Los largos dÃas de la nieve con la taza de café y los sueños que empezaban cuando abrÃa
la ventana para mirar a la calle y a las verdulerÃas.
Porque siempre a las 10 de la mañana hacia el invierno buscaba fósforos para freÃr
mi espinaca con cebolla y escribirle a todos
y recordar a mi abuela con su delantal gris y sus vestidos
negros sÃmbolos de su tristeza vasca.
Algunas veces barriendo mi piso verde
y tratando algunas veces de acomodar mis pantalones con olor a ciudad
o a cowboy vencido después de la
conquista del oeste cuando llegaron las bicicletas
y alguien descubrió la luz eléctrica.
Entonces ventanas enjauladas de new york donde todavÃa quedan recuerdos de Rusia,
de Irlanda, y de Italia en las sopas callejeras que venden los herederos de los que
creÃan en la esperanza, antes y después de que CHARLIE CHAPLIN cayera golpeado por la paranoia de los rubios contra los alegres
Ciudad que se apolilla y se acucarachea mientras Brooklyn se acerca por los puentes
Ciudad donde encontré botas y besos dulces cuando eran los dÃas tristes
y encontré empujones y golpes
y malos sueldos
y dolor de cabeza
y memorias de anarquistas vencidos.
; después las plazas con viejos, con los viejos que tienen todas las plazas
; después las calles con perros que van a restaurants y gatos que heredan millones de
dólares
; después los bomberos apagando incendios
; después mi vecina irlandesa vieja y borracha pegándole a una muñeca que oscilaba sin
lengua en el cielo raso, y abajo el olor a orÃn de las escaleras
después paredes que me espiaban cuando apretaba a mi cabeza entre mis rodillas llorando
; pero también el cielo con las membranas de la muerte y un barco con precio y oficinistas
que cruzan el agua hacia staten island
También las huelgas de alquileres,
el descubrimiento de que la cucaracha es un a animal milenario que no cambia, que sigue
existiendo,
que resiste venenos
que camina en sábanas
que camina en mis sueños.
Después las lavanderÃas y los supermercados
y los nuevos dioses que llegan de la india para salvar almas para salvar almas...
Tachos de basura con cucharas de plata y putas engordadas en las esquinas más solas
y los chinos con su arroz y sus salsas con precios baratos y olor a cansancio
Propagandas con paranoia y calma quÃmica para la intranquilidad
calma mezclada con tratamientos y cupones de comida.
Pero también la luna roja de Manhattan
y el sol verde algunas veces hacia el amanecer, en el rÃo.
como el ajo y la pimienta en los huevos fritos
como las velas y las escaleras que siempre se suben,
como el miedo
como los policÃas disimulando tranquilidad
como la alegrÃa de las ardillas en el invierno
como los antiguos sonidos del jazz que vuelve y desaparece en la historia del algodón
como los ghettos repitiéndose y cayendo
y otra vez la luna en el silencio de los ruidos ruidosos ruidosamente callados
luna siempre hacia el invierno con mi equinoccio de espinacas fritas y los dedos de mis
manos comprando café para olvidar al frÃo.
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