e incierto, se calma un poco ante la escenografía urbana conocida. En un momento no sólo querés escuchar hablar en argentino: hasta querés que te maltraten”.

funcionarios: “Son los porteros de los proyectos desgraciados del Estado en relación a la cultura: seres menores cuya forma de mantenerse vinculados es actuar una militancia cultural distribuyendo dinerillos miserables”.

actuar: “Hace mucho que murió el acontecimiento teatral. La aparición de lo poético en el teatro convierte la catarsis participativa tribal en acontecimiento culto, y el actuar en un estado de verbalización permanente que fractura el tiempo. No hay un intento didáctico, ni explicativo, ni moral; todo lo contrario: es un rulo de juego que se burla de un orden cerrado que intenta tener una hipótesis de totalidad”.

ficción: “Los acontecimientos políticos tienen tal magnitud que cualquier comentario sobre ellos en un terreno escénico siempre produce un efecto menor que en el escenario estrictamente político. Cualquier piquete es superior a cualquier texto revolucionario del siglo XIX. La ficción tiene que afirmar su carácter ficcional, obligarse a constituir un lenguaje que permita acercarse a los núcleos de la conducta social argentina sin remitir directamente a las coyunturas históricas”.

humor: “Es una sospecha sobre lo que se afirma. Su peligro es no afirmar nada. Pero la situación paródica se padece: el cuerpo padece no poder tomarse en serio, se padece la sensación de que la vida real es de otros, que las decisiones las toman otros, que uno se queda con las migajas de la existencia”.

bronca: “Uno está mucho con bronca en este país: contra Barrionuevo, contra Duhalde. Si lo mira teatralmente, empieza a ver los cuerpos, empieza a ver el peinado de Ibarra (que cada vez es más ralo y más organizado), ve la gordura de Carrió, ve la mirada estrábica de Kirchner. Los ve teatralmente y piensa: qué país; ¿cuáles son nuestros modelos físicos de conducción? Así, la teatralidad desatada, al no asumir su condición ficcional, se convierte en perversa”.

buenos pero marmóreos: “El teatro es político por sus relaciones con el Estado, por cómo piensa la realidad, por cómo se constituye y por cómo establece el vínculo con el que especta. En ese sentido, su construcción es política. Pero a diferencia de lo que pasa en la política, en el teatro las buenas ideas ideológicas no sustituyen el problema del lenguaje. Está lleno de ejemplos de gente bien intencionada pero marmórea”.

cimbronazos: “La realidad tiene una ingenuidad pavorosa en su intento de organizar, definir, agrupar elementos. No permite tener una vivencia más simple del misterio. Cuando el teatro ocurre –que no ocurre mucho–, esas nociones quedan momentáneamente alteradas: se produce un cimbronazo, un sacudón, y adviene una especie de silencio, una quietud sorda”.

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